lunes, 21 de septiembre de 2015

Rari nantes, de Alba Ballesta

Rari Nantes, de Alba Ballesta.
Ed. Gadir (2.015)


Alba Ballesta tiene 24 años y nació en Orihuela. Nació en mi misma ciudad y tiene la misma edad que uno de mis hermanos. Mi hermano está sacándose un doctorado en cosas que no llego ni a entender demasiado bien en qué consisten pese a que yo también hice la carrera de Físicas y Alba Ballesta ha escrito una novela que se llama Rari Nantes, con la que ganó el año pasado (por lo tanto tenía como mucho 23 años si no es que la tenía escrita de mucho antes) el Premio Joven de Narrativa de la UCM. Lo del premio está genial y seguro que a Alba Ballesta le hizo un montón de ilusión, y me imagino que sobre todo le hizo ilusión ver publicado el libro tan pronto, porque a los que tenemos la infección ésta de escribir (y ahora profundizaré en la idea pero creo que Alba tiene un caso bastante agudo) si terminamos una obra y no la vemos por ahí tomando el aire lejos de nosotros, nos da por corregirla hasta la trigesimoséptima vez y al final se nos envenena. Pero lo más importante de Rari Nantes no es que venga de un premio, ni que su autora sea joven, ni de Orihuela, sino que es una muy buena novela.

No voy a ponerme a hablar de la edad de los escritores y de que yo me hago viejo. No voy a recordar que en los noventa parecía que lo normal era ganar el Nadal o el Planeta antes de los veinticinco y comerte el mundo. No voy a hablar de Mañas ni de Juan Manuel de Prada. Voy a hablar de Alba Ballesta y de Rari Nantes, aunque puede que tangencialmente aún me toque lamentarme por estar haciéndome mayor. Estos jóvenes son cada día más jóvenes y yo me busco canas en la barba cada mañana frente al espejo. A los 24 años (no quiero ni recordar los 23) yo estaba terminando la carrera y le colé un relato al grupo editorial Planeta para que lo publicara en un libro que distribuía El Corte Inglés y me parecía que era lo mejor que escribiría nunca (afortunadamente creo que no lo ha sido; todo el mundo ha coincidido en que es el peor relato incluido en mi libro Beber durante el embarazo). A los 24 años Alba Ballesta ha publicado Rari Nantes y creo que seremos muchos los que tenemos curiosidad por lo que puede traerse entre manos (que seguro que algo se trae). Cogí el libro en la Biblioteca de Orihuela a finales de agosto y me lo había leído por primera vez a las cuatro horas de empezarlo. Ya he comprado dos ejemplares para regalar a voraces lectores amigos. Seguramente compraré más en las próximas semanas y seguiré regalándolo.

¿A quién se referiría entonces en ese relato? ¿Acaso no era el propio Conrad Desmond quien se escondía detrás de esa primera persona del singular? ¿Acaso inmiscuirse en vidas ajenas no era el pasatiempo favorito del escritor?” pg. 23

Rari Nantes es una novela sobre novelas. Sobre novelas, sobre escritores, sobre poetas, sobre fumar, sobre tomar café a todas horas y perderse en librerías. Sobre robar libros de las bibliotecas y tomar prestadas ideas de las películas. Sobre caminar sola bajo la lluvia al anochecer y querer quedarse en silencio. Es una novela sobre estar sin brújula en la vida y pensar en matarse. Es una novela sobre editoriales que no le importan a nadie porque no dan dinero y autores muertos. Sobre autores vivos que sólo sueñan con morirse y sobre muertos a los que aún no se les ha ocurrido la idea de ponerse a escribir. Y es, por encima de todo, una novela sobre la enfermedad. ¿Qué enfermedad? La de la literatura. A algunos, cuando tienen diecitantos años y les da por pasarse las noches leyendo y soñando con ponerse a escribir, un médico de confianza debería acercarse y decirles que no hay remedio. Es crónico. Habrá épocas en las que parezca que la enfermedad está remitiendo pero volverá. Aquí nos las vemos con personajes que se creen personas, o peor aún, con personajes tan reales que parecen personas, y son esa clase de persona que aspira, sobre todo, a ser un personaje.

Parecía que compartieran un mismo fin, el objetivo de salir a flote, de dejar de nadar sin rumbo. Apparent rari Nantes in gurgite vasto. Los dedos seguían nadando a la deriva, igual que Cristina o la chica del bocadillo de atún, igual que Lía, su ayudante, o incluso que él mismo: Knud Oluf Larsen, malogrado navegante”. pg. 171

Apparent rari nantes in gurgite vasto es el verso 118 del primer libro de La Eneída de Virgilio y de ahí toma su título esta novela. Todos los personajes que la pueblan tienen algo de nadadores que tratan de llegar a la orilla después de un naufragio. Superada la frontera del esfuerzo improductivo, han llegado a un punto de extenuación que les ha hecho olvidarse de por qué estaban nadando y a dónde se dirigían. La editorial ha hablado de una novela en la que Max Aub, Roberto Bolaño, Dostoyevski y otros cientos de escritores entran y salen como personajes. Entiendo que es una idea atractiva para llamar a los lectores pero no creo que sea del todo la más representativa del libro. En el libro hay un único personaje básico, Álvaro Aliaga, que impregna todo a su paso con su enfermedad literaria. Aliaga es un profesor de instituto con conciencia de mediocre y aspiraciones literarias. Todos conocemos a varios Álvaros Aliagas, seres que viven inmersos entre libros y sueños de grandeza, y que constantemente hablan de ponerse a escribir y parir esa gran obra que llevan dentro (obra que en el 99% de los casos nunca llegan a poner por escrito y nunca llegan a merecer ese nombre de obra, generalmente porque olvidan que lo más importante para ser escritor es escribir). La novela se sitúa en Barcelona, que debe ser una de las ciudades con más habitantes con autoconciencia de escritores y artistas del mundo. Álvaro Aliaga lleva toda la vida viviendo confortablemente en ese camino de ida y vuelta entre lo que quiere hacer y lo que realmente hace, sintiéndose cómodo en la melancolía y el lamento. Y un día se encuentra con la oportunidad de ser un personaje, el protagonista del libro de otro, que parece estar novelizando su gris existencia.

Después de unos minutos, le amargó darse cuenta de que las historias curiosas no le pertenecían a él, sino a individuos imaginarios, tan ficticios como Alberto Alcedo o, tal y como empezaba a sospechar, como él mismo”. pg. 47

La sombra de Bolaño como autor de referencia entre los que no saben distinguir la vida de la literatura es realmente alargada, aunque no veo aparecer el estilo de Bolaño tan claramente como referencia en la escritura de Alba Ballesta. Bolaño es un caballo desbocado y la prosa de Alba Ballesta es más clásica y la novela va sugiriendo más que contando. La escritura de Alba Ballesta es estética y muy sensitiva. Es fácil (casi inevitable) oler el humo de los cigarros y el aroma del café en sus páginas, se saborean las mismas galletas rancias que come el protagonista, sentimos los pliegues y los músculos de los cuerpos de los personajes estirándose dentro del nuestro. La autora genera una poesía minimalista a partir de los pequeños fragmentos que van dibujando la historia, en los que no faltan nunca escritores que no escriben, ideas sobre otros libros, música, esas conversaciones inconexas que se cazan al azar y nos dejan pensando en las vidas tan interesantes que viven los demás. No sé si será así, pero me ha dado la impresión de que Alba Ballesta, aparte de narrativa, escribe poesía.

Con las piernas pegajosas sintió el género vaquero como si se tratase de una segunda piel, como si de repente, debido a la temperatura, los pantalones se hubiesen fundido y se hubiesen colado por los poros. Se los abrochó y se subió la cremallera muy despacio, para que le rozasen lo menos posible en el clítoris desnudo. Aún así, las costuras se le marcaban demasiado y se le aferraban a la raja, o la raja se adhería a ellas como una lapa a una roca, soltando una ligera mucosidad”. pg. 56

La estructura es fragmentaria y va terminando el cuadro por acumulación de detalles. El referente clásico de esta clase de novela que va de un rincón de la ciudad a otro es el Manhattan Transfer de John Dos Passos, o el pastiche castizo de La colmena de Cela. Para mí, sin embargo, la novela acaba pareciéndose más que a esos dos modelos a El hombre que inventó Manhattan de Ray Loriga, un libro con el que Rari Nantes comparte referencias culturales al pop, al cine y a la música, y una cierta manera de ser joven y observar. La estructura de la novela acaba cerrándose con un clásico recurso de manuscrito encontrado. No es una de mis estructuras preferidas, pero entiendo que los autores que la escogen lo hacen tratando de darle un último toque de realismo que justifique algunos de los sucesos leídos, que parecen salir de sueños, echándole la culpa a la imaginación de ese otro que ha escrito las páginas que el autor simplemente ha encontrado.

Nunca se han escrito libros tan flacos como en el siglo XX. Abundan los ejemplos, aunque solo voy a detenerme en dos o tres. En primer lugar, tenemos a Georges Perec, conocido por un libro robusto, aunque no ruso. Salvo La vida: instrucciones de uso, Perec se dedicó casi por completo a los libros famélicos”. pg. 191

Se puede (y me imagino que se habrá hecho) acusar a Rari Nantes de ser una novela demasiado ambiciosa. No seré yo quien considere que el exceso de ambición literaria sea un defecto. Creo que ya hay demasiado autor que no arriesga, mide de más y prefiere quedarse corto que pasarse de largo. Se nota en algunos momentos de la novela que la autora no ha querido dejar nada fuera. Ha pretendido atrapar todo el mundo dentro, y en algunos pasajes se nota demasiado que ha querido dejar constancia de su mundo particular, de las calles, bares y librerías reales de Barcelona por las que circula (que acaban resultando menos vivos que los paisajes mentales e inventados del libro). Alba Ballesta ha hecho lo que todo escritor que pretenda ese nombre debe hacer, escribir una novela que aspira a tener todo el mundo en sus doscientas y pocas páginas. No creo que merezca la pena sentarse a escribir si no es con la intención de hacer el mejor libro del mundo. Ella lo ha intentado. Y le ha quedado una novela magnífica. Última recomendación: Leí la novela de manera lineal cuando la cogí de la Biblioteca de Orihuela. Esta última semana la he llevado como lectura en el metro, y la he ido leyendo a fragmentos sueltos, como si fuera una película de Godard o Rayuela. Recomiendo a quienes se acerquen al libro que lo experimenten en ambos formatos. No hay demasiadas novelas que disociadas de la idea de la trama sigan resultando tan atractivas.

Salió del supermercado más flaco, más pálido y un poco menos vivo que cuando entró. El camino que había tenido que tomar hasta decidirse al fin por esas lasañas congeladas le había desgastado por completo, le había dejado exhausto del horror y horrorizado de la extenuación. De ahora en adelante el supermercado representaría para Álvaro el tártaro clásico”. pg. 71

Más reseñas el próximo lunes


Sr. E

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