jueves, 18 de julio de 2019

El expreso de Tokio, de Seicho Matsumoto


El expreso de Tokio, de Seicho Matsumoto (Libros del Asteroide)

Llegué a este libro de Seicho Matsumoto después de oír en un programa de radio que hablaban de él como del Simenon japonés. Desconfío de expresiones como esa, del García Márquez indio, del Philip Roth esloveno, del García Lorca argentino, etc. Pero es frecuente que me apetezca leer una novela de Simenon, que es una experiencia que quienes hagan con frecuencia conocerán qué quiere decir, y quise probar a otro Simenon. Busqué y vi que en la biblioteca había dos libros de Matsumoto editados por Libros del Asteroide y elegí este.

Hay un cierto parentesco entre la escritura de Matsumoto y Simenon, ciertamente, pero luego descubrí que aparte del cierto ambiente común y una cercanía en la escritura, una sencillez aparente, un retrato despiadado del hombre y la mujer grises, aparentemente inofensivos pero capaces, como todos, de lo peor, se habla de él como del Simenon japonés porque igual que el autor belga era muy prolífico (aunque no tanto).

El expreso de Tokio, por ir pasando al libro, no es una obra maestra de la literatura, ni lo pretende. Está diseñado para ser una obra popular y parece ser que a mediados de los años cincuenta consiguió serlo de sobra en Japón. Pero nunca olvidemos que Hitchcock también hacía cine con pretensiones populares, y eso no desmereció nunca su calidad. El expreso de Tokio es un bestseller, cierto, pero es un bestseller bien hecho.

Un hombre y una mujer, aparentemente amantes, aunque nadie en sus círculos más cercanos conocía dicha relación (podían sospechar que tenían un amante, pero no sabían nada sobre quién era), se suicidan, simultáneamente y se supone que de acuerdo, en una playa al sur de Japón. Los habían visto partir, casualmente, unas compañeras de trabajo de ella (que era camarera) y un cliente del restaurante que casualmente conocía al hombre, contacto suyo en un ministerio para el que es proveedor de maquinaria.

La policía, tirando del hilo hacia atrás, llega a esos testigos, y analizando el comportamiento un tanto errático de los dos suicidas desde que salieron de Tokio hasta que sucedió el hecho, empiezan a dudar de que realmente sea un suicidio. Hay una densa historia de corrupción en los ministerios japoneses, enfermos, visitas, y muchos viajes en tren. Ese testigo accidental de la salida de los dos amantes de Tokio se convierte en la clave para un policía al que todos los hilos sueltos que encuentra en la investigación están mosqueando. Pero su coartada en cada momento clave es perfecta. Siempre tiene testigos y siempre tiene pruebas de dónde estaba, que casi siempre era viajando. Sus coartadas son tan perfectas que solo hacen que el policía sospeche más. Son demasiado perfectas.

La novela se convierte en la historia de un policía tratando de resolver un puzzle, tirando del hilo de una madeja que quiere desenredar, una labor en la que siempre tropieza con un tren que salió puntualmente, con un revisor que vio al hombre, o con un viejo conocido que se lo encontró en el momento del trasbordo. El libro tiene algo más de doscientas páginas y es un policial perfecto (he leído mucho a Simenon y solo este libro de Matsumoto, pero diría desde ese desequilibrio que aquí pesa mucho más el elemento de novela policial y resolución de un enigma que en las novelas de Simenon, más dadas a recrearse en los ambientes y en los detalles, más negras, aunque casi siempre son grises, más que policiales). Termina con uno de esos dobles tirabuzones que cuestionan nuestra capacidad de creer en lo inverosímil o en lo rebuscado, pero se le perdona perfectamente. El juego estructural con los trenes, los horarios, los viajes y las coartadas encaja muy bien y nos guía en hora a cada nueva pista.

Se lee en poco más de tres horas y nos dejará un buen sabor de boca. Se puede disfrutar en una tarde larga en el sillón que más nos guste para leer en casa o en un parque a la sombra. Lo recomiendo para una lectura ligera, quizá, por qué no, como una compañía perfecta para un viaje en tren.

Seguiremos leyendo

Felices lecturas

Sr. E

No hay comentarios:

Publicar un comentario