Ensayo sobre
el jukebox y Ensayo sobre el cansancio, de Peter Handke
(Alianza)
Hay un
viejo texto de Félix Romeo que circula con asiduidad por internet y
que habla más de quién era Romeo (un escritor romántico, un
personaje auténtico, a ratos extremo, tanto en sus textos como en
sus filias y lecturas) que de Handke. En ese texto, Desesperadamente
buscando a Peter Handke, que años después fue incluido en el
libro Peter Handke y España, Romeo narra una excursión
excéntrica y sin mucho sentido. Algo así como todo lo que debía
hacer el escritor español, que decide ir a Soria a ver si se
encuentra con Peter Handke.
Aquel
viaje que emprende Félix Romeo se produjo en 2006, cuando Handke
volvió a significarse políticamente a favor del bando serbio en la
Guerra de los Balcanes y creo (apostaría a ello) que hundió
definitivamente su carrera. Y me explico, porque no estoy hablando de
su escritura sino que estoy hablando de su carrera literaria. Estoy
convencido de que allá por 1975, teniendo Peter Handke poco más de
treinta años y habiendo publicado ya El miedo del portero al
penalty, La mujer zurda, El momento de la sensación
verdadera o Desgracia impeorable, era una buena apuesta
ponerle unos cuantos marcos a que sería ganador del Premio Nobel en
las tres décadas siguientes. Si le quedaban opciones a mediados de
la década de los 2000, las terminó de enterrar poniéndose otra vez
al lado de Milosevic. ¿Y dejó de escribir bien Handke? Creo que no.
No me
puedo definir como un experto en su obra, de la que he leído seis o
siete de sus novelas más conocidas y ahora estos dos “ensayos”
(y ya explicaremos más adelante las comillas), pero es una obra que
se sostiene por sí misma de sobra. Las novelas de Handke, esas de
los primeros setenta, son la obra de un hombre joven que ha decidido
quemarlo todo, que apunta a Albert Camus y a un existencialismo
vacío, que profundiza aún más en la idea del absurdo del escritor
francés y le quita la poca esperanza que aquel dejaba. El miedo del
portero al penalty, que releí hace unos meses, me hace pensar en El
extranjero, y me parece aún más desoladora.
Llegaba,
decía, a Ensayo sobre el jukebox desde el artículo de Félix Romeo.
Romeo cuenta que en su adolescencia leía sin parar a Handke y le
daba muy fuerte. Y es comprensible. Cuando eres adolescente, y ningún
escritor vocacional deja de serlo del todo nunca, ese tipo de prosa,
que aparte de hipnótica (y lo es) parece claramente entregada a la
literatura. Handke es el escritor que lo apuesta todo al lápiz y su
cuaderno, y es con eso con lo que sueña (aunque luego no lo haga) el
escritor vocacional, ese lector adolescente en busca de modelos.
Romeo va a Soria a buscar a Handke porque por allí pasó, a finales
de los ochenta, el escritor austríaco durante la escritura de su
Ensayo sobre el jukebox.
Y
llegamos al primer libro. Este Ensayo sobre el jukebox es apenas un
ensayo, apenas dedica unos pocos párrafos a hablar de la historia de
las primeras máquinas de discos. Ni siquiera es un ensayo más o
menos memorialístico, no se trata de un narrador que sea Peter
Handke o un trasunto cercano contando sus experiencias con los
jukebox, hay de eso pero es secundario. Ni le interesa demasiado la
música popular, nos dice, ni el baile. Nunca ha sido coleccionista
de discos pero sí de esos momentos presididos casi por el azar en
los que dejaba caer una moneda y esperaba a que arrancara el disco
que la máquina tuviera reservado para él. Tal vez por eso, por esa
mezcla de destino y azar, le gustaban especialmente los jukeboxes en
las ciudades fronterizas, en los lugares con puerto. ¿Y dónde
encaja Soria en todo eso? Pues encaja en la medida en que la lógica
de Handke al escribir es una lógica torcida que va concatenando
causas y efectos, razones y consecuencias que funcionan en la página
pero apenas lo harían o muy difícilmente en la vida real. Aunque
mientras leemos a Handke esa es nuestra vida real y nos creemos que
esa es su vida real. Handke va a Soria porque está viajando por
España y le llama la atención el aislamiento histórico de esa
ciudad y cree que será posible encontrar en ella un jukebox, un
náufrago de un tiempo que ya estaba replegándose en 1989, cuando
escribe el libro, y que ahora suena mucho más antiguo. Encontrar ese
jukebox en Soria parece imprescindible para arrancar ese libro que
quiere escribir, el ensayo que pretende lanzar. Y se trata de un
libro en marcha, efectivamente, un libro que narra las peripecias,
pero más los pensamientos y las sensaciones, de un Peter Handke que
renuncia ya preventivamente a escribir de verdad el libro que había
planeado y va escribiendo otro distinto, sugerente, lleno de párrafos
que nos emborrachan y nos llevan y traen, estos sí, a algo que suena
a música del azar.
Ensayo
sobre el cansancio se parece a Ensayo sobre el jukebox en que tampoco
hay un estudio sistemático ni una tesis. No son esa clase de
ensayos, simplemente. Supongo que Handke eligió la palabra porque
pensó que necesitaba alguna con la que describir esos libros y
quería que al menos quedara claro que no eran novelas. También se
parecen los dos libros en que comparten la morosidad en la escritura
(son libros que avanzan muy lentamente, de un modo artesano y
sorprendente para sus escasas 100 páginas), la sensación de que las
palabras nos están aletargando, y este libro aún más. Pero Ensayo
sobre el cansancio sí se acerca más, ya que no a un ensayo al
uso, sí a un libro sobre la experiencia personal de Handke con el
cansancio. Supongo que en esta sociedad postindustrial y tan exigente
en la que nunca se desconecta del todo y en la que el trabajo tiene
largos tentáculos que nos persiguen en todo momento y lugar, todos
nos hemos sentido alguna vez terriblemente cansados. Exhaustos. Esa
clase de cansancio que es casi metafísico. Handke habla de esa
sensación inaugural de cansancio, ese cansancio inmenso que no se
cura con sueño porque no está pidiendo sueño, no solo sueño, no
tiene un remedio tan fácil como tumbarse y cerrar los ojos y
levantarse unas horas más tarde. Y se dedica a ir rastreándolo por
su vida. A volver a él. Hay en general en los libros de Handke que
he leído una tendencia a la idea de retorno, de repetición de un
momento iniciático. Algo así como budista y relacionado con la
reencarnación. La búsqueda permanente de la sensación verdadera de
la que habla uno de sus títulos y que relaciono, no sé por qué,
con la sensación que sus textos dejan de estar revisados unas mil
veces cada uno, ajustando cada frase hasta que los adjetivos se han
vuelto transparentes y los verbos corren con suavidad.
Vale
la pena leer a Handke, y estos dos libros son un buen comienzo, menos
áridos que algunas de sus novelas, más accesibles de lo que pueda
parecer por la sinopsis de sus tramas (habría que escribir
“sinopsis” en el caso de Handke). Ensayos poéticos o poesía
pensada, como sea más adecuado decirlo.
Seguiremos
leyendo
Felices
lecturas
Sr. E
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