jueves, 11 de julio de 2019

Ensayo sobre el jukebox y Ensayo sobre el cansancio, de Peter Handke


Ensayo sobre el jukebox y Ensayo sobre el cansancio, de Peter Handke (Alianza)

Hay un viejo texto de Félix Romeo que circula con asiduidad por internet y que habla más de quién era Romeo (un escritor romántico, un personaje auténtico, a ratos extremo, tanto en sus textos como en sus filias y lecturas) que de Handke. En ese texto, Desesperadamente buscando a Peter Handke, que años después fue incluido en el libro Peter Handke y España, Romeo narra una excursión excéntrica y sin mucho sentido. Algo así como todo lo que debía hacer el escritor español, que decide ir a Soria a ver si se encuentra con Peter Handke.

Aquel viaje que emprende Félix Romeo se produjo en 2006, cuando Handke volvió a significarse políticamente a favor del bando serbio en la Guerra de los Balcanes y creo (apostaría a ello) que hundió definitivamente su carrera. Y me explico, porque no estoy hablando de su escritura sino que estoy hablando de su carrera literaria. Estoy convencido de que allá por 1975, teniendo Peter Handke poco más de treinta años y habiendo publicado ya El miedo del portero al penalty, La mujer zurda, El momento de la sensación verdadera o Desgracia impeorable, era una buena apuesta ponerle unos cuantos marcos a que sería ganador del Premio Nobel en las tres décadas siguientes. Si le quedaban opciones a mediados de la década de los 2000, las terminó de enterrar poniéndose otra vez al lado de Milosevic. ¿Y dejó de escribir bien Handke? Creo que no.

No me puedo definir como un experto en su obra, de la que he leído seis o siete de sus novelas más conocidas y ahora estos dos “ensayos” (y ya explicaremos más adelante las comillas), pero es una obra que se sostiene por sí misma de sobra. Las novelas de Handke, esas de los primeros setenta, son la obra de un hombre joven que ha decidido quemarlo todo, que apunta a Albert Camus y a un existencialismo vacío, que profundiza aún más en la idea del absurdo del escritor francés y le quita la poca esperanza que aquel dejaba. El miedo del portero al penalty, que releí hace unos meses, me hace pensar en El extranjero, y me parece aún más desoladora.

Llegaba, decía, a Ensayo sobre el jukebox desde el artículo de Félix Romeo. Romeo cuenta que en su adolescencia leía sin parar a Handke y le daba muy fuerte. Y es comprensible. Cuando eres adolescente, y ningún escritor vocacional deja de serlo del todo nunca, ese tipo de prosa, que aparte de hipnótica (y lo es) parece claramente entregada a la literatura. Handke es el escritor que lo apuesta todo al lápiz y su cuaderno, y es con eso con lo que sueña (aunque luego no lo haga) el escritor vocacional, ese lector adolescente en busca de modelos. Romeo va a Soria a buscar a Handke porque por allí pasó, a finales de los ochenta, el escritor austríaco durante la escritura de su Ensayo sobre el jukebox.

Y llegamos al primer libro. Este Ensayo sobre el jukebox es apenas un ensayo, apenas dedica unos pocos párrafos a hablar de la historia de las primeras máquinas de discos. Ni siquiera es un ensayo más o menos memorialístico, no se trata de un narrador que sea Peter Handke o un trasunto cercano contando sus experiencias con los jukebox, hay de eso pero es secundario. Ni le interesa demasiado la música popular, nos dice, ni el baile. Nunca ha sido coleccionista de discos pero sí de esos momentos presididos casi por el azar en los que dejaba caer una moneda y esperaba a que arrancara el disco que la máquina tuviera reservado para él. Tal vez por eso, por esa mezcla de destino y azar, le gustaban especialmente los jukeboxes en las ciudades fronterizas, en los lugares con puerto. ¿Y dónde encaja Soria en todo eso? Pues encaja en la medida en que la lógica de Handke al escribir es una lógica torcida que va concatenando causas y efectos, razones y consecuencias que funcionan en la página pero apenas lo harían o muy difícilmente en la vida real. Aunque mientras leemos a Handke esa es nuestra vida real y nos creemos que esa es su vida real. Handke va a Soria porque está viajando por España y le llama la atención el aislamiento histórico de esa ciudad y cree que será posible encontrar en ella un jukebox, un náufrago de un tiempo que ya estaba replegándose en 1989, cuando escribe el libro, y que ahora suena mucho más antiguo. Encontrar ese jukebox en Soria parece imprescindible para arrancar ese libro que quiere escribir, el ensayo que pretende lanzar. Y se trata de un libro en marcha, efectivamente, un libro que narra las peripecias, pero más los pensamientos y las sensaciones, de un Peter Handke que renuncia ya preventivamente a escribir de verdad el libro que había planeado y va escribiendo otro distinto, sugerente, lleno de párrafos que nos emborrachan y nos llevan y traen, estos sí, a algo que suena a música del azar.

Ensayo sobre el cansancio se parece a Ensayo sobre el jukebox en que tampoco hay un estudio sistemático ni una tesis. No son esa clase de ensayos, simplemente. Supongo que Handke eligió la palabra porque pensó que necesitaba alguna con la que describir esos libros y quería que al menos quedara claro que no eran novelas. También se parecen los dos libros en que comparten la morosidad en la escritura (son libros que avanzan muy lentamente, de un modo artesano y sorprendente para sus escasas 100 páginas), la sensación de que las palabras nos están aletargando, y este libro aún más. Pero Ensayo sobre el cansancio sí se acerca más, ya que no a un ensayo al uso, sí a un libro sobre la experiencia personal de Handke con el cansancio. Supongo que en esta sociedad postindustrial y tan exigente en la que nunca se desconecta del todo y en la que el trabajo tiene largos tentáculos que nos persiguen en todo momento y lugar, todos nos hemos sentido alguna vez terriblemente cansados. Exhaustos. Esa clase de cansancio que es casi metafísico. Handke habla de esa sensación inaugural de cansancio, ese cansancio inmenso que no se cura con sueño porque no está pidiendo sueño, no solo sueño, no tiene un remedio tan fácil como tumbarse y cerrar los ojos y levantarse unas horas más tarde. Y se dedica a ir rastreándolo por su vida. A volver a él. Hay en general en los libros de Handke que he leído una tendencia a la idea de retorno, de repetición de un momento iniciático. Algo así como budista y relacionado con la reencarnación. La búsqueda permanente de la sensación verdadera de la que habla uno de sus títulos y que relaciono, no sé por qué, con la sensación que sus textos dejan de estar revisados unas mil veces cada uno, ajustando cada frase hasta que los adjetivos se han vuelto transparentes y los verbos corren con suavidad.

Vale la pena leer a Handke, y estos dos libros son un buen comienzo, menos áridos que algunas de sus novelas, más accesibles de lo que pueda parecer por la sinopsis de sus tramas (habría que escribir “sinopsis” en el caso de Handke). Ensayos poéticos o poesía pensada, como sea más adecuado decirlo.

Seguiremos leyendo

Felices lecturas

Sr. E

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