lunes, 16 de enero de 2017

Rey de Picas: Una novela de suspense, de Joyce Carol Oates

Rey de Picas: una novela de suspense, de Joyce Carol Oates

 Leí hace menos de un mes otra novela de Carol Oates, Carthage. Rey de Picas confirma que es una escritora con un magnífico pulso narrativo, interesante, buena constructora de historias, y siempre un poco oscura. Cualquier comentario sobre Rey de Picas debe incluir en algún momento el término novela menor. Y ciertamente lo es. No por el resultado, que ahora entraremos en ello, sino por la ambición. Es una novela que funciona perfectamente como lo que pretende ser. Es un divertimento, una novela entretenida muy solvente, que es lo que pretende ser. Aún así, la vi entre las diez mejores novelas extranjeras del año para El Cultural. Carol Oates es una novelista importante, que se lanza casi anualmente a escribir una novela llena de rincones oscuros, compleja, enigmática, de 600 páginas o más. 

Comparada con eso, Rey de Picas está en la categoría de obras menores. Es un pequeño homenaje al oficio de escritor. Es una novela negra, bastante negra, que funciona perfectamente. Es un homenaje al terror gótico clásico, al de casas extrañas y comportamientos perturbados, al de maléficos gatos negros, y es, seguramente, un libro que Joyce Carol Oates se divirtió mucho escribiendo. Es una novela que engancha y que se lee de un tirón. Ya dije con Carthage, y me repito y reafirmo, que quizá hablar de esta autora para el Premio Nobel sea exagerado, pero no cabe duda de que juega en la élite. Por ponerla en unos términos futbolísticos que ciertamente no domino, Carol Oates no ganaría nunca ese famoso premio que se llama Balón de Oro, pero jugaría de titular y sería muy importante en un equipo como el Real Madrid o el Barcelona.

Rey de Picas es el seudónimo con el que Andrew J. Rush, el Stephen King de los caballeros, firma sus novelas más crudas y salvajes. Y no es uno de esos seudónimos que algunos autores como el mismo King o la propia Oates han escrito algunos libros, seudónimos que todo el mundo conoce e identifica. No es un John Banville jugando a escribir novela negra y no firmando con su nombre. Es un seudónimo que nadie reconoce. Andrew J. Rush es un escritor con 28 novelas de misterio a sus espaldas. Tiene un éxito razonable, sin ser un Stephen King. Es un escritor concienzudo, que planifica sus libros perfectamente y los escribe con un ritmo espartano. Le molesta un poco, quizá, que nunca lo hayan considerado un escritor serio. Este juego remite continuamente a la figura de Stephen King, un escritor que ha mostrado su admiración por Joyce Carol Oates en ocasiones, y al que en cierto modo ella homenajea aquí. La contracubierta del libro habla de un homenaje a la novela gótica de Poe, y quizá lo hay, pero siempre por persona interpuesta. Es un libro que homenajea a Poe porque homenajea, a mi entender, a los escritores de terror actuales, especialmente a Stephen King. También es cierto que hay un gato negro que juega un cierto papel en el descenso a la locura de Andrew J. Rush, y eso, claro, a un reseñista de contracubiertas le ha dejado abierta la puerta de relacionarlo con Poe.

La novela es toda ella un juego de espejos, y quizá por eso es mejor encuadrarla en el apartado de novelas menores, de obras menos ambiciosas, de novelas que son juegos para aficionados al género, que reconocerán trucos, clichés e imágenes ya utilizados. Para mí, particularmente, la novela homenaje más a Misery, de Stephen King, que a Poe.
Las novelas de Rey de Picas son unas novelas editadas de manera casi secreta, sin ninguna publicidad, en una editorial pequeña, y están alejadas de la narrativa para caballeros que ha hecho famoso a Andrew J. Rush, caracterizada, además de por su pulcritud narrativa, porque los malos siempre pierden. Las novelas de Rey de Picas son más sangrientas, más crueles, más vengativas. La hija de Andrew J. Rush, que estudia Literatura Comparada en la Universidad, encuentra una de ellas y la lee y se escandaliza. Entre otras cosas se escandaliza porque encuentra allí un oscuro momento del pasado de su familia. Y cuando lee otra, encuentra otro suceso del pasado familiar. Hay un interesante juego en la novela entre la esposa y la hija de Andrew J. Rush, ambas licenciadas universitarias en Literatura, y él, el novelista, que siente que ninguna de las dos aprecia sinceramente lo que él escribe, aunque claro, viven cómodamente gracias a sus beneficios.

Rey de Picas, y eso es un hecho que no hará más que ir ganando peso en la historia según avance, es más que un seudónimo de un escritor. Es prácticamente el Mr. Hyde de ese Dr. Jeckyll que es Andrew J. Rush, la voz interior que le susurra que todos están en mayor o menor medida en su contra y que en algún momento debe tomar medidas para asegurarse el éxito.

Después de presentarnos una vida apacible, quizá un tanto mediocre, quizá alejada de la ambición con la que empezó su carrera, a Andrew J. Rush le aparece una acosadora que lo acusa de haber entrado en su casa y plagiado sus novelas, las oficiales. El juicio se desestima rápidamente y Andrew J. Rush ve a la acusadora, una mujer de buena familia que parece fuera de sus cabales. Por un lado le da pena, y por otro le hace sentir cierto orgullo ser el objeto de la obsesión de una desequilibrada, y más cuando se entera de que ya había acusado a otros autores, como por ejemplo, otra vez, King. Andrew J. Rush, empujado por las frases que Rey de Picas va poniendo en su cabeza, va un poco más allá, y va a su casa mientras la mujer está internada en un psiquiátrico. Allí encuentra algunos de sus manuscritos, incluido uno que recuerda a El Resplandor, y que está fechado en 1974, antes de la famosa novela. Y lo que más envidia Rush, una buena colección de primeras ediciones y libros firmados por autores clásicos del género de misterio y terror. Roba algunos ejemplares y se los lleva a casa, para incluirlos con los suyos, mucho menos valiosos en todos los casos.

Rey de Picas irá sembrando más confusión y acusando a cada vez más gente de estar en contra de Andrew J. Rush, hasta que este acabe derrotado, superado, prácticamente enloquecido. Eso no es ninguna sorpresa, la verdad, por lo que tampoco estoy destripándole la novela a nadie. No daré detalles sobre qué sucede exactamente, ni sobre quién entra en casa de quién, ni qué peleas y acusaciones se producen, ni cómo acaba todo. 

Es una novela muy entretenida, que engancha desde el principio y que nos recuerda una realidad, la de que cada vez más escritores “serios” están reconociendo abiertamente las influencias y las formas de lo popular y más comercial en sus obras, jugando con sus reglas y homenajeándolas, no sé si con un mero afán comercial o con la intención de demostrar que al final, dentro de los marcos que se elijan, siempre se pueden hacer libros buenos y malos, y que normalmente los escritores buenos siempre escribirán buenos libros.

Seguiremos leyendo y dejándonos embaucar.

Felices lecturas


Sr. E

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