viernes, 7 de julio de 2017

Recomendaciones para el verano (I)

Recomendaciones para el verano (I)

Este verano el blog va a tomarse vacaciones. Por distintos motivos, pero especialmente para oxigenarlo y para disponer de tiempo para determinar si merece la pena seguir con un empeño que nadie me pide que lleve a cabo y que como tal siempre despierta en uno mismo la sospecha de si no se tratará de una labor absurda.

Algunos de estos libros ya estaban reseñados. Otras recomendaciones son las de siempre. También aprovecharé para recomendar algunos libros que he leído en lo que va de 2017 pero que se han ido quedando fuera del blog.

Algunas recomendaciones van más explicadas, otras menos. Espero que alguien pase por este blog casualmente, se detenga a leer esta entrada, que no tengo claro si no será la última, al menos por un largo tiempo, y se decida a escoger alguno de estos libros para que le haga compañía durante estos dos próximos meses.

¿Qué buscamos leer en verano? Depende de cada cual. Hay quien quiere libros ligeros. Quien quiere libros de género negro o de terror, quien prefiere leer ensayo o repasar las novedades del curso. Otros eligen relatos, novelas filosóficas, completar la obra completa de autores a los que admiran. Muchos optan por dedicar el verano a los clásicos a los que nunca se acercan en invierno.


Cuentos
Cuentos completos de Nikolái Gógol (Nevsky): Si alguien me dijera: Recomiéndame, por favor, un único libro para leer este verano, y me especificara que quiere que ese libro sea largo, denso, complejo, pero también divertido, como el mundo, triste, alegre, poliédrico, como la vida. Si alguien me dijera eso, le recomendaría sin duda este.


Un libro largo de cuentos cortos, de Etgar Keret (Siruela): Si queremos cuentos cortos, que se lean deprisa y se piensen lentamente, debemos leer a Keret. En verano y en invierno. Imagina que tu situación es la de: Solo puedo llevarme un libro a esos días de hotel de playa. Puedes elegir llevarte a Keret. En sus páginas tendrás toda clase de situaciones, sensaciones, subidas y bajadas. Tiene algo mágico el escritor israelí. Es capaz de coger una historia, desplegarla en toda su riqueza, dejarla caer, resucitarla, darle el fin que se merece, y hacerlo en solo 2 o 3 páginas. Este libro reúne todas sus colecciones de cuentos traducidas hasta el momento. Un caramelo que no pierde sabor.

Nuevas teorías sobre el orgasmo femenino, de Diego Sánchez Aguilar (Balduque): Tras ese título tan horrible, que parodia los titulares de las revistas tipo Cosmopolitan, se esconde una colección de relatos que nos habla, o así lo entiendo, de las relaciones de pareja, de trabajo, de las esclavitudes y relaciones de poder que se establecen en todas ellas. Habla de la sociedad del policonsumo, en la que todo se enfoca en términos de compra y triunfo, todo, tristemente todo. El libro no se limita a desarrollar ideas interesantes, que ya sería una muy buena noticia, sino que añade además un dominio de la forma admirable. Es un libro de siete cuentos bastante largos, variados en su escritura, muy rico literariamente. No por nada, dicho libro, el primero de narrativa de Diego Sánchez Aguilar, se llevó el Premio Setenil 2016 al mejor libro de relatos publicado ese año.


Tejidos y novedades, de Cristina Grande (Xordica): Qué pocos autores saben condensar en 2 páginas cuentos completos. Qué gusto da tener amigos que te cuentan una anécdota y lo hacen tan bien que no los interrumpes ni un instante, sino que callas y escuchas. Cristina Grande es una autora capaz de desarrollar todo un relato en 2 páginas o menos. Y a la vez es esa amiga que nos cuenta una anécdota aparentemente trivial pero que queremos saber cómo sigue y de la que alguna lección sacamos siempre, aunque solo sea la convicción de que la vida no nos enseña nada casi nunca. En Tejidos y novedades, la autora recogió sus dos primeros libros de cuentos, prácticamente inencontrables (La novia parapente y Dirección noche) y algunos otros textos. Un librito delicioso del que ir tomando una lectura al día durante el verano, a modo de vitaminas para el cerebro.

Trescientos días de sol, de Ismael Grasa (Xordica): Qué sol hace en verano. Y cómo nos molesta a algunos, que no sabemos ya qué hacer para huir de él. Hablé hace poco de El jardín, de Ismael Grasa, y allí dejaba de pasada una referencia a mi absoluta devoción por este libro.





Me gustan los cuentos, y me gustan los cuentos de terror. No olvidemos que el padre en muchos sentidos del relato moderno es Edgar Allan Poe, y construyó su referencia desde el terror y lo fantástico. Sin dar muchos más motivos, se me ocurre que son buenas lecturas o relecturas para este próximo verano:

Pesadilla a 20.000 pies y otros cuentos insólitos y terroríficos, de Richard Matheson (Valdemar): Matheson es uno de los padres del relato de terror americano contemporáneo. En esta recopilación de la editorial Valdemar Stephen King escribe el prólogo y reconoce su deuda con él. Algunos de sus cuentos están en cualquier antología de relato fantástico y de terror, y quien los lea reconocerá su influencia directa e indirecta en muchas películas y series de televisión.




Fantasmas, de Joe Hill (Suma de Letras): Joe Hill es el hijo de Stephen King. Muchos escritores de terror jóvenes lo son en un sentido figurado, y él también lo es en ese sentido, pero él además lo es literalmente. Tan pesado debió ver el fardo de expectativas que le cargarían si publicaba con su nombre, que eligió un pseudónimo para publicar sus libros. Y este fue el primero. Una colección que recorre los lugares comunes del género fantástico, y le aporta algunos enfoques sutiles, originales, realmente valorables.




Relatos de Stephen King: Si recomiendo los libros del hijo de Stephen King y uno de sus padres literarios, deberíamos cerrar con los libros de relatos del propio King. Aparte de un novelista solvente, que lo es, creo que Stephen King es uno de los mejores escritores de cuentos de su generación. A mi entender, así como la calidad de sus novelas ha bajado bastante desde los años 80 (después de Misery, aproximadamente), nunca ha dejado de ser un cuentista a tener muy en cuenta. ¿Qué colecciones leer? Yo he leído y todas merecen la pena El umbral de la noche (1978), Pesadillas y alucinaciones (1993), Todo es eventual (2003), Después del anochecer (2008). Todos los veranos pasamos una semana en una casa en el campo, sin wifi ni teléfono, y siempre me llevo uno de ellos conmigo.


El señor de las muñecas y otros cuentos de terror, de Joyce Carol Oates (Alba): Fue un descubrimiento casual en la biblioteca. Últimamente he leído varios libros de Joyce Carol Oates, pero tiene tanto escrito, tanto traducido ya y publicado en tantas editoriales que es muy difícil tener algo parecido a un plan de lectura con ella. Este librito es perfecto. Nada falla en él. Todo nos toca, nos tensa, nos perturba.




Un libro de difícil clasificación

Diarios de las estrellas, de Stanislaw Lem (Alianza): ¿Por qué no dedicar el verano a leer relatos que son a la vez cuentos, reflexiones filosóficas, estudios mitológicos y teológicos, aventuras desvariadas, reflejos deformados del mundo y críticas a la autoridad? ¿Por qué no? Y, ¿por qué no empezar con los Diarios de las estrellas?





Novela contemporánea

Pánico al amanecer, de Kenneth Cook (Seix Barral): Llegué a esta novela a través de alguna reseña. Apunté el título hace meses y por fin lo leí hace unas semanas. La cubierta de la edición española (primera traducción, 50 años después, de una novela de amplio éxito en el mundo anglosajón) nos muestra la admiración de J. M. Coetzee y Nick Cave por este clásico de la literatura australiana. Para mí es suficiente con eso. La novela nos presenta a John Grant, un profesor destinado a un pequeño pueblo del interior de Australia, donde da clases en una escuela rural entre silencio, polvo y sol abrasador. Se muere de asco, pero debe cumplir 2 años antes de regresar del exilio. Después del primer curso, tiene 6 semanas de vacaciones por delante. Pero, algo pasará. Tiene que pasar una noche, antes de ir hacia Sidney, en la ciudad de referencia del condado. Allí todo se lía y acaba perdiendo hasta el dinero para el billete de autobús en una timba. Sin dinero y atrapado en esa falsa amabilidad, irá descubriendo un mundo de violencia sorda, ciega, mientras va cayendo poco a poco en la locura.

La caza del carnero salvaje, de Haruki Murakami (Tusquets): La última vez que pasé de 50 páginas en un libro de Murakami fue en 1Q84. Nunca he sido uno de sus fanáticos lectores, pero sí lo he leído con gusto muchas veces. Pero se me había acabado el gusto por sus historias. El verano pasado leí sus dos primeras novelas cortas, recién traducidas, y sin entusiasmarme, me hicieron reencontrar ciertas sensaciones de lectura. La caza del carnero salvaje, que ha sido reeditada hace poco, es una de las primeras novelas de Murakami. Se trata de un libro extraño, pero que me enganchó. Como en muchos libros del autor, la extrañeza acaba siendo forzada y hay puntos en los que no se sabe si calificar lo que se está leyendo de imaginativo o ridículo. Me ha gustado la novela, de todas maneras. Como sus novelas se van traduciendo y editando en un orden no estrictamente cronológico, se pierde a veces la referencia de la evolución de su escritura. Y he encontrado en ella conexiones con las dos primeras novelas cortas del autor (Escucha la canción del viento y Pinball 73) y con otra novela que estaba bastante bien como Baila, baila, baila. No hay que ser un sutil lector para encontrarlas, la verdad, pues aparecen en esta Caza del carnero salvaje personajes de las primeras y paisajes de la segunda. Leídas estas tres obras como trilogía dibujan un interesante Murakami, bastante distinto del que luego ha sido (no pretendo decir que mejor, pero sí otro).

Cómo dejar de escribir, de Esther García Llovet (Anagrama): El verano es una época propicia para que muchos juntaletras aborden la escritura de su primera novela. Quizá lo primero que deberían hacer es echarse a la cara esta novela de Esther García Llovet y ahorrarse en muchos casos el esfuerzo. No es, por desgracia, un libro cuya lectura anule las ganas de escribir. De hecho esta magra novela bolañesca consigue lo contrario.


Los detectives salvajes, de Roberto Bolaño (Anagrama): Si recomendamos una novela de indudable aire bolañesco, por qué no ir directamente a por una del propio Roberto Bolaño. Entre los escritores parece haberse puesto de moda citar Nocturno de Chile y Estrella distante como las novelas más perfectas de Bolaño (que puede que lo sean, pero en cuanto a novelas no siempre lo más perfecto es lo mejor). Los lectores snobs se decantaron casi desde el principio por la muy oscura 2666 como novela superior del mito. Y parece, entre tanto, que Los detectives salvajes queda como una novela poco reivindicada. Cuando es lo contrario, la novela a reivindicar, a leer, releer, regalar y comentar. Creo que si dentro de 50 años sigue quedando un único Bolaño será el de esta novela. Excesiva, divertida, llena de digresiones, de viajes sin terminar y caminos abiertos que no se cerraron. El propio Bolaño dijo alguna vez que desconfiaba de quienes elegían Bartleby el escribiente, cerrado, pequeño y perfecto, frente a Moby Dick, descompensada y apabullante. Irónicamente parece que está pasando algo así con su propia obra, y el verano puede ser una buena oportunidad para volver a los orígenes del mito. Yo desde luego la releeré en ratos de fresco en los bancos de los parques.

Los cinco y yo, de Antonio Orejudo (Tusquets): ¿Es Antonio Orejudo el mejor escritor de su generación? No lo sé, pero digamos que sí. Por no perder el tiempo en discusiones bobas, digamos que está entre los mejores escritores de su generación, junto con Rafael Reig, Marta Sanz, Rafael Balanzá, Belén Gopegui o Javier Cercas. La pregunta que Los cinco y yo nos lanza a los lectores, a los de la novela y en general de novela española, es: ¿y qué? ¿A quién le importa qué has escrito, Antonio Orejudo? Y es verdad, no le importa a nadie. Ha dejado de importarle a nadie quiénes son los mejores novelistas de este país. Para el gran público la nueva narrativa española se cerró con Javier Marías, Eduardo Mendoza, Antonio Muñoz Molina etc. Ellos agotan ediciones, tienen premios, escriben en El País. Los demás se tienen que joder. Con la excepción de Cercas, que sí ha saltado a esa oficialidad. La novela de Orejudo parte de un mito que otorga únicamente a su generación, las novelas de Los cinco, de Enid Blyton, y a partir de ahí construye una autoficción en la que se ve que esos niños del baby boom y la tan cacareada EGB se quedaron en medio de un sandwich bien triste. Los que eran 5 – 10 mayores que ellos se situaron bien en la Transición y se quedaron con todos los cargos políticos y el prestigio cultural de los siguientes 40 años. Los que son 10 años más jóvenes empezaron a hacer ruido hace unos años y a escupir hacia atrás, salpicándolos también a ellos. Les quedan Los cinco y los partidos de fútbol en los descampados del extrarradio de las ciudades como consuelo. Magro consuelo, me temo.

La semana que viene más.

Ahora a leer

Sr. E

No hay comentarios:

Publicar un comentario