La habitación de Nona, de Cristina Fernández Cubas
Ed.
Tusquets (2.015)
El último libro de relatos de
Cristina Fernández Cubas había sido Parientes
pobres del diablo, editado en 2.006. En 2.008 Tusquets editó Todos los cuentos, que incluía sus cinco
libros de relatos hasta la fecha y que fue un relativo éxito (fue sin duda un
acontecimiento dentro del mundo de los lectores de relato breve en España que
estamos pendientes de las novedades, que podemos ser ¿5.000?; ni idea; por lo
que tengo entendido las tiradas de las editoriales señeras del género no suelen
pasar de los 1.000 – 1.500, y no sé cuánto tirarán Anagrama o Tusquets de los
pocos autores españoles de relato a los que editan con regularidad, hago
recuento y me salen Sergi Pàmies y Quim Monzó en Anagrama y Fernández Cubas en
Tusquets). Han pasado nueve años sin nuevos cuentos de la autora, lo cual son
muchos años, pero tampoco es algo extraño en ella, pues parece ser una autora
que macera bien sus historias y debe selecciona mucho lo que publica. Van seis
libros de cuentos desde 1980, y cuando publicó Parientes pobres del diablo en
2.006 salía de 12 años de silencio en el género, desde que en 1.994 apareciera Con Agatha en Estambul.
La
habitación de Nona
recupera motivos y tonos habituales en la narrativa de Cristina Fernández
Cubas. Los que la hayan leído con anterioridad reconocerán rápidamente el
estilo y las obsesiones de la escritora, y quienes la lean por primera vez se
sentirán pronto en casa. El libro está compuesto por 6 relatos, algunos de los
cuales se acercan más a la longitud y desarrollo de una nouvelle que de un cuento, y en los que lo fantástico, en la
mayoría de los casos, aparece como una segunda piel de la realidad. La sintaxis
de Fernández Cubas es elástica y musical y se adapta bien en cada momento a lo
que está contando, y el lector aficionado al género reconocerá distintos
motivos clásicos de la narrativa fantástica en estos relatos, a los que la
autora dota de su toque personal.
“y enseguida, nada más fijarme en
sus caras, comprendí de golpe varias cosas. Que Nona no era francesa, en primer
lugar. Y, sobre todo, que la palabra <<especial>> no significaba
forzosamente algo muy bueno”. pg. 17
El libro tiene como cita inicial
la siguiente frase de Albert Einstein: “La realidad es simplemente una ilusión,
aunque muy persistente”. Es una idea que sobrevuela todas sus páginas, y como
ya he dicho, prácticamente toda la obra de Fernández Cubas (he leído toda su
narrativa breve). Esta idea, así como otra cita que se le atribuye a Einstein
en el relato La nueva vida y que
habla de la coincidencia de presente, pasado y futuro son dos ideas que se
repiten casi con las mismas palabras en otros puntos del libro. La autora traza
una muy débil frontera entre lo que es y lo que aparece, lo imaginario y lo
real. El estilo es lírico y clásico, y siempre le he encontrado muchas
similitudes a las historias de esta autora con las Historias fantásticas de Bioy Casares, que no es, ni mucho menos,
el único modelo, pues la escritura de Fernández Cubas, por su desarrollo y por
el largo tiempo que se toma para elaborar cada uno de sus libros, como si los
estuviera destilando, hace pensar en una autora que ha bebido de toda la
tradición que viene desde Poe hasta encontrar su propia fórmula.
“Alicia respiró hondo. No sería un
robo, sólo un préstamo. Nadie la había visto subir. La casa no tenía portera ni
se habían cruzado con nigún vecino. Y, además, ¿quién creería a la vieja?” pg.
54
Los seis relatos que componen La
habitación de Nona son: La habitación de
Nona, Hablar con viejas, Interno con figura, El final de Barbro, La nueva
vida y Días entre los Wasi – Wano.
Los que más se acercan al fantástico clásico son los dos primeros y La nueva
vida. La habitación de Nona nos
cuenta, desde la perspectiva de su hermana, la vida de Nona, una niña especial,
y la autora juega con los múltiples sentidos de la palabra especial, así como
con la fuerza de la imaginación, hasta el punto de cuestionar la existencia
real de la narradora. Hablar con viejas
es un relato que parte de una situación de actualidad como es la posibilidad de
que a una chica joven vayan a desahuciarla hasta acabar en lo más parecido a un
relato de terror que encontraremos en el volumen, siendo una vieja en
apariencia inocente con la que la joven entablará conversación el medio elegido
para ese salto. Interno con figura
nos sitúa en un museo frente a un cuadro titulado Interno con figura en el que una mujer está interesada observando
cómo un grupo de niños ve dicho cuadro (que de hecho también es la imagen que
aparece en la portada del libro). En ese cuadro hay un niño que parece estar
escondiéndose, y la mujer que analiza a los niños que están viendo el cuadro empieza
a fantasear sobre los motivos que pueden llevar a una de esas niñas que miran
el cuadro a tener miedo de sus padres. El
final de Barbro es un relato de ambiente familiar. De familia que se
desintegra, o al menos se desestabiliza ante la aparición de un nuevo miembro,
la Barbro del título, la nueva mujer del padre, ante cuya presencia las tres
hijas se pondrán a la defensiva. La nueva
vida es probablemente, junto a Interno
con figura, el cuento en el que la protagonista está más cerca de la
autora, y de las circunstancias por las que Cristina Fernández Cubas ha pasado
en los últimos años. Una mujer que se ha quedado viuda después de muchos años
de relación viene de Barcelona a pasar unos días a Madrid y se plantea que debe
iniciar su nueva vida, aunque no sabe cómo podrá hacerlo. Esas ganas de
afrontar el futuro acabarán llevándola a un viaje al pasado, en la línea de la frase
de Einstein que sitúa en el mismo plano de la realidad al pasado, al presente y
al futuro, entrelazados.
“Y nos quedamos de piedra, sin
poder hablar. De piedra y sin palabras. Porque las piedras no hablan ni sienten
ni tienen emociones. Las piedras son sustancias minerales de consistencia dura
y compacta”. pg. 89
La
habitación de Nona,
Hablar con viejas y La nueva vida son los tres relatos que
siguen de una manera más clásica los parámetros de la literatura fantástica. La
última historia, Días entre los Wasi –
Wano, es por longitud prácticamente una nouvelle,
como dirían los franceses. No es demasiado frecuente esta longitud de en torno
a 50 – 60 páginas en la narrativa breve española, y todos los autores que la
practican coinciden en su dificultad. Es, sin embargo, una distancia en la que
Fernández Cubas se desenvuelve perfectamente, como se veía en Parientes pobres del diablo, un libro de
sólo tres historias, todas ellas de estas características, y tal vez Días entre los Wasi – Wano sea el mejor
relato del libro. Aquí lo fantástico viene del interior de la mente de la niña
narradora, y no hay trastornos que lo justifiquen. Se trata del puro poder de
la imaginación. Es un relato que nada más iniciarlo llevó mi memoria lectora a
recordar La fiebre azul, primer
relato de Parientes pobres del diablo.
Una casi adolescente y su hermano pequeño son enviados a pasar el verano con su
tío, que les contará mil historias sobre la tribu de los Wasi – Wano, una tribu
que quizá ni existe (o sí, pero no de la manera habitual en la que existen las
tribus), y que les servirá de gancho para aprender que existen otros caminos en
la vida aparte de los más trillados, pero que ningún camino lo es sólo de rosas.
Fernández Cubas, como en muchas de sus historias, nos retrotrae a la infancia y
a su desbordada imaginación, dejándonos al final de sus páginas un regusto
melancólico por la capacidad para intercalar lo extraordinario entre lo
rutinario que hemos perdido.
“De todos los epítetos con los que
la familia despachaba con regularidad su alegre existencia, Viva la Virgen era
el que más me intrigaba y gustaba al mismo tiempo. Los imaginaba en la
intimidad de su hogar, en el comedor, en la cocina, en el dormitorio, cogiendo
hatos de ropa, sábanas, manteles, alzándolos al aire y dejándolos caer al grito
de ¡Viva la Virgen! Con las cacerolas y sartenes pasaban aún mejor. ¡Viva la
virgen!” pg. 138
Siempre he emparentado el
acercamiento al fantástico de esta escritora, que muchas veces se aprovecha de
la mirada de los niños y adolescentes, tan impresionables y sugestionables, con
las primeras historias de Adelaida García Morales, una autora que empezó a
publicar en fechas cercanas a Fernández Cubas, que tuvo bastante más éxito que
ella (gracias sobre todo a la adaptación de Víctor Erice de la película El sur) y que pasó pronto a una segunda
línea. El prestigio de Fernández Cubas, por el contrario, ha tenido un
crecimiento bastante más lento, pero siempre constante, y cada uno de sus
nuevos libros parece situarla en un nuevo punto máximo de su trayectoria. En la
solapa de presentación de la autora, se cita una frase del profesor Pozuelo
Yvancos referida a Cristina Fernández Cubas: “la mejor cuentista de la
literatura española”. ¿Lo es? Siempre parece muy atrevido entregar títulos como
ése, pero si nos sentimos en la obligación de entregarlo, desde luego es una
buena candidata.
“Y hago lo único que puedo hacer.
Escribo un cuento”. pg. 77
Más
reseñas el próximo lunes
Sr.
E
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