martes, 29 de diciembre de 2020

Mis cuentos pendientes de 2020

Mis cuentos pendientes de 2020

Una lista desordenada

El blog lleva cerrado desde abril, y bien está así. Le han salido telarañas, y esos diminutos insectos que viven entre los libros y ayudan a la buena conservación del papel (por lo que es recomendable limpiar el polvo de los libros de vez en cuando, pero tampoco con gran frecuencia) corretean por aquí felices y salvajes. 

No respondo a ninguna demanda social asomándome por aquí a final de año, lo sé de sobra. Pero con estas fiestas raras, me entró cierta melancolía por hacer balance final de mis lecturas anuales. 

Ha sido un año extraño, no merece la pena hacer un nuevo comentario sobre por qué, o cómo nos ha afectado. Porque a cada uno le ha afectado de distinta manera, y me imagino que eso es así también a nivel de lecturas. 

Durante el confinamiento estricto, con las bibliotecas cerradas, mi lectura se vio especialmente afectada, ya que la mayoría de mis lecturas vienen de ahí. En verano fui recuperando las visitas a estas, y he intentado desde entonces ir eligiendo los seis libros que mi carnet me permite como si pudieran ser los seis libros con los que me quedaría encerrado otra vez durante tres meses. El sistema funciona, y filtra mucha lectura que realmente no necesitamos hacer, aunque pueda parecernos por un momento que sí.

He releído muchos libros, y a algunos autores en los que siempre encuentro satisfacción. Fue, cuando no podía acceder a libros nuevos, una gestión lógica de los recursos. Y ha sido, después, otra manera de asegurarme el éxito como lector. He hecho, a lo largo del año, ciclos de relectura de Ballard, Bolaño, Philip Roth, Cortázar y Etgar Keret. Los he disfrutado enormemente.

Por esa acumulación de relecturas, la lista de libros que presento este año no se centra en novedades, y tampoco va a presentarse como una lista del 1 al 10. He incluido libros que no he leído por primera vez junto a otras lecturas de novedades. 

Quizá a alguien le sirvan para rematar listas de deseos a los Reyes Magos. Vamos a ello. 


Novela

Vivir abajo, de Gustavo Faverón (Candaya). En un año normal, este sería probablemente el número 1 de mi lista. Es una novela estupenda, en la que la sombra de Bolaño, enorme, no pesa, sino que sirve para crear algo nuevo, algo que puede leerse como otra gran novela de Bolaño o como la gran novela de un discípulo. Una de esas novelas enloquecidas en las que el arte y la muerte se mezclan. 

Había humo o neblina o no sé qué, de Cristina Rivera Garza (Tusquets). Se trata de un libro muy especial. Un homenaje muy particular a Juan Rulfo, en el que se siguen más sus pasos y sus andanzas, sus fotografías y vivencias, que sus textos. Un lenguaje poético, un resultado muy particular. 

La peste, de Albert Camus (Seix Barral). Había leído ya bastantes libros de Camus, y este esperaba el momento en mis estanterías. Y llegó. No fue precisamente una lectura para distraerse de la actualidad. Pero es una novela perfecta. Profunda, poderosa, llena de ideas, imágenes y momentos poderosos. 

Estrella distante, de Roberto Bolaño (Anagrama). Como lector de Bolaño, siempre he defendido la superioridad de sus novelas desbocadas (Los detectives salvajes y 2666) sobre sus novelas cortas, que sé que muchos lectores prefieren. Este año he releído Estrella distante, Nocturno de Chile y Amuleto. Y aunque sigo creyendo que su gran obra está en sus grandes novelas, en Estrella distante hay que reconocer que no hay nada que sobre ni que falte, que es una de esas novelas cortas (en torno a 150 páginas) inmejorables. El horror y la poesía, la barbarie en Chile. 

Kramp, de María José Ferrada (Alianza). Un Papá Noel acertado me lo regaló la semana pasada, y lo leí en un día. Quiero releerlo para estudiarlo mejor, pero en primera lectura me ha parecido una novela corta perfecta, redonda, con una voz que nos encanta, la de una niña que se mueve por los pueblos de Chile junto a su padre, vendedor de productos de ferretería, en una época que se va llenando de fantasmas, la del golpe de estado de Pinochet en 1973 (lo que emparenta esta novela con la de Bolaño).  

Kaputt, de Curzio Malaparte. En un Nápoles de posguerra, Malaparte nos enseña una ciudad arrasada, que intenta levantarse de sus ciudades. Una ciudad orgullosa que ha sido derrotada, por el fascismo y por los aliados, que ha perdido otra vez, que intenta levantarse. Malaparte muestra la derrota como una de las situaciones que enseña a los seres humanos a seguir adelante. 

El general del ejército muerto, de Ismail Kadaré (Alianza). De nuevo en Italia, una expedición de este país va a Albania a rescatar los cadáveres de un batallón que no volvió de la Segunda Guerra Mundial. La vergüenza entre ambos países y los fantasmas van dibujando algo extraño, que pesa, que tarda en definirse, pero que se va dibujando poco a poco ante nuestra mirada. 

Relato

¿Quién ha visto el viento?, de Carson McCullers (Austral). Hace años leí El aliento del cielo, que incluye estos mismos relatos y sus tres novelas cortas. Este verano me compré esta edición en bolsillo y volví a encontrarme con la prosa sutil de Carson McCullers. Es una maravilla. Leí el libro dos veces seguidas, y no me importaría volver a leerlo estas próximas semanas de vacaciones. 

Final del juego, de Julio Cortázar (Suma de Letras). Ya decía que había estado releyendo a Cortázar en los últimos meses. Podría elegir cualquier otro libro de relatos, pero quizá este sea mi preferido. Incluye mi relato preferido de Cortázar (Los venenos), un buen número de clásicos (Continuidad de los parques, Torito, La noche boca arriba, el propio Final del Juego) y es una muestra estupenda de lo ricos y variados que son los cuentos de Cortázar. Uno de esos libros a valorar si has de quedarte encerrado con un único libro durante un buen tiempo, por sus infinitas lecturas.  

La torre de ébano, de John Fowles (Impedimenta). Creo que Fowles es más conocido por El coleccionista que por El mago, pero esta me parece una novela asombrosa, que lleva años sin ser reeditada. La torre de ébano es una colección de relatos largos (algunos, especialmente el primero, el que da título, es una novela corta) donde están los mismos temas que allí. Engaños, reflexiones sobre el amor y el arte. El poder. Creadores que se consideran a sí mismo dioses, y la pregunta flotante de si el arte lo justifica todo. 

Cuentos completos, de Lorrie Moore (Seix Barral). Me regalaron esta edición por mi cumpleaños, y vale realmente la pena. Había leído Pájaros de América (una maravilla, una colección de relatos perfecta, de mis preferidas). De las otras tres colecciones que recoge, hay otras dos estupendas: Autoayuda y Como la vida misma. Moore sabe ser cruda y sarcástica a la vez que no deja de mantener cierta dulzura en la mirada hacia sus personajes, lo que no es nada fácil. Narra con facilidad y siempre te deja dándole vueltas a los cuentos. 

Corazones en la Atlántida y Las cuatro estaciones, de Stephen King (DeBolsillo). Son dos colecciones de novelas cortas más que de cuentos, muchas de las cuales han tenido película (no es demasiado conocida, pero la película de Verano de corrupción es muy recomendable). Estas historias no son las clásicas de King, no hay elementos fantásticos ni de terror sobrenatural. Aquí despliega sus habilidades para el relato costumbrista, en el que, descontado su 8 - 10% de referencias un tanto cargantes, quedan historias que retratan muy bien el mundo de la infancia y de la adolescencia (que no otra es la base de muchas de sus novelas, niños y adolescentes que se sienten solos o que se pierden, pensemos en It).

Cuentos completos, de Franz Kafka (Valdemar). Con lo arriesgado que es decir algo así sobre el autor de El proceso y El castillo, siempre he pensado que lo mejor de su obra está en sus relatos.

Cuentos reunidos, de Saul Bellow (DeBolsillo). Bellow no es un cuentista sencillo, cuyas historias fluyan. Es denso, y algunos de sus relatos son mini - novelas, con muchas líneas dirigiéndose en distintas direcciones y esperando cruzarse. Aunque eso pueda hacer que alguien piense que por qué acercarse a sus cuentos, la verdad es que vale mucho la pena el viaje. En este volumen hay cuatro o cinco historias de primera división mundial (El contacto Bella Rosa, El robo, Memorias de Mosby y Algo por lo que recordarme). 


Ensayo

Ensayos, de Michel de Montaigne (Penguin). Los Ensayos de Montaigne me sonaban a libro lejano, erudito, consagradísimo. Me daba pereza, vamos. Pese a ello, en verano me hice con esta edición de bolsillo (no son sus Ensayos completos, pero son casi 800 páginas, y como no sabía qué encontrarme, valoré que mi bolsillo no debía hacer el intento con ediciones que pasaban de los 50 euros) y me encontré con un autor nada solemne, muy ágil, muy vivo, que va viviendo y registrando, pensando y opinando, sin un método claro, simplemente donde el pensamiento lo iba llevando. Con algunas reflexiones valiosísimas, casi todas a partir de sus comentarios aparentemente más ligeros.   

Argentina y el fantasma de Eva Perón, de V. S. Naipaul (DeBolsillo). Es una de las crónicas clásicas de Naipaul (está incluida en El escritor y el mundo). Naipaul es siempre inmisericorde con la realidad que ve. No maquilla nada. Mete el dedo en las heridas. Escarba. Y durante veinte años fue añadiendo páginas a sus contactos con Argentina, lo que permite ver la descomposición de un país a cámara lenta, con movimientos y derrumbes previsibles ante los que nadie hacía nada. Da miedo pensar en lo cercanos que parecen algunos de los síntomas.

Armas, gérmenes y acero (DeBolsillo) y Crisis (Debate), de Jared Diamond. Diamond es uno de los maestros del hoy célebre Noah Harari (Sapiens), y comparte ese tono de ensayo muy ágil, claramente divulgativo, pero que abre puertas muy interesantes. Diamond estudia de manera sistémica cómo ciertas civilizaciones murieron y cómo otras sobrevivieron, y cómo algunos países han sabido recuperarse de enormes crisis internas y externas, y explica qué hicieron para ello. Libros imprescindibles para ir pensando en el futuro después de este 2020 de pandemia (y no tiene por qué pensarse en un futuro optimista, advierto). 

Memorias y diarios

Ha sido un año de leer muchos diarios y memorias. Hay poco que explicar aquí. Tan solo que incluyo los cómics de Pekar en esta sección porque su trabajo de autoficción está más cerca de esta categoría que de ninguna otra. 

Antología de American Splendor, I, II y III, de Harvey Pekar (La Cúpula).

Patrimonio: una historia verdadera, de Philip Roth (Seix Barral). Roth sobre su padre, más allá, sobre las relaciones padre - hijo, y ese concepto en movimiento de masculinidad. 

A propósito de nada, de Woody Allen (Alianza).

Diarios, de Kafka (DeBolsillo).

Siete moderno y Miseria y compañía, del ciclo Salón de los pasos perdidos, de Andrés Trapiello (Pre-Textos).

Hitch – 22, de Christopher Hitchens (Debate).

Una historia de amor y oscuridad, de Amos Oz (DeBolsillo). Amos Oz recuerda la historia de amor de sus padres, su propia infancia y los libros, muchos libros. De fondo, la construcción del Estado de Israel. 


Ni ensayo, ni memoria, ni novela

Un autor muy peculiar. Incómodo. Político en un sentido no corrompido. Pasen y lean.

Literatura de izquierda, El amo bueno y La expectativa, de Damián Tabarovsky (Caballo de Troya).


Hasta aquí hemos llegado este año

Seguiremos leyendo

Felices lecturas

Sr. E



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