La
carrera por el segundo lugar, de William Gaddis (Sexto
Piso)
Me
acerco a la realidad en círculos, dice en alguno de los libros de su
serie el detective Charlie Parker de John Connolly. Algo así me está
pasando a la hora de leer Los reconocimientos, de William
Gaddis, al que desde abril me acerco y alejo. Y busco lecturas que de
alguna manera dialoguen con él. Otros textos de Gaddis, textos de
otros autores en los que aparece Gaddis, reflexiones sobre arte. Casi
cualquier cosa menos un atracón de Los reconocimientos.
Sencillamente porque es un libro que se me está haciendo de
digestión lenta. Es denso y sus bocados empachan, y aunque apetece
pasar al siguiente, hay que pensárselo bien, pues es un texto que si
no se lee en un momento de agilidad y lucidez mental, obliga a volver
atrás. El propio Gaddis, en este La carrera por el segundo lugar,
mi último desvío por el momento en el camino hacia el meollo de Los
reconocimientos, bromea con la crítica que hicieron de una de
sus novelas, diciendo que el futuro de la novela quizá estaba en la
inteligibilidad, y que si se trataba de hacer libros ilegibles pero
que consiguieran mantener el interés durante 700 páginas ilegibles,
William Gaddis había demostrado un gran talento.
¿Está
de moda William Gaddis? Deberíamos plantearnos antes qué es estar
de moda. Yo nunca me creí la moda de Foster Wallace después de su
suicidio. Quiero decir, mucha gente se aprendió su nombre y lo usaba
en Twitter para molar, pero nunca me creí que una novela como
La broma infinita pudiera tener decenas de miles de lectores.
Tampoco me creo demasiado esa moda patria con El día del Watusi
que de vez en cuando aparece en los periódicos. Seguramente Karl Ove
Knausgard está hoy en día más de moda que Gaddis y cuando mañana
pregunte por él y por Gaddis en el bar en el que suelo tomar café a
media mañana recibiré la misma cara de asombro ante el nombre de
los dos. Y eso que Knausgard suena creíble como delantero centro
escandinavo. Digamos que Gaddis está relativamente de moda desde
hace 3 o 4 años, causa y a la vez consecuencia de que Sexto Piso
esté abordando la publicación de sus obras completas. Está todo lo
de moda que puede llegar a estar un escritor de su complejidad. Y
podemos decir también que se acabaron sus obras completas. Sexto
Piso ya tenía sus cinco novelas en el catálogo y este libro, una
selección de ensayos y textos, es lo último que quedaba por ahí.
¿Podría aparecer en el futuro una edición con páginas escogidas
de William Gaddis? Todo podría ser, Mondadori lo ha hecho con Foster
Wallace, cerrando una mitomanía que no he visto ni con Bolaño.
Estos
libros póstumos parecen hechos con retales en muchas ocasiones. Eso
no hace necesariamente que salgan libros malos. Yo al menos no lo
creo, por eso los leo si el autor me interesa. En La carrera por el
segundo lugar encontramos escritos, discursos y notas. Anotaciones de
trabajo sobre sus novelas, escritos sobre su propia labor creadora
para revistas, reflexiones sobre la labor creadora en general y sobre
libros de otros autores. Por último, algunos pequeños ensayos,
quizá los más interesantes, sobre la sociedad americana. Sobre los
mecanismos de la ficción en la política (muy recomendable el texto
¿Cómo imagina el Estado? La suspensión voluntaria de la
incredulidad, donde define la labor del Estado y las
construcciones políticas como las ficciones más intragables que la
sociedad acepta) y el mundo, sobre la religión y sobre cómo es
vivir en una sociedad en la que lo más importante es triunfar, todo
se define a partir del éxito, y la falta de éxito ha acabado
asociada a la del fracaso.
Las
propias obras de ficción de William Gaddis se mezclan muchas veces
con la forma del ensayo, o de la prosa no – narrativa. Así que
este libro, sin ser de ficción, que no lo es, incluye pasajes
parecidos a los que en ocasiones se encuentran en sus novelas.
Incluye incluso algunos pasajes entresacados de sus obras de ficción,
y al final, para los mitómanos, notas de trabajo sobre su inacabado
proyecto de estudio sobre la pianola. El ensayo que le da título a
la colección, que originalmente se titulaba El fracaso, es
una reflexión llena de referencias literarias y políticas sobre los
que no llegan en primer lugar, la posibilidad legítima de no
hacerlo, y lo que la sociedad puede aprender tomando como modelos a
aquellos que no necesariamente querían ser, siempre, los primeros.
Gaddis
es un escritor con muchas lecturas y un extraño erudito de
cuestiones minoritarias. Por ejemplo su gran proyecto inacabado fue
una novela – historia de la pianola. También es un autor muy
rápido a la hora de ligar informaciones aparentemente dispares de
manera original, anticipando algunas de las formas de las narraciones
de David Foster Wallace. Gaddis es de esos autores que escriben sobre
sus lecturas y de eso, un hombre de 70 años sentado en el sillón de
su casa, bajo una buena luz, con un libro abierto en el regazo, hace
una aventura intelectual de ello. Lo vemos leer, analizar y digerir
las reflexiones de Carl Gustav Jung sobre el protestantismo y el
catolicismo en los Estados Unidos de América y nos quedamos con
datos (porque Gaddis lo llena todo de datos, tantos y tan curiosos
que lo propio sería que fueran inventados) como que la vida sexual
de los católicos americanos es más imaginativa y rica que la de los
protestantes, cosa que el autor atribuye, como otras muchas
cuestiones de la vida, a la narrativa. El catolicismo, con sus
liturgias y jerarquías, ofrece una narrativa mucho más interesante,
lo que por un lado hace que sea mucho más atractivo abjurar de ella,
y por otro, que quienes se han criado en esa tradición tengan más
tendencia a los juegos, o eso nos dice Gaddis.
Son
escasos en sus textos los homenajes a otros autores, y destaca una
reseña elogiosa (aunque sin dejar de ser crítica) de una de las
últimas novelas de Saul Bellow, Son más los que mueren de
desamor. Gaddis disfruta del texto pero parece estar echando de
menos al Bellow más potente de novelas anteriores, aunque reconoce
las garras del león, como diría Leibniz de Newton. El gran homenaje
a un novelista que Gaddis brinda en estos textos es a F. M.
Dostoievski, a quien considera el mayor novelista entre los rusos, y
por qué no, el mayor de los novelistas de la historia, sin más.
Destaca, en la lectura que Gaddis hace de Dostoievski (es un texto
que estaba en trabajo, se nota que no está completo ni revisado),
que resalte su condición de humorista. No como escritor humorístico
en general, claro, sino como un autor capaz de buscar un respiro de
humor en medio de la desgracia y la tragedia. Me llama la atención
que tanto en Hablemos de langostas de David Foster Wallace
como en este libro de Gaddis, Dostoievski aparezca como el gran autor
al que ambos miraban como modelo.
Una de las partes más interesantes del libro es la de discursos.
Gaddis es un autor que escribió 5 novelas en unos cuarenta años y
que recibió dos National Book Awards por ellas. Era un autor que
huía de la prensa, de la fama, y que pensaba sinceramente que el
papel del escritor estaba muy lejos del de los artistas como
cantantes y actores; para Gaddis, un escritor era alguien que quedaba
alejado de un famoso. Los dos discursos de aceptación y
agradecimiento de los premios incluidos en este libro lo dejan claro.
Son palabras en las que se agradece que se esté reconociendo su obra
y no deja de insistir en que todo eso, ese circo, ese premio, es un
absurdo. Aunque, metidos en el circo, por qué no aplaudir y dejar
que a uno le aplaudan.
Debo
decir que formo parte de esa estirpe en vías de extinción que
piensa que los escritores deben leerse y no escucharse, y mucho menos
verse. Creo que esto es porque en la actualidad parece haber una
tendencia a colocar a la persona en el lugar de su obra, a convertir
al artista creativo en un artista escénico, a considerar que lo que
un escritor dice sobre la escritura es, en cierto modo, más válido,
o más real, que su propia escritura.
¿Merece
la pena leer La carrera por el segundo lugar? Sin duda. Tiene
el interés de conocer cómo funciona una mente preclara y
superdotada para la literatura, ver cómo recibía los homenajes y su
lugar en el canon un escritor de primera división. Tiene un par de
ensayos dignos de ser leídos por cualquiera, y quizá algunos textos
de relleno. Los textos de relleno son para fans, y esos serán
quienes los agradezcan, aquellos que ya hayan acabado con todas sus
novelas y busquen algo más, lo que sea. Pero los que aún no hemos
pasado por todas ellas, que apenas estamos comenzando a escalar la
montaña Gaddis, los vemos aún como eso, relleno, una satisfacción
menor y momentánea que quizá nos está alejando del gozo verdadero.
Los
demás están muy implicados en la creación, con sus personalidades,
con la celebridad, con todo lo transitorio que llena nuestra vida. Me
gusta pensar que uno no debería escribir eso que se llama literatura
– una palabra peligrosa –, sino algo duradero. A eso intento
dedicar mi esfuerzo. Y todo parece ir en contra. Ahora todo lo que
nos rodea parece ser actuación, actuación, e incluso los escritores
tienen que actuar. Bueno, no debería morder la mano que me da de
comer aquí esta noche. Debería concluir diciendo también que tal
vez logremos que algún libro sea libro del mes, yo llevo cuarenta
años intentándolo, y aquí estamos esta noche, de modo que
agradezco su colaboración. Con eso ya basta, ¿no?
Seguiremos
leyendo
Felices
lecturas
Sr. E
Hola Pablo:
ResponderEliminarTe estaba buscando en Facebook, pero me parece que no tienes perfil. Te lo comento por aquí: entre ayer y hoy he leído "Mil dolores pequeños". Disculpa la demora, mi desbarajuste de libros es preocupante.
También he escrito una reseña del libro, que quiero que aparezca en la revista Eñe (y luego en mi blog) en los próximos meses (el número de reseñas acumuladas que llevo también es alto).
Enhorabuena por tu libro.
Feliz verano
Un abrazo
David Pérez