Mi relato Rescate aparece publicado en el número del último trimestre del año de la revista Narrativas.
Rescate es uno de los relatos incluido en Beber durante el embarazo.Narra una historia paralela a la que cuentan los libros en la que los soviéticos ganaron la carrera espacial pero no pudieron disfrutar de esa victoria. La cuenta desde una historia familiar, una epopeya trágica.
Releído, me parece que Rescate es uno de los relatos más narrativos y más clásicos del libro. Hay menos digresiones, autoficción y metaliteratura que en otras partes del libro, y creo que funciona. En cuanto a sus temas, creo que encaja bastante con el conjunto del libro: trata de relaciones familiares, de los juegos entre realidad y ficción, y hay una cierta reflexión sobre la construcción de los mitos.
Os invito a leerlo y a echar un ojo a los demás textos de la revista, que se puede descargar en su web.
http://www.revistanarrativas.com/
Rescate está en la página 101.
miércoles, 30 de septiembre de 2015
lunes, 28 de septiembre de 2015
Carpe Diem, de Saul Bellow
Carpe
diem, de Saul Bellow
Ed.
DeBolsillo (1.956)

“¿Estaban
todos locos allí? ¿Qué clase de gente había? Una de cada dos
personas hablaba un lenguaje particular, surgido de su propia
imaginación; tenía sus propias ideas y sus costumbres
características. Si uno quería referirse a un vaso de agua, debía
remontarse a Dios, a la creación de los cielos y la tierra, a la
manzana, Abraham, Moisés y Jesucristo; a Roma, la Edad Media, la
pólvora; a la Revolución; de Newton a Einstein; para terminar con
la guerra, Lenin y Hitler. Después de pasar revista a todo eso y
dejar de nuevo cada cosa en su sitio, podía pasarse a hablar del
vaso de agua. <<Me estoy desmayando, tráiganme un vaso de
agua, por favor>>”. pg. 123
Bellow
escribe con una prosa que se lee con ligereza pero que analizada con
cuidado muestra un gran trabajo de estilo. La historia va fluyendo
con la facilidad con la que lo haría una anécdota de barra de bar.
Bellow es un escritor que maneja perfectamente los recursos de la
oralidad, da igual que sus personajes estén contando una historia de
adulterio que discutiendo de Spinoza, y dibuja unos retratos
costumbristas que se mantienen frescos pese a que algunas de las
expresiones que utiliza (él y sus traductores) se han quedado
antiguas. Seguramente leí las grandes novela de Saul Bellow (Herzog,
El legado de Humboldt, El planeta de Mr Sammler y
Las aventuras de Augie March) antes de estar preparado como
lector para asimilarlas en toda la riqueza que seguramente tienen.
Las leí bastante de seguido hace 8 o 10 años. Estaban bien, todas
me interesaban durante la lectura, la narración no embarrancaba,
pero creo que me perdí lo más profundo. Compré hace dos o tres
años sus Cuentos completos, y es un libro que he leído y
releído, y algunas de esas historias se han quedado bastante
presentes en mi cabeza. Me parece que debo volver a leer sus novelas
y valorarlo con un mayor bagaje como lector (y escritor). He empezado
por Carpe diem, una novela bastante breve, considerada menor
dentro de la producción de Bellow, y que se nota escrita con la
ligereza con la que un autor grande
afronta sus obras menos ambiciosas. Una novela menor, escrita con esa
ligereza, por uno de los principales narradores americanos del siglo
XX, es una novela de gran calidad en el panorama editorial, y merece
la pena acercarse a ella.
“Las
cosas se estaban poniendo de modo que la gente se estaba volviendo
imbécil en todo menos en cuestiones de dinero. Y el que no lo tenía
era un pelele. ¡Un pelele! Que debía pedir perdón y desaparecer de
la faz de la Tierra”. pg. 56
Carpe
diem es una novela cuyo tema
central creo que cuestiona el sistema económico liberal en el que
vivimos y hacia el que la sociedad empezaba a dirigirse hace ya
cincuenta años. Es la historia de un personaje, Tommy Wilhem, que se
siente un fracasado porque no ha triunfado económicamente en la
vida. Debe dinero, quiere más dinero para satisfacer el tren de vida
con el que aspiran a vivir su mujer y sus hijos. Siente que no ha
cumplido las expectativas de su padre, un cirujano que sí ha
triunfado, y a cuya sombra se ha quedado. La novela se va
desarrollando en unos pocos días, con encuentros con su padre,
conversaciones con su mujer, y articulada alrededor del proyecto para
hacerse rico en el que lo ha embarcado un psiquiatra de cuyo título
duda, que no para de inventarse historias, y que lo ha convencido
para invertir sus últimos dólares en manteca de cerdo, en base a un
soplo que le ha llegado.
“Se
reían del hombre a quien él había dado poderes para que invirtiera
en Bolsa sus últimos setecientos dólares. Habían comprado toda
aquella manteca de cerdo. Hoy tenía que subir”. pg. 64
La historia de Carpe diem
nos enfrenta a la dura realidad del hombre contemporáneo. La
soledad, la necesidad de superar a las generaciones anteriores, la
idea de que la única manera de triunfar es a través del éxito
profesional y económico, y que la lucha por el éxito es similar a
una ley de la jungla en la que todo vale. Bellow se adelantó (con
todas las diferencias) a las mismas tesis que Houellebecq empezó a
exponer en sus novelas a mediados de los noventa, a eso que el
francés llamó la Ampliación del campo de batalla. Bellow lo
hace, eso sí, con un sentido del humor que permite seguir viviendo.
Bellow escribe como un viejo en el que sigue habitando un niño
bromista. De hecho es posible que Bellow ya fuera un viejo con alma
de niño bromista cuando era un joven escritor (Carpe diem es de
1956, y Bellow tenía poco más de cuarenta años).
¿Es
que no ve usted que no se puede marchar en línea recta hacia la
victoria? Hay que ir en zigzag. La línea recta tuvo su época de
Euclides a Newton. La era moderna analiza la línea angulosa. pg. 96
Carpe
diem nos plantea la necesidad de
crecer, ser autónomo, y la incapacidad de escapar de lo que el mundo
piensa de nosotros. El final de la novela me parece que contiene una
imagen brillante que cierra la historia: Tommy Wilhem acaba en un
funeral, llorando desconsoladamente, consciente de que ha acabado por
perderlo todo, y llora tan desconsoladamente que los testigos acaban
pensando que debe tratarse del hermano del muerto. En algún momento
de la novela el protagonista se da cuenta de que nunca ha llegado a
crecer, que como su mujer le ha dicho tantas veces es un inmaduro, y
reflexiona sobre la triste verdad de que mientras un hombre sigue
dependiendo económicamente de su padre, como él, nunca llega a ser
un verdadero adulto. Bellow es un escritor que explicaba el mundo en
el que vivía, exponiendo sus interpretaciones de la sociedad de
manera perfectamente integradas en sus narraciones. La prosa es de
gran calidad y la estructura está medida a la perfección. Me parece
un buen prólogo para entrar en las novelas mayores de Bellow. A
ellas me iré acercando en los próximos meses.
“El
siete por ciento del país se está suicidando con el alcohol. Otro
tres por ciento, quizá, con la droga. Otro sesenta, simplemente
haciéndose polvo a base de aburrimiento. Otro veinte ha vendido su
alma al diablo. Luego hay un pequeño porcentaje de los que quieren
vivir. Eso es lo único que cuenta”. pg. 144
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Sr.
E
lunes, 21 de septiembre de 2015
Rari nantes, de Alba Ballesta
Rari
Nantes, de Alba
Ballesta.
Ed.
Gadir (2.015)

No
voy a ponerme a hablar de la edad de los escritores y de que yo me
hago viejo. No voy a recordar que en los noventa parecía que lo
normal era ganar el Nadal o el Planeta antes de los veinticinco y
comerte el mundo. No voy a hablar de Mañas ni de Juan Manuel de
Prada. Voy a hablar de Alba Ballesta y de Rari
Nantes, aunque puede
que tangencialmente aún me toque lamentarme por estar haciéndome
mayor. Estos jóvenes son cada día más jóvenes y yo me busco canas
en la barba cada mañana frente al espejo. A los 24 años (no quiero
ni recordar los 23) yo estaba terminando la carrera y le colé un
relato al grupo editorial Planeta para que lo publicara en un libro
que distribuía El Corte Inglés y me parecía que era lo mejor que
escribiría nunca (afortunadamente creo que no lo ha sido; todo el
mundo ha coincidido en que es el peor relato incluido en mi libro
Beber durante el
embarazo). A los 24
años Alba Ballesta ha publicado Rari
Nantes y creo que
seremos muchos los que tenemos curiosidad por lo que puede traerse
entre manos (que seguro que algo se trae). Cogí el libro en la
Biblioteca de Orihuela a finales de agosto y me lo había leído por
primera vez a las cuatro horas de empezarlo. Ya he comprado dos
ejemplares para regalar a voraces lectores amigos. Seguramente
compraré más en las próximas semanas y seguiré regalándolo.
“¿A
quién se referiría entonces en ese relato? ¿Acaso no era el propio
Conrad Desmond quien se escondía detrás de esa primera persona del
singular? ¿Acaso inmiscuirse en vidas ajenas no era el pasatiempo
favorito del escritor?” pg. 23
Rari
Nantes es una novela
sobre novelas. Sobre novelas, sobre escritores, sobre poetas, sobre
fumar, sobre tomar café a todas horas y perderse en librerías.
Sobre robar libros de las bibliotecas y tomar prestadas ideas de las
películas. Sobre caminar sola bajo la lluvia al anochecer y querer
quedarse en silencio. Es una novela sobre estar sin brújula en la
vida y pensar en matarse. Es una novela sobre editoriales que no le
importan a nadie porque no dan dinero y autores muertos. Sobre
autores vivos que sólo sueñan con morirse y sobre muertos a los que
aún no se les ha ocurrido la idea de ponerse a escribir. Y es, por
encima de todo, una novela sobre la enfermedad. ¿Qué enfermedad? La
de la literatura. A algunos, cuando tienen diecitantos años y les da
por pasarse las noches leyendo y soñando con ponerse a escribir, un
médico de confianza debería acercarse y decirles que no hay
remedio. Es crónico. Habrá épocas en las que parezca que la
enfermedad está remitiendo pero volverá. Aquí nos las vemos con
personajes que se creen personas, o peor aún, con personajes tan
reales que parecen personas, y son esa clase de persona que aspira,
sobre todo, a ser un personaje.
“Parecía
que compartieran un mismo fin, el objetivo de salir a flote, de dejar
de nadar sin rumbo. Apparent rari Nantes in gurgite vasto. Los dedos
seguían nadando a la deriva, igual que Cristina o la chica del
bocadillo de atún, igual que Lía, su ayudante, o incluso que él
mismo: Knud Oluf Larsen, malogrado navegante”. pg.
171
Apparent
rari nantes in gurgite vasto
es el verso 118 del primer libro de La
Eneída de Virgilio y
de ahí toma su título esta novela. Todos los personajes que la
pueblan tienen algo de nadadores que tratan de llegar a la orilla
después de un naufragio. Superada la frontera del esfuerzo
improductivo, han llegado a un punto de extenuación que les ha hecho
olvidarse de por qué estaban nadando y a dónde se dirigían. La
editorial ha hablado de una novela en la que Max Aub, Roberto Bolaño,
Dostoyevski y otros cientos de escritores entran y salen como
personajes. Entiendo que es una idea atractiva para llamar a los
lectores pero no creo que sea del todo la más representativa del
libro. En el libro hay un único personaje básico, Álvaro Aliaga,
que impregna todo a su paso con su enfermedad literaria. Aliaga es un
profesor de instituto con conciencia de mediocre y aspiraciones
literarias. Todos conocemos a varios Álvaros Aliagas, seres que
viven inmersos entre libros y sueños de grandeza, y que
constantemente hablan de ponerse a escribir y parir esa gran obra que
llevan dentro (obra que en el 99% de los casos nunca llegan a poner
por escrito y nunca llegan a merecer ese nombre de obra, generalmente
porque olvidan que lo más importante para ser escritor es escribir).
La novela se sitúa en Barcelona, que debe ser una de las ciudades
con más habitantes con autoconciencia de escritores y artistas del
mundo. Álvaro Aliaga lleva toda la vida viviendo confortablemente en
ese camino de ida y vuelta entre lo que quiere hacer y lo que
realmente hace, sintiéndose cómodo en la melancolía y el lamento.
Y un día se encuentra con la oportunidad de ser un personaje, el
protagonista del libro de otro, que parece estar novelizando su gris
existencia.
“Después
de unos minutos, le amargó darse cuenta de que las historias
curiosas no le pertenecían a él, sino a individuos imaginarios, tan
ficticios como Alberto Alcedo o, tal y como empezaba a sospechar,
como él mismo”. pg. 47
La
sombra de Bolaño como autor de referencia entre los que no saben
distinguir la vida de la literatura es realmente alargada, aunque no
veo aparecer el estilo de Bolaño tan claramente como referencia en
la escritura de Alba Ballesta. Bolaño es un caballo desbocado y la
prosa de Alba Ballesta es más clásica y la novela va sugiriendo más
que contando. La escritura de Alba Ballesta es estética y muy
sensitiva. Es fácil (casi inevitable) oler el humo de los cigarros y
el aroma del café en sus páginas, se saborean las mismas galletas
rancias que come el protagonista, sentimos los pliegues y los
músculos de los cuerpos de los personajes estirándose dentro del
nuestro. La autora genera una poesía minimalista a partir de los
pequeños fragmentos que van dibujando la historia, en los que no
faltan nunca escritores que no escriben, ideas sobre otros libros,
música, esas conversaciones inconexas que se cazan al azar y nos
dejan pensando en las vidas tan interesantes que viven los demás. No
sé si será así, pero me ha dado la impresión de que Alba
Ballesta, aparte de narrativa, escribe poesía.
“Con
las piernas pegajosas sintió el género vaquero como si se tratase
de una segunda piel, como si de repente, debido a la temperatura, los
pantalones se hubiesen fundido y se hubiesen colado por los poros. Se
los abrochó y se subió la cremallera muy despacio, para que le
rozasen lo menos posible en el clítoris desnudo. Aún así, las
costuras se le marcaban demasiado y se le aferraban a la raja, o la
raja se adhería a ellas como una lapa a una roca, soltando una
ligera mucosidad”. pg. 56
La
estructura es fragmentaria y va terminando el cuadro por acumulación
de detalles. El referente clásico de esta clase de novela que va de
un rincón de la ciudad a otro es el Manhattan Transfer de
John Dos Passos, o el
pastiche castizo de La colmena de Cela. Para mí, sin embargo,
la novela acaba pareciéndose más que a esos dos modelos a El
hombre que inventó Manhattan de Ray Loriga, un libro con el que
Rari Nantes comparte referencias culturales al pop, al cine y
a la música, y una cierta manera de ser joven y observar. La
estructura de la novela acaba cerrándose con un clásico recurso de
manuscrito encontrado. No es una de mis estructuras preferidas, pero
entiendo que los autores que la escogen lo hacen tratando de darle un
último toque de realismo que justifique algunos de los sucesos
leídos, que parecen salir de sueños, echándole la culpa a la
imaginación de ese otro que ha escrito las páginas que el autor
simplemente ha encontrado.
“Nunca
se han escrito libros tan flacos como en el siglo XX. Abundan los
ejemplos, aunque solo voy a detenerme en dos o tres. En primer lugar,
tenemos a Georges Perec, conocido por un libro robusto, aunque no
ruso. Salvo La vida: instrucciones de uso, Perec se dedicó casi por
completo a los libros famélicos”. pg. 191
Se
puede (y me imagino que se habrá hecho) acusar a Rari Nantes
de ser una novela demasiado ambiciosa. No seré yo quien considere
que el exceso de ambición literaria sea un defecto. Creo que ya hay
demasiado autor que no arriesga, mide de más y prefiere quedarse
corto que pasarse de largo. Se nota en algunos momentos de la novela
que la autora no ha querido dejar nada fuera. Ha pretendido atrapar
todo el mundo dentro, y en algunos pasajes se nota demasiado que ha
querido dejar constancia de su mundo particular, de las calles, bares
y librerías reales de Barcelona por las que circula (que acaban
resultando menos vivos que los paisajes mentales e inventados del
libro). Alba Ballesta ha hecho lo que todo escritor que pretenda ese
nombre debe hacer, escribir una novela que aspira a tener todo el
mundo en sus doscientas y pocas páginas. No creo que merezca la pena
sentarse a escribir si no es con la intención de hacer el mejor
libro del mundo. Ella lo ha intentado. Y le ha quedado una novela
magnífica. Última recomendación: Leí la novela de manera lineal
cuando la cogí de la Biblioteca de Orihuela. Esta última semana la
he llevado como lectura en el metro, y la he ido leyendo a fragmentos
sueltos, como si fuera una película de Godard o Rayuela.
Recomiendo a quienes se acerquen al libro que lo experimenten en
ambos formatos. No hay demasiadas novelas que disociadas de la idea
de la trama sigan resultando tan atractivas.
“Salió
del supermercado más flaco, más pálido y un poco menos vivo que
cuando entró. El camino que había tenido que tomar hasta decidirse
al fin por esas lasañas congeladas le había desgastado por
completo, le había dejado exhausto del horror y horrorizado de la
extenuación. De ahora en adelante el supermercado representaría
para Álvaro el tártaro clásico”. pg.
71
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Sr.
E
lunes, 14 de septiembre de 2015
Frente al espejo de una mujer, de Ismail Kadaré
Frente al espejo de una mujer, de Ismail Kadaré
Alianza
Editorial (2.002)

Ismail
Kadaré lleva 50 años explicando en sus obras ese país. Kadaré es el escritor
nacional de Albania, y su postura durante el régimen de Hoxha quizá pese
demasiado en las cabezas suecas. Kadaré fue un escritor permitido por el
régimen pero criticado. Miembro de la Liga de escritores albaneses. Llegó a ser
presidente de la misma. Fue diputado de la Asamblea nacional. Escribió libros
opresivos donde es fácil encontrar alegorías de cómo es la vida bajo una
dictadura, pero no se exilió del país hasta 1990. Tuvo libros censurados
durante décadas. En este libro Kadaré reflexiona mucho sobre su postura en esos
años. La suya y la de los intelectuales. Las relaciones entre los escritores
que querían hacer literatura y los que querían hacer política. Las miradas
inculpadoras que se cruzaba la policía secreta en un estado en el que todos eran
sospechosos de ser confidentes y los escritores que aspiraban a la poesía y el
arte, siempre al borde de ser acusados de burgueses. Kadaré se mira en el
espejo que en el libro siempre atribuye a las mujeres y es muy duro en su
autocrítica.
Frente al espejo de una mujer es un libro publicado por
primera vez en francés en 2.001 y traducido al español en 2.002 (porque Kadaré
no ha sido uno de esos autores a los que tras ganar el Príncipe de Asturias se
pusieron a traducir en aluvión, y aunque Sánchez Dragó no se hubiera enterado
llevaba años en Alianza y antes en la editorial de Mario Muchnik o Ediciones B,
e incluso antes en extravagantes editoriales prostalinistas que lo tradujeron
en los ochenta como un genuino representante de la literatura albanesa) por
Ramón Sánchez Lizarralde, su traductor habitual y sobre el que (por lo que he
leído de su vida) posiblemente podría armarse una novela del propio Kadaré. Este
libro recoge tres novelas cortas o nouvelles
(aunque él las llama micronovelas, y algo de sentido tiene el nombre que elige,
ya que son novelas cortas de una densidad muy alta, supersólidos literarios por
utilizar terminología robada de la física), fechadas respectivamente en el
2.000 las dos primeras y en 1986 la última, estando escrita ésta en Tirana y
las otras en París.
Las
tres historias, El jinete y el halcón,
La historia de la Liga albanesa de
Escritores frente al espejo de una mujer y El vuelo de la cigüeña, miran al pasado. Al de Albania,
especialmente el primero, y también al de Kadaré (en el caso del segundo y el
tercero). La historia de Albania, tal y como la retrata Kadaré, parece maldita
desde sus orígenes. Parafraseando a Gil de Biedma, la triste historia de
Albania siempre va a terminar mal. Leyendas medievales que hicieron que algunos
reyes albaneses promulgaran reglamentos que defienden el ojo por ojo.
Invasiones de un pueblo tras otro. Enver Hoxha y su enloquecido régimen
represivo. La vuelta a las costumbres más reaccionarias después de la caída del
régimen. Los bombardeos de la OTAN sobre Kosovo, una región con mayoría de
población de origen albanés, apenas un año antes de que Kadaré escribiera estas
micronovelas (unos bombardeos que le llevaron a publicar Tres cantos fúnebres por Kosovo). En ese ambiente de desgracia tras
desgracia en lo político y lo social, Kadaré se cuestiona qué papel le queda a
los poetas y los artistas. Y se pregunta en voz alta qué responsabilidad
tuvieron los pueblos extranjeros que fueron pasando por aquellas tierras,
quemándola a su paso.
“En
el curso de los últimos años se habían ido acostumbrando a tales cambios en la
bandera: siempre se añadía o se eliminaba algo en el mismo lugar, sobre las dos
cabezas del ave. Los italianos habían añadido la segur del lictor romana,
mientras que los alemanes, nada más poner el pie en Albania, la habían
suprimido de inmediato, proclamando como una buena nueva que les restituían a
los albaneses su bandera primitiva, la que llevaba el color de la sangre en su
campo y el negro en la silueta del águila”. pg. 40
El jinete con halcón es el título de una pintura, y
es una historia que mezcla el arte, la caza y los asesinatos políticos. Hay
albaneses que creen en la cultura y que han asumido el papel de pueblo bárbaro
al que los extranjeros han venido a hacer crecer. En este caso nobles italianos
convertidos en adláteres de Mussolini que viajan hasta Albania para disfrutar
de unos días de tranquilidad en el campo, con días de caza y noches de bebida y
arrebatos amorosos. La tensión entre los locales y los foráneos va viniendo al
relato como desde el fondo de un cuadro, como un halcón que se acerca
sigilosamente a su presa. Un gobierno albanés sometido pero orgulloso, y unos
italianos que ven en ellos a los buenos salvajes a los que domesticar. Una
pequeña obra de teatro que se va gestando detrás del escenario, entre palabras
que ocultan su verdadero significado tras su sonido. Hasta que en el acto
final todo acaba en un asesinato que será silenciado por la mentira.
“En
cambio, los oficiales de policía afirmaban lo contrario. Pero es que las
investigaciones eran fraudulentas. Así sucedía siempre al borde del pantano. En
cuanto llegaban los investigadores, era como si abandonaran al instante el
mundo real para internarse en otro diferente. En una especie de teatro …”.
pg. 49
La
historia de la Liga albanesa de Escritores frente al espejo de una mujer es la
crónica de la vida de un joven escritor recién regresado de la URSS en la
Tirana de los años 60. Ese escritor, por supuesto, es un trasunto de Kadaré,
quien había estado becado en el instituto Gorki de Moscú y tuvo que volver
después de que Albania decidiera aislarse hasta de la URSS. Kadaré, como todos
los escritores, tenía que estar oficialmente reconocido, y era miembro de esta
Liga. Allí se hacía propaganda del régimen, se competía en entusiasmo por el
realismo socialista, se juzgaba a los que se desviaban de la línea oficial y
corrían las habladurías. Entre propagandistas algunos tenían alma de poetas, y
como el protagonista de este relato, soñaban con escribir novelas de verdad, y a
falta del permiso oficial para publicar su segundo libro, por ser demasiado
novelesco precisamente (algo que también le pasó a Kadaré), sublima sus sueños
en la figura de una mujer, la del espejo a la que alude el título, que comparte
calle con la Liga de los Escritores, una puta que no recibe a cualquiera, por
miedo a que sea de la policía, y con la que el joven narrador intentará (sin
éxito) tener una cita, Margarita.
“No
sabía cómo desentrañar en mi interior aquella señal. Una puta, más que ningún
otro símbolo, era lo que me hacía sentirme perteneciente a la capital. No sabía
si debía llorar o reír por ello”. pg. 99
Atrapado
entre guerras ajenas para alcanzar el poder dentro de los escritores oficiales
de Albania, que lo mandarán durante meses fuera de Tirana, y los fracasados
intentos de abordar una nueva novela, el narrador irá descubriendo que los
escritores, hasta los de verdad, incluso los que se consideran críticos y
cultivan una cierta distancia con el régimen, como él, no arriesgan demasiado en
comparación con las otras subversiones que sí preocupan al poder, aficionado a
castigar en público a unos pocos de los que se puede hablar durante semanas en
la calle para así poder ir limpiando Tirana sin que nadie se diera cuenta de
los elementos que verdaderamente preocupaban al poder, los que habían elegido
vivir por libre.
“Las
palabras de un primo mío que trabajaba en el Ministerio del Interior acudieron
a mi mente repentinamente: ¿de modo que tú crees que lo vigilamos todo? Pues yo
te digo que la realidad es precisamente a la inversa. Vigilamos una mierda.
Nosotros mismos hemos fabricado esa leyenda para meterle a la gente el miedo en
el cuerpo. Y resulta que funciona”. pg. 67
En la última historia, El vuelo de la cigüeña, Kadaré reincide en los ambientes de los
escritores albaneses de la década de los 60 y 70, en los que se formó como
autor. En el relato anterior, pese a la autocrítica hacia quien en realidad
había vivido siempre bastante lejos del peligro real de enfrentarse a la
dictadura, el tono general era de condescendencia con el joven iluso que había
sido. En este, sin embargo, esa mirada al pasado se vuelve más amarga. Un
narrador, otra vez joven, otra vez escritor, otra vez desencantado en el fondo
con el régimen pero dispuesto a seguir aguantándolo mientras, pese a las
disputas con la censura, pueda ir publicando, acude a encontrarse en provincias
con un viejo escritor a quien admira y a quienes muchos en Tirana habían
olvidado. Allí se encuentra con alguien poseído por el resentimiento, que ha
intentado despreciar a quienes le desprecian a él, y parece que lo ha
conseguido, dedicado a poner su arte por encima del clima político.
“y
ahora dime, por favor, ¿se acuerda alguien de quién era el ministro de Cultura
en la época de Shakespeare?”. pg. 138
El
narrador se pregunta, aún sin hacerlo explícitamente nunca, qué hacen ellos,
los jóvenes escritores de Tirana, y el libro se cierra con una nueva reflexión
sobre qué papel juegan los países que han decidido posar su mirada (y a veces
también las manos) sobre Albania, llevándose lo que les interesaba y dejándolos
seguir en el barro. Kadaré, en un ejercicio de autoficción que domina en todo
momento, vuelve a poner en guerra la memoria y la historia, y quizá falseando
él mismo su memoria, o jugando a decirnos: “yo también podría engañaros si
quisiera”, cierra un círculo con lecturas dobles y triples en los que cuesta
distinguir en todo momento la realidad de la ficción. El Kadaré de casi setenta
años que escribió estas historias juzga severamente al Kadaré de treinta que
aspiraba a ser un importante escritor, y parece decirle que sí, que ha llegado
a serlo pero que tal vez podría haber hecho las cosas de otra manera por el
camino. Sin jugar a sentimentalismos, sin crearse un pasado de resistente
heroico que sabe que no fue, Kadaré se mete con maestría en la línea del tiempo
de la Albania del siglo XX y vuelve a recordarnos que hay historias convulsas,
y pueblos a los que las maldiciones les duran siglos.
“Se
diría que en aquella negrura inconcebible se estuviese preparando la transparencia
del día siguiente. Se rumoreaba que la Unesco estaba elaborando un proyecto
para su defensa. Ningún Pen Club de escritores europeos se había acordado jamás
de Lasgush Poradeci”. pg. 141
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Sr.
E
lunes, 7 de septiembre de 2015
La habitación de Nona, de Cristina Fernández Cubas
La habitación de Nona, de Cristina Fernández Cubas
Ed.
Tusquets (2.015)

La
habitación de Nona
recupera motivos y tonos habituales en la narrativa de Cristina Fernández
Cubas. Los que la hayan leído con anterioridad reconocerán rápidamente el
estilo y las obsesiones de la escritora, y quienes la lean por primera vez se
sentirán pronto en casa. El libro está compuesto por 6 relatos, algunos de los
cuales se acercan más a la longitud y desarrollo de una nouvelle que de un cuento, y en los que lo fantástico, en la
mayoría de los casos, aparece como una segunda piel de la realidad. La sintaxis
de Fernández Cubas es elástica y musical y se adapta bien en cada momento a lo
que está contando, y el lector aficionado al género reconocerá distintos
motivos clásicos de la narrativa fantástica en estos relatos, a los que la
autora dota de su toque personal.
“y enseguida, nada más fijarme en
sus caras, comprendí de golpe varias cosas. Que Nona no era francesa, en primer
lugar. Y, sobre todo, que la palabra <<especial>> no significaba
forzosamente algo muy bueno”. pg. 17
El libro tiene como cita inicial
la siguiente frase de Albert Einstein: “La realidad es simplemente una ilusión,
aunque muy persistente”. Es una idea que sobrevuela todas sus páginas, y como
ya he dicho, prácticamente toda la obra de Fernández Cubas (he leído toda su
narrativa breve). Esta idea, así como otra cita que se le atribuye a Einstein
en el relato La nueva vida y que
habla de la coincidencia de presente, pasado y futuro son dos ideas que se
repiten casi con las mismas palabras en otros puntos del libro. La autora traza
una muy débil frontera entre lo que es y lo que aparece, lo imaginario y lo
real. El estilo es lírico y clásico, y siempre le he encontrado muchas
similitudes a las historias de esta autora con las Historias fantásticas de Bioy Casares, que no es, ni mucho menos,
el único modelo, pues la escritura de Fernández Cubas, por su desarrollo y por
el largo tiempo que se toma para elaborar cada uno de sus libros, como si los
estuviera destilando, hace pensar en una autora que ha bebido de toda la
tradición que viene desde Poe hasta encontrar su propia fórmula.
“Alicia respiró hondo. No sería un
robo, sólo un préstamo. Nadie la había visto subir. La casa no tenía portera ni
se habían cruzado con nigún vecino. Y, además, ¿quién creería a la vieja?” pg.
54
Los seis relatos que componen La
habitación de Nona son: La habitación de
Nona, Hablar con viejas, Interno con figura, El final de Barbro, La nueva
vida y Días entre los Wasi – Wano.
Los que más se acercan al fantástico clásico son los dos primeros y La nueva
vida. La habitación de Nona nos
cuenta, desde la perspectiva de su hermana, la vida de Nona, una niña especial,
y la autora juega con los múltiples sentidos de la palabra especial, así como
con la fuerza de la imaginación, hasta el punto de cuestionar la existencia
real de la narradora. Hablar con viejas
es un relato que parte de una situación de actualidad como es la posibilidad de
que a una chica joven vayan a desahuciarla hasta acabar en lo más parecido a un
relato de terror que encontraremos en el volumen, siendo una vieja en
apariencia inocente con la que la joven entablará conversación el medio elegido
para ese salto. Interno con figura
nos sitúa en un museo frente a un cuadro titulado Interno con figura en el que una mujer está interesada observando
cómo un grupo de niños ve dicho cuadro (que de hecho también es la imagen que
aparece en la portada del libro). En ese cuadro hay un niño que parece estar
escondiéndose, y la mujer que analiza a los niños que están viendo el cuadro empieza
a fantasear sobre los motivos que pueden llevar a una de esas niñas que miran
el cuadro a tener miedo de sus padres. El
final de Barbro es un relato de ambiente familiar. De familia que se
desintegra, o al menos se desestabiliza ante la aparición de un nuevo miembro,
la Barbro del título, la nueva mujer del padre, ante cuya presencia las tres
hijas se pondrán a la defensiva. La nueva
vida es probablemente, junto a Interno
con figura, el cuento en el que la protagonista está más cerca de la
autora, y de las circunstancias por las que Cristina Fernández Cubas ha pasado
en los últimos años. Una mujer que se ha quedado viuda después de muchos años
de relación viene de Barcelona a pasar unos días a Madrid y se plantea que debe
iniciar su nueva vida, aunque no sabe cómo podrá hacerlo. Esas ganas de
afrontar el futuro acabarán llevándola a un viaje al pasado, en la línea de la frase
de Einstein que sitúa en el mismo plano de la realidad al pasado, al presente y
al futuro, entrelazados.
“Y nos quedamos de piedra, sin
poder hablar. De piedra y sin palabras. Porque las piedras no hablan ni sienten
ni tienen emociones. Las piedras son sustancias minerales de consistencia dura
y compacta”. pg. 89
La
habitación de Nona,
Hablar con viejas y La nueva vida son los tres relatos que
siguen de una manera más clásica los parámetros de la literatura fantástica. La
última historia, Días entre los Wasi –
Wano, es por longitud prácticamente una nouvelle,
como dirían los franceses. No es demasiado frecuente esta longitud de en torno
a 50 – 60 páginas en la narrativa breve española, y todos los autores que la
practican coinciden en su dificultad. Es, sin embargo, una distancia en la que
Fernández Cubas se desenvuelve perfectamente, como se veía en Parientes pobres del diablo, un libro de
sólo tres historias, todas ellas de estas características, y tal vez Días entre los Wasi – Wano sea el mejor
relato del libro. Aquí lo fantástico viene del interior de la mente de la niña
narradora, y no hay trastornos que lo justifiquen. Se trata del puro poder de
la imaginación. Es un relato que nada más iniciarlo llevó mi memoria lectora a
recordar La fiebre azul, primer
relato de Parientes pobres del diablo.
Una casi adolescente y su hermano pequeño son enviados a pasar el verano con su
tío, que les contará mil historias sobre la tribu de los Wasi – Wano, una tribu
que quizá ni existe (o sí, pero no de la manera habitual en la que existen las
tribus), y que les servirá de gancho para aprender que existen otros caminos en
la vida aparte de los más trillados, pero que ningún camino lo es sólo de rosas.
Fernández Cubas, como en muchas de sus historias, nos retrotrae a la infancia y
a su desbordada imaginación, dejándonos al final de sus páginas un regusto
melancólico por la capacidad para intercalar lo extraordinario entre lo
rutinario que hemos perdido.
“De todos los epítetos con los que
la familia despachaba con regularidad su alegre existencia, Viva la Virgen era
el que más me intrigaba y gustaba al mismo tiempo. Los imaginaba en la
intimidad de su hogar, en el comedor, en la cocina, en el dormitorio, cogiendo
hatos de ropa, sábanas, manteles, alzándolos al aire y dejándolos caer al grito
de ¡Viva la Virgen! Con las cacerolas y sartenes pasaban aún mejor. ¡Viva la
virgen!” pg. 138
Siempre he emparentado el
acercamiento al fantástico de esta escritora, que muchas veces se aprovecha de
la mirada de los niños y adolescentes, tan impresionables y sugestionables, con
las primeras historias de Adelaida García Morales, una autora que empezó a
publicar en fechas cercanas a Fernández Cubas, que tuvo bastante más éxito que
ella (gracias sobre todo a la adaptación de Víctor Erice de la película El sur) y que pasó pronto a una segunda
línea. El prestigio de Fernández Cubas, por el contrario, ha tenido un
crecimiento bastante más lento, pero siempre constante, y cada uno de sus
nuevos libros parece situarla en un nuevo punto máximo de su trayectoria. En la
solapa de presentación de la autora, se cita una frase del profesor Pozuelo
Yvancos referida a Cristina Fernández Cubas: “la mejor cuentista de la
literatura española”. ¿Lo es? Siempre parece muy atrevido entregar títulos como
ése, pero si nos sentimos en la obligación de entregarlo, desde luego es una
buena candidata.
“Y hago lo único que puedo hacer.
Escribo un cuento”. pg. 77
Más
reseñas el próximo lunes
Sr.
E
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