Ayer se anunciaron
los fallos de las tres modalidades de los Premios Literarios que
convoca el Gobierno de Cantabria. Mi colección Desórdenes ha sido
la premiada en la modalidad de Cuento (que realmente premia libros de
cuentos).
Desórdenes está
compuesto por 8 relatos que habían ido quedando fuera de otros
proyectos en los últimos años y en los que encontré, releyéndolos,
dinámicas y puntos en común. Desubicación, sueños que no llegaron
a cumplirse, pasados que no es fácil dejar atrás, futuros
inciertos. Secretos y desórdenes. Por eso acabé quedándome con ese
título, porque me parecía el que mejor resumía su espíritu.
Srebrenica es el relato más reciente y quizá al único que reconozco en una primera revisión como cercano. También Maratón, que estuvo en una versión primigenia y más destilada de lo que acabó siendo Beber durante el embarazo, mi primer libro. Los demás son relatos que ya tienen algunos años, y me permitirán, una vez publicados, enfrentarme a ese espejo roto que separa al escritor que actualmente somos del que fuimos. El escritor que los escribió hace en algunos casos 5 o 6 años aún comparte rasgos conmigo, y me interesa. Creo que el camino del escritor, al menos durante lo que tópicamente se llaman años de formación (no sé si es posible tomarse en serio la escritura y la lectura y no considerar que siempre estaremos formándonos) incluye la evolución, y esta es necesaria e inevitable, pero esta debe ser siempre desde la coherencia. Creo que el Pablo Escudero Abenza de hoy no escribiría estos 8 relatos, o no todos, o no de la misma manera, pero es el resultado de aquel.
A algunos de los relatos, particularmente a Cultura pop y Una sombra amiga les tengo un gran cariño. Supongo que los que escriben entenderán mejor el concepto de que un autor le tiene a veces un especial aprecio a relatos que quizá no son los más redondos que ha escrito pero con los que mantiene una ligazón más fuerte (por contra a veces otros relatos que todos nos alaban y técnicamente pueden ser mucho más redondos nos dejan más fríos). Son relatos, tanto estos dos como Maratón, que no entraron en mi colección Beber durante el embarazo porque repetían temas en unos casos o porque no encajaban de manera coherente (a mi parecer) en el conjunto, pero no porque pensara que hubieran desmerecido el libro por nivel. Me alegro de que se me dé la posibilidad de verlos publicados.
A la espera de que
en los próximos meses se edite el libro (ya iré anunciando fechas),
os dejo aquí una breve sinopsis de cada uno de los relatos que lo
componen.
Srebrenica: Historia
intimista que transita de la memoria personal a la colectiva.
Srebrenica es el nombre de una ciudad para siempre ligada a una
tremenda matanza. Srebrenica es también el nombre de una solitaria
chica bosnia cuya vida se cruza en Canadá durante uno de esos
absurdos cursos de inglés con la soledad de un desorientado
treintañero, obsesionado desde la adolescencia con la Guerra de los
Balcanes.
Hamburgo: Hamburgo
es la historia de un novelista frustrado, enamorado de dos hermanas,
o de sus sombras, atrapado a su vez por la sombra de su propio
hermano mayor, de la que nunca ha sabido apartarse. Hamburgo es la
ciudad a la que va a parar, y desde la que escribe sin esperanza,
poseído por todos los libros que podía haber escrito y no escribió,
recorriendo la sugerente historia de la Física en el siglo XX, yendo
y viniendo de aquellos ensayos nucleares en Albuquerque,
preguntándose qué quedó de aquellas mentes privilegiadas después
del Proyecto Manhattan.
Casas sin libros:
Hay dos tipos de personas, suele decirse siempre: Las que escriben y
las que no. Las que tienen sus casas llenas de libros y las que
contemplan sin dificultad sus paredes vacías. Resacoso y
desorientado, un escritor sin éxito se despierta en casa de una
chica a la que no recuerda de la noche anterior. Como alguien que
llega a un planeta alienígena, mientras admira su belleza y comparte
con ella un desayuno, reflexiona sobre la vida que ha elegido, sobre
la existencia de otras vidas, para él tan improbables como la vida
en Marte, otras vidas en otras casas, como esa, habitadas por el
silencio de ideas de las casas sin libros.
Fantasmas: Los
fantasmas del título de este relato son particularmente esos seres
que salen al fondo de las fotografías, desenfocados, como relleno de
los recuerdos de nuestras vidas. ¿Cuántos fantasmas no se habrán
cruzado por nuestras vidas sin habernos preocupado? ¿De cuántos
amigos del colegio nos hemos olvidado? ¿Estará ya muerto aquel tío
que venía a casa a tocar la guitarra y que olía a cadáver hermoso?
¿En cuántas vidas posibles no somos más que modestos fantasmas,
seres desdibujados sin ningún relieve? El relato juega con las
casualidades, reflexiona sobre las oportunidades que se escaparon,
inventa pasados y futuros, y lo relaciona con la necesidad de la
ficción y sus trucos de magia.
Maratón: La prueba
del maratón como metáfora de lo inútil de la vida. Nadar para
morir en la orilla. Reventar como Filípides después de anunciar una
victoria, la única que importó. Ser olvidado. Maratón es una
historia de desesperación y paternidad. A veces la gente se quiebra.
Después de tocar fondo, después de uno de esos acontecimientos que
parecen no tener posibilidad de continuación, quedan pocas
alternativas. El protagonista de esta historia ha elegido correr
después de su caída al abismo. Ha abandonado totalmente su vieja
vida y ahora trata de mantener la cabeza vacía mientas corre, día
tras día, kilómetro a kilómetro, obsesionándome más y más con
las contracciones y elongaciones de sus músculos, mientras prepara
su primera maratón, a la vez que su primer hijo, el hijo que ya
nunca será suyo, nace en otra ciudad.
Cultura pop: Tratar
de revivir algunos momentos de la vida debería estar prohibido. Por
más que nos empeñemos en volver a ciertos paisajes, pasajes,
cuerpos, libros o canciones, ya nunca volverán a tener su sabor
primigenio. ¿Qué queda en un profesor de lengua cuarentón del
joven adolescente que soñaba con ser escritor y una vez ganó un
concurso que le llevó a pensar que sus sueños podían tener algo de
realidad? ¿Poco? ¿Nada? La continua repetición de la tragedia como
farsa. Pero decide intentarlo. Volver a la capital. Volver a
enfrentarse a los fracasos literarios y vitales. Tratar de recuperar
un romance apenas esbozado a los diecisiete. Cerrar los ojos y pedir
un deseo. El relato es a la vez un reflejo indirecto y deformado de una de las primeras entregas de premios a las que asistí, con 23 años, en un ambiente lujoso en el que no acabé de encontrarme cómodo, y plantea el tema de la subversión del canon, presentando autores a los que se alaba sólo por su juventud, sin entrar en su calidad, reflejado de manera especial en una escena (de tono onírico - fantástico) en el que unos camareros que son clones de Jorge Luis Borges sirven a diez niñatos a los que tratan como si fueran la gran esperanza del planeta Letras. Una de las escenas de las que sigo estando más orgulloso mucho tiempo después de haberla escrito.
Una sombra amiga: El
relato parte de un personaje con el que a priori no deberíamos
empatizar: Un hombre que no tiene demasiado que hacer y empieza a
colarse en la casa de una chica en la que se ha fijado casualmente en
el metro una mañana. La presencia de un desconocido en casa cuando
la dejamos sola puede parecer una pesadilla. Saber que hay un
desconocido que registra nuestros cajones, toca nuestros libros, se
sienta en nuestro sofá, bebe nuestro café y ve nuestra televisión
nos remueve por dentro. Pero quizá hay personas para las que esa
sombra se convierte en una referencia, en una amiga que esperan que
acuda a diario, a cuidarlas en la distancia. Poco a poco vamos
descubriendo, con la lectura parcial de la realidad que hace quien se
cuela y mira, la historia de un juguete roto, una niña famosa
condenada a muerte por el olvido y la enfermedad.
Vértigo: Vértigo
es mi homenaje a El silencio de un hombre, de J. P. Melville. El
protagonista del relato, aunque se dice detective, no es más que un
asesino a sueldo. Pero intenta ser algo más que un vulgar asesino y
reflexiona sobre el sentido de la vida y de la muerte. Pocos saben
tanto de la vida como quienes administran su muerte. Y tienen mucho
que callar. Después de un tiempo alejado de su actividad, tanto que
quizá había llegado a creer que lo había dejado, recibe un
encargo. Seguir a alguien hasta Nueva York tópico, oscuro y lleno de hamburgueserías tras cuyos cristales llueve, y matarlo en una
habitación de hotel. Su única ayuda en la misión se la
proporcionará una adolescente de mirada opaca y oscuro pasado, que
servirá de cebo para atraer a la víctima. El relato es un relato negro canónico, dentro de lo canónico que me gusta ser. Para
complicarlo todo un poco, toma forma de juego metaliterario, ya que
el protagonista es un personaje de novela al que los autores recurren
cuando quieren un asesinato, que debe salir de las páginas de las
historias para llevar a cabo un trabajo real. Y que además descubre,
cuando quizá es demasiado tarde, que el autor que lo ha contratado es probablemente
la misma persona a la que debe matar.
Espero que os
apetezca acercaros a leerlos cuando estén disponibles.
Sr. E
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