Música de mierda (Blackie books), de Carl Wilson vs. La mala puta (Sloper), de Miguel Dalmau y Román Piña Valls
He leído en las últimas semanas estos dos
ensayos de temas provocadores. No son ensayos parecidos, pero los he agrupado
en mi desastrosa organización mental porque por un lado comparten lo malsonante
de sus títulos, que buscan provocar, que el lector curioso los ojee en la
biblioteca y decida llevárselos (y conmigo funcionó, aunque la verdad es que ya
sabía que existían, no me los encontré de primeras), y por otro lado porque
creo que los dos tratan esencialmente un mismo tema, el de la creación
artística y su recepción, uno la musical, otro la literaria.
¿Por qué hay gente que decide dedicarse a la
creación? ¿A quién le importa que haya creadores? ¿Hay que agradecerles que se
dediquen a la creación? ¿Se merecen alguna clase de protección? ¿Por qué hay
obras buenas y obras malas? ¿Quién decide cuáles son de un tipo y cuáles del
otro? ¿Qué oscuros mecanismos y organizaciones manejan el éxito y el fracaso?
¿Tiene límites el ego del creador, desde el más mediocre e ignorado hasta el de
mayor éxito? ¿Todos los egos son igual de grandes y de dañinos? ¿Existe el
creador puro, al que no le importe lo que el público piense de lo que hace? ¿Es
ese autor realmente más puro, tiene sentido? ¿Existe el público puro, al que no
afecten las modas ni influya su entorno cercano ni las opiniones de los que
teóricamente saben del tema a la hora de valorar unas obras u otras?
Música de
mierda, del crítico musical Carl Wilson, nos intenta
acercar a conceptos como el de gusto y a sus relaciones, complicadas en algunos
casos, con el nivel educativo, económico y social, de quienes dicen tenerlo. Wilson
trata de mostrar de manera más ligera algunas de las ideas que tocó en
profundidad a finales de los setenta Pierre Bourdieu en La distinción: Criterio y bases sociales del gusto, un libro
considerado entre los ensayos sociológicos más importantes del siglo XX.
Wilson es un crítico de música canadiense que
siempre ha despreciado a quienes escuchaban cierta música. De ahí el título,
porque muchas veces no se trata tanto de lo que nos gusta o no como de criticar
lo que gusta a otros. A los que tienen peor gusto que nosotros, en particular,
y el que tiene peor gusto es el que lo tiene distinto. Para Wilson el colmo de
la música odiosa es Celine Dion, y el libro la utiliza como columna vertebral,
analizando su figura, su éxito, y tratando de comprender a aquellos que la
adoran.
Podríamos decir que Música de mierda es un libro con final feliz. Wilson acaba dándose
cuenta de que debe ser un poco más respetuoso incluso con aquello que le
espanta, y no dejarse llevar por estereotipos. Aunque acaba cobrando cierta
conciencia de que el gusto personal no es únicamente personal, sino que está
influido por el entorno, y aunque el libro me ha recordado en esa toma de
conciencia a Indies, hipsters, gafapastas,
el libro de Víctor Lenore, Música de
mierda no está escrito para sermonear al lector, para decirle que todo lo
que cree que le gusta no le gusta en realidad, sólo le hace sentir de una clase
social superior. Es un libro honesto con puntos interesantes que no pierde de
vista el punto de partida real, que lo que piensan los críticos musicales en el
fondo no marca la línea de opinión de una mayoría, ni casi de una minoría
tampoco, y que está muy bien que Carl Wilson o Víctor Lenore abran un poco su
mente, o sean menos talibanes en sus críticas, pero que eso no va a cambiar la
manera de valorar la música y el arte de la mayoría del planeta, que ya suele
tener un cierto punto de apertura.
La mala
puta: réquiem por la literatura española, es un libro
que en realidad son dos libros. Porque más que un libro escrito por dos autores
son dos textos ensamblados, el de Miguel Dalmau y el de Román Piña Valls. El de
Dalmau surge como respuesta a la censura sufrida por su biografía de Cortázar,
preparada para el centenario del nacimiento del argentino y que nunca llegó a
publicarse. Dalmau parece decir que va a contarnos todo lo que sabe del oscuro
mundo editorial. Poco después hubo otro sonado caso (al menos para mí más
sonado), con El cura y los mandarines
de Gregorio Morán.
Y la verdad es que el mundo editorial, el
mundillo, es bastante oscuro, pero no creo que sorprenda demasiado a estas
alturas. El texto de Piña Valls habla más de la perspectiva de los autores, de
cómo se construyen carreras, cómo se consolidan, cómo a veces se paran, y de si
es posible vivir de la literatura hoy en día, y si alguna vez lo ha sido.
Los textos parecen nacer por momentos del
resentimiento, y caen en algunos lugares comunes de los últimos años (darle
leña a Muñoz Molina, cuestionar el canon de la narrativa española que viene de
los ochenta, criticar la labor editorial de los últimos años, gritar que los
grandes premios editoriales están amañados, etc.). Los dos son casi coétaneos
de estos autores que ocupan la centralidad de la narrativa española desde hace
tres décadas y parecen hablar con conocimiento de causa.
Me han interesado más que los cotilleos, que
por supuesto me han interesado, pero no dejan de ser cotilleos, los momentos en
los que los dos autores miran hacia dentro, y hacia los profesionales, y
cuestionan la labor de los escritores españoles, y de sus editores. Los dos
coinciden en que el editor que leía, como se suele decir, ha muerto, y muy
difícilmente se recuperará esa figura. Las editoriales que importaban en España
(Destino, Alfaguara, Anagrama y Tusquets) estuvieron muy ligadas a las personas
que elegían a los nuevos autores y apostaban por ellos. Hoy ya es muy raro que
un autor repita libro en una editorial, y los editores no buscan precisamente
la excelencia literaria, sino que el libro encaje y funcione razonablemente
bien.
Los autores también tienen su parte de culpa,
por conformistas y por lloricas. El libro plantea, y tiene razón, que muchos de
los autores consagrados (Marías, Vila – Matas …) escriben libros que suenan a
ellos mismos, y que desde que han alcanzado un cierto status se han vuelto
conformistas, y no están utilizando su llamemos plenitud como narradores para
arriesgar y tratar de llegar a una verdadera obra maestra. Los autores que no
han alcanzado el reconocimiento lloran por las esquinas pero tampoco hacen nada
de verdadero valor. Aspiran, en realidad, a ocupar ellos el lugar de los
Landero, Mendoza, Llamazares etc. pero no a ser autores de primera división
mundial.
Me ha gustado mucho la distinción entre los
llamados y los elegidos que hace Dalmau, entre jugárselo todo por la literatura
o mantener siempre un pie en lo seguro. Los dos autores del libro, como
escritores de ficción que son, conocen la incertidumbre y la falta de
rendimiento económico de la ficción, y la necesidad de vivir de otro trabajo
salvo que se pueda hacer de rentas o de otra persona.
Se cuestiona el papel actual de la crítica. Ha
desaparecido el crítico que lee con profundidad y sitúa lo leído en un contexto
y lo pone en valor. Hay buenos críticos, claro, pero son la excepción, y las
revistas nunca hablan mal de uno de los autores del Olimpo (es un caso
posterior pero recuerdo la crítica en importantes suplementos a Como la sombra
que se va, de Antonio Muñoz Molina, en la que todos los críticos venían a decir
que era un libro muy menor, con fallos, pero que estaba bien, comentarios que
quizá estaban bien para la primera novela de alguien, pero que deberían ser más
exigentes con quien ha ganado todos los premios de la crítica posibles). Los
dos autores dan por descontado que la connivencia entre prensa y editoriales
conduce a que los suplementos literarios se dediquen a la reseña, a destacar
que un libro ha salido y que tiene tales buenas cualidades, a no pisar callos.
La mala
puta: réquiem por la literatura española, aunque no
cuente novedades ni destape grandes secretos, es un libro que merece la pena
leer, sobre todo si uno es o pretende ser profesional de cualquier aspecto del
mundo de la literatura, y en el fondo si uno lee y quiere comprender algunos
aspectos internos que resultan extraños si no se valoran adecuadamente.
Seguiremos leyendo
Felices lecturas
Sr. E
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