martes, 28 de julio de 2015

Mientras escribo, de Stephen King

Mientras escribo, de Stephen King
Ed. Plaza y Janés y Debolsillo (2.000)

Se ha debatido ya mucho sobre si Stephen King es o no es un buen escritor. Me da la sensación de que cuando yo era adolescente sus libros se vendían bastante más que hoy en día (aunque se siguen vendiendo mucho). En cierto modo creo que porque su figura era mucho más polémica. Era un escritor que vendía muchísimo escribiendo sobre muertes, fenómenos paranormales y guarradas. Y todo con mucha sangre. Un amigo mío estaba fascinado con un relato (que nunca he leído) en el que una planchadora industrial tomaba vida y aterrorizaba a la ciudad. El primer libro suyo que leí fue Carrie. Comprar o tomar prestados de la biblioteca sus libros tenía algo de proscrito. Aquellos libros chorreaban sangre. Y como todo lo que se vende muchísimo, tenía que ser necesariamente malo para muchos lectores que se situaban por encima de nosotros. Por si fuera poco, como tantas cosas que hacíamos los adolescentes (como tantos videojuegos violentos, como tantas películas), ponía en riesgo nuestra futura estabilidad mental.

Noto, por la diferencia con la que se mira al comprador y lector de Stephen King hoy en día, que ha progresado en la escala de respetabilidad de críticos, escritores y lectores pretendidamente serios. Hoy en día hay escritores literarios que reconocen ser lectores de sus novelas. Esas novelas, por supuesto, se han ido descargando de muertes salvajes, guarradas y sangre. Y se han ido volviendo más aburridas. Quizá Stephen King se ha vuelto respetable porque el nivel medio a su alrededor ha caído en picado en las últimas dos décadas. Porque King sabe hacer novelas de entretenimiento, generalmente de género, con un nivel medio más que aceptable. Sus libros son sólidos. Dentro del disputado mundo de los libros de puro entretenimiento para leer en aeropuertos, trenes y piscinas, respeta mucho más a su lector que otros autores de best seller, y se toma su trabajo en serio.

Dejando al margen el tema de si King es o no un buen escritor, es, sin duda, un buen narrador. Para los que nos perdemos en ocasiones cuando estamos escribiendo en juegos con la prosa y digresiones variadas, leer sus libros no es una mala idea. Sus historias fluyen con facilidad, avanzan ágilmente y rara vez aburren a quien las está leyendo. Es un escritor que siempre elige la opción sencilla, que no se lía en frases que ocupan párrafos. Es directo y llega al lector. Pasan cosas, la trama progresa, al lector le apetece saber qué va a suceder a continuación, maneja bien las emociones y la sintaxis es más que solvente y correcta. King, no se olvide, ha sido profesor de Lengua y Literatura de secundaria y de Universidad, y él siempre insiste, por ejemplo en este Mientras escribo, en que lee bastante menos terror y misterio de lo que podría pensarse. Lee poesía, lee a Faulkner, lee a Cormac McCarthy, prefiere a Poe frente a Lovecraft.

Si quieres ser escritor, lo primero es hacer dos cosas: leer mucho y escribir mucho. No conozco ninguna manera de saltárselas. No he visto ningún atajo”. pg. 159.

¿Tiene sentido este libro? Creo que sí. Stephen King nos explica al principio que cuando va a dar una conferencia nadie le pregunta por las soluciones técnicas que toma cuando sus historias se atascan, sobre cómo planifica sus obras y cómo organiza su trabajo en ellas. Nada. Esas parecen ser preguntas reservadas para los autores literarios “serios”. Y se pregunta si alguien que conecta con millones de lectores acaso no tiene nada que enseñar sobre el oficio. Cree que sí. Yo también lo creo. Este libro es la respuesta afirmativa a esa pregunta. Creo que Stephen King ha escrito algunas novelas de terror que trascienden bastante el género y que están entre la mejor narrativa dirigida al gran público de los últimos 40 años. El resplandor, Cementerio de animales, La zona muerta, Misery y El misterio de Salem´s Lot, son, como mínimo, novelas muy sólidas. No hay tantos autores con un repóker de novelas de ese nivel. Y según gustos habrá quien hable de It, Apocalipsis, Ojos de fuego o la saga de La torre oscura como sus mejores obras. Quizá ha escrito demasiadas novelas, es cierto. Es posible que si hubiera sido un poco más selectivo hubiera ganado algunos millones de dólares menos pero hubiera completado un corpus de 8 o 10 novelas realmente buenas. Cuando uno lee varios de sus libros, observa que repite estructuras y algunos personajes de una novela se parecen demasiado a otros personajes de otra. Con más tiempo para pulir cada una de sus buenas novelas podría haber evitado esos defectos. Y se suele olvidar, pero Stephen King es también un muy buen autor de relatos cortos. Una selección con veinte de sus mejores relatos sería sin duda un libro excepcional (dejo la idea para el editor que la quiera). Y de manera directa o indirecta (con el peso de su obra en el cine de género de las últimas tres décadas) es un autor que ha influido en la cultura popular que cualquier persona maneja. Con todo esto quiero decir, simplemente, que si Stephen King quiere contarme cómo escribe, yo estoy dispuesto a escucharlo.

Es donde escribe estas líneas un hombre de cincuenta y tres años con mala vista, un poco cojo y sin resaca. Hago lo que sé, y lo mejor que sé. He superado todo lo que he contado (y mucho más que me dejé en el tintero), y ahora contaré todo lo que pueda sobre mi trabajo. Sin alargarme, como tengo prometido”. pg. 112

El libro se divide en tres partes. En la primera, titulada Curriculum Vitae, cuenta, sin un orden riguroso y sin pretender dar explicaciones completas, momentos de su vida, desde que era niño hasta que un coche lo atropelló y casi lo mató a finales de los noventa. Vemos que King viene de una familia modesta, que siempre se ha sentido fascinado por los libros, que se casó joven, que tuvo dos hijos, que daba clases durante el curso y durante los veranos cogía otros trabajos, que se acostumbró a escribir en cualquier sitio, que poco a poco consiguió publicar algún relato, que vendió Carrie a una editorial, que el libro empezó a funcionar bien, vino Hollywood, escribió El misterio de Salem´s Lot, escribió El resplandor, y el resto es historia como se suele decir. Se convirtió en uno de los escritores más famosos y leídos del mundo (si no el que más), se le fue la mano con la bebida y las drogas, perdió de vista algunos objetivos. Y esto no es políticamente correcto, pero su abandono de las sustancias a finales de los ochenta coincide con un bajón en la intensidad de sus novelas. Tal vez, y esto no quiere decir que nadie deba tomar ese camino si quiere escribir y vender millones de libros, sus historias se veían beneficiadas por la inspiración de ciertas paranoias y procesos mentales ligados al abuso de anfetaminas, cocaína y alcohol. Pero prefirió seguir viviendo. Seguramente hizo bien.

También empleé la defensa Hemingway. Consiste más o menos en lo siguiente: soy escritor, y por lo tanto muy sensible, pero también soy un hombre, y los hombres de verdad no se dejan gobernar por la sensibilidad. Eso sería de maricas. En conclusión, bebo. ¿Hay alguna otra manera de afrontar el horror existencial y seguir trabajando?” pg. 105

La segunda parte del libro, llamada Caja de herramientas, habla de las herramientas que él utiliza como escritor y que cree que pueden ser útiles para cualquiera que quiera serlo. La primera y muy clara, leer y escribir. Vuelve a ella con reiteración. Tiene una serie de reglas muy sencillas sobre la gramática y la sintaxis que estaría muy bien que algunos profesores de Lengua de secundaria le pasaran a sus alumnos. Son pocas, son simples, y hasta puede que no les parezcan reglas y decidan hacerles caso. Por ejemplo, no usar la pasiva si puede evitarse, no abusar de los adverbios terminados en –mente, elegir la palabra más sencilla que dé el significado que queremos expresar. Y por supuesto, estar abierto a incumplir esas normas.

Propongo desde ya una promesa solemne: no usar “retribución” en vez de “sueldo”, ni “John se tomó el tiempo de ejecutar un acto de excreción” queriendo decir que “John se tomó el tiempo de cagar”. pg. 130

La tercera parte, Escribir, habla de enfrentarse al folio en blanco, de la construcción de personajes, la escritura de diálogos, la elección de temas, la corrección, la recorrección, y hasta qué punto darle importancia a la opinión de los lectores y los críticos. Para ilustrarlo, coge ejemplos de textos propios y de otros autores. Textos buenos y malos, pues como dice, se aprende mucho de los malos escritores, en los que es muy fácil detectar los fallos. Por último, hay una pequeña posdata, llamada Vivir, como contrapunto a Escribir, para que nadie se olvide de lo importante que es, y al final del libro hay un pequeño ejercicio de corrección de estilo del propio King sobre un relato, y por último una pequeña lista con los libros que más había disfrutado como lector durante los cuatro años que pasaron entre que empezó Mientras escribo y lo dio por finalizado.

Dudo que haya novelistas con muchas inquietudes temáticas, aunque hayan escrito más de cuarenta libros. Yo tengo muchos intereses en la vida, pero pocos lo bastante profundos para alimentar una novela. Entre esos intereses se halla la dificultad de cerrar la caja de Pandora una vez abierta, la cuestión de por qué, si hay Dios, ocurren cosas tan horribles, la fina línea divisoria entre realidad y fantasía, y sobre todo el atractivo irresistible que puede tener la violencia para gente básicamente bondadosa. También he escrito hasta la saciedad sobre las diferencias fundamentales entre niños y adultos, y sobre el poder curativo de la imaginación humana”. pg. 229.

Más reseñas el próximo lunes.

Sr. E.

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