Carpe
diem, de Saul Bellow
Ed.
DeBolsillo (1.956)
Los
Premios Nobel de Literatura llegan cada año y confirman nuestros
gustos (las menos de las veces), ante nuestra sorpresa premian por fin
a los autores que nos parecen más interesantes pero que parecían
alejados de esos honores (¿será 2.015 el año de DeLillo?) o nos
irritan con sus elecciones de autores casi desconocidos a los que no
tenemos ningún interés en leer. Hay Premios Nobel, sin embargo, a
los que parece que los años y las décadas van dando la razón.
Faulkner, Camus, Beckett, García Márquez, ganaron el Nobel y nadie,
le gusten más o menos sus obras, discute su importancia e influencia
en la literatura mundial. Saul Bellow ganó el Nobel en 1976, en el
mejor momento de su carrera, después de haber escrito Herzog y
El legado de Humboldt. Bellow sigue siendo hoy en día
considerado uno de los mejores narradores americanos del siglo XX, y
su influencia ha sido enorme en autores tan importantes (y distintos)
de las generaciones posteriores a la suya como Philip Roth y Martin
Amis. Ambos consideran a Bellow un maestro, un prosista de gran
calidad, y lo es, pero también es un muy buen narrador.
“¿Estaban
todos locos allí? ¿Qué clase de gente había? Una de cada dos
personas hablaba un lenguaje particular, surgido de su propia
imaginación; tenía sus propias ideas y sus costumbres
características. Si uno quería referirse a un vaso de agua, debía
remontarse a Dios, a la creación de los cielos y la tierra, a la
manzana, Abraham, Moisés y Jesucristo; a Roma, la Edad Media, la
pólvora; a la Revolución; de Newton a Einstein; para terminar con
la guerra, Lenin y Hitler. Después de pasar revista a todo eso y
dejar de nuevo cada cosa en su sitio, podía pasarse a hablar del
vaso de agua. <<Me estoy desmayando, tráiganme un vaso de
agua, por favor>>”. pg. 123
Bellow
escribe con una prosa que se lee con ligereza pero que analizada con
cuidado muestra un gran trabajo de estilo. La historia va fluyendo
con la facilidad con la que lo haría una anécdota de barra de bar.
Bellow es un escritor que maneja perfectamente los recursos de la
oralidad, da igual que sus personajes estén contando una historia de
adulterio que discutiendo de Spinoza, y dibuja unos retratos
costumbristas que se mantienen frescos pese a que algunas de las
expresiones que utiliza (él y sus traductores) se han quedado
antiguas. Seguramente leí las grandes novela de Saul Bellow (Herzog,
El legado de Humboldt, El planeta de Mr Sammler y
Las aventuras de Augie March) antes de estar preparado como
lector para asimilarlas en toda la riqueza que seguramente tienen.
Las leí bastante de seguido hace 8 o 10 años. Estaban bien, todas
me interesaban durante la lectura, la narración no embarrancaba,
pero creo que me perdí lo más profundo. Compré hace dos o tres
años sus Cuentos completos, y es un libro que he leído y
releído, y algunas de esas historias se han quedado bastante
presentes en mi cabeza. Me parece que debo volver a leer sus novelas
y valorarlo con un mayor bagaje como lector (y escritor). He empezado
por Carpe diem, una novela bastante breve, considerada menor
dentro de la producción de Bellow, y que se nota escrita con la
ligereza con la que un autor grande
afronta sus obras menos ambiciosas. Una novela menor, escrita con esa
ligereza, por uno de los principales narradores americanos del siglo
XX, es una novela de gran calidad en el panorama editorial, y merece
la pena acercarse a ella.
“Las
cosas se estaban poniendo de modo que la gente se estaba volviendo
imbécil en todo menos en cuestiones de dinero. Y el que no lo tenía
era un pelele. ¡Un pelele! Que debía pedir perdón y desaparecer de
la faz de la Tierra”. pg. 56
Carpe
diem es una novela cuyo tema
central creo que cuestiona el sistema económico liberal en el que
vivimos y hacia el que la sociedad empezaba a dirigirse hace ya
cincuenta años. Es la historia de un personaje, Tommy Wilhem, que se
siente un fracasado porque no ha triunfado económicamente en la
vida. Debe dinero, quiere más dinero para satisfacer el tren de vida
con el que aspiran a vivir su mujer y sus hijos. Siente que no ha
cumplido las expectativas de su padre, un cirujano que sí ha
triunfado, y a cuya sombra se ha quedado. La novela se va
desarrollando en unos pocos días, con encuentros con su padre,
conversaciones con su mujer, y articulada alrededor del proyecto para
hacerse rico en el que lo ha embarcado un psiquiatra de cuyo título
duda, que no para de inventarse historias, y que lo ha convencido
para invertir sus últimos dólares en manteca de cerdo, en base a un
soplo que le ha llegado.
“Se
reían del hombre a quien él había dado poderes para que invirtiera
en Bolsa sus últimos setecientos dólares. Habían comprado toda
aquella manteca de cerdo. Hoy tenía que subir”. pg. 64
La historia de Carpe diem
nos enfrenta a la dura realidad del hombre contemporáneo. La
soledad, la necesidad de superar a las generaciones anteriores, la
idea de que la única manera de triunfar es a través del éxito
profesional y económico, y que la lucha por el éxito es similar a
una ley de la jungla en la que todo vale. Bellow se adelantó (con
todas las diferencias) a las mismas tesis que Houellebecq empezó a
exponer en sus novelas a mediados de los noventa, a eso que el
francés llamó la Ampliación del campo de batalla. Bellow lo
hace, eso sí, con un sentido del humor que permite seguir viviendo.
Bellow escribe como un viejo en el que sigue habitando un niño
bromista. De hecho es posible que Bellow ya fuera un viejo con alma
de niño bromista cuando era un joven escritor (Carpe diem es de
1956, y Bellow tenía poco más de cuarenta años).
¿Es
que no ve usted que no se puede marchar en línea recta hacia la
victoria? Hay que ir en zigzag. La línea recta tuvo su época de
Euclides a Newton. La era moderna analiza la línea angulosa. pg. 96
Carpe
diem nos plantea la necesidad de
crecer, ser autónomo, y la incapacidad de escapar de lo que el mundo
piensa de nosotros. El final de la novela me parece que contiene una
imagen brillante que cierra la historia: Tommy Wilhem acaba en un
funeral, llorando desconsoladamente, consciente de que ha acabado por
perderlo todo, y llora tan desconsoladamente que los testigos acaban
pensando que debe tratarse del hermano del muerto. En algún momento
de la novela el protagonista se da cuenta de que nunca ha llegado a
crecer, que como su mujer le ha dicho tantas veces es un inmaduro, y
reflexiona sobre la triste verdad de que mientras un hombre sigue
dependiendo económicamente de su padre, como él, nunca llega a ser
un verdadero adulto. Bellow es un escritor que explicaba el mundo en
el que vivía, exponiendo sus interpretaciones de la sociedad de
manera perfectamente integradas en sus narraciones. La prosa es de
gran calidad y la estructura está medida a la perfección. Me parece
un buen prólogo para entrar en las novelas mayores de Bellow. A
ellas me iré acercando en los próximos meses.
“El
siete por ciento del país se está suicidando con el alcohol. Otro
tres por ciento, quizá, con la droga. Otro sesenta, simplemente
haciéndose polvo a base de aburrimiento. Otro veinte ha vendido su
alma al diablo. Luego hay un pequeño porcentaje de los que quieren
vivir. Eso es lo único que cuenta”. pg. 144
Más
reseñas el próximo lunes
Sr.
E
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