miércoles, 20 de junio de 2018

Némesis, de Philip Roth


Némesis, de Philip Roth (Mondadori)

A veces te crees tus propias mentiras, o al menos tus propios prejuicios. Supongo que hay algo de inevitable en ello. He leído una gran parte de la obra novelística publicada de Philip Roth. Y en algún momento me convencí de que su última novela buena había sido La conjura contra América, publicada en 2004. Debo decir también que era la lectura de otras novelas de Roth, de esos primeros años de la década de los 2000, la que me llevó a concluir eso. Novelas como Elegía, Sale el espectro e Indignación me parecieron flojas, innecesarias. Incluso El animal moribundo, aunque más consistente, ya me lo había parecido.

Y en esto, se murió Philip Roth y en una biblioteca de las que suelo frecuentar montaron uno de esos stands con sus novelas, y curioseando, decidí coger Némesis. Y me encontré con una novela de un Philip Roth que si bien no está quizá en su primera división, no desmerece para nada, está bien construida, bien narrada, juega con la historia y sus historias. Es una muy buena novela, al margen de quien sea su autor y qué lugar ocupe en el ranking de sus obras. En Némesis, Philip Roth viaja al pasado, al suyo, aunque lo esconde y utiliza sin personalismos. Nos sitúa en 1944, última época de la Segunda Guerra Mundial, en el centro de la comunidad judía de Newark, Nueva Jersey. Una epidemia de polio se ceba durante ese verano con los niños locales, poniendo de los nervios a todos, haciendo dudar de lo divino y lo humano a los adultos, hasta extremos propios de Dostoievski, provocando que las autoridades se planteen cerrar los parques, espacios deportivos, campamentos, todos los lugares en los que suponen que el virus está contagiándose e infectando cada vez a más niños. Mientras, los jóvenes americanos mueren en el frente.

También uno de los mejores amigos de Bucky Cantor, que es monitor en uno de esos espacios infantiles, y que se hace mayor a los 23 años, de repente, cuando enterrar a sus alumnos se convierte en algo casi rutinario. Entonces, le llega la oportunidad de huir. A través de la familia de su novia recibe la oferta de encargarse de un campamento acuático en el campo, lejos de la ciudad y de la polio. Tras mucho pensarlo, lo acepta, sintiendo que ha abandonado a sus chicos. Aunque el narrador es uno de esos chicos judíos, que también contrajo la polio y acusa desde entonces cierta cojera, lo que no le ha permitido hacer una vida normal, el verdadero protagonista es Cantor.

Y el tema esencial es la culpa. La que siente por haber escapado Bucky Cantor y la que sentirá más adelante. Al campo le siguen llegando malas noticias. Más niños han enfermado y han decidido al final cerrar la escuela de verano en la que trabajaba. Cantor se siente culpable por cobarde, y además por haberse ido con tan poca diferencia de días, siente que podría haberse quedado, esperar a que cerraran y entonces haber escapado al campo con su novia. Y nadie hubiera pensado que estaba escapando. La vida en el campo va bien, es entretenida, bonita, pero un día llega allí también la desgracia. Uno de los niños enferma y también es polio. Las hermanas de su novia también contraen la enfermedad. Por último, él también la sufre.

Se aislará de todos, no querrá recibir visitas en el hospital, dejará a su novia, y se esconderá en sí mismo para prácticamente el resto de su vida, aunque de esto no nos enteraremos hasta muchos años después, cuando se reencuentre con su antiguo alumno y empiecen a quedar semanalmente para comer y hablar de la vida. Veremos cómo un mismo momento afectó de maneras casi contrapuestas a quien era un niño vulnerable y a un joven que había superado muchas dificultades hasta entonces en la vida (sin padres, había perdido a su abuelo hacía poco, pero parecía lleno de seguridad y confianza en sí mismo). La polio actúa en toda la novela como una enfermedad casi moral que saca lo peor de muchos vecinos de Nueva Jersey. Aquellos que prefieren aislar a los vecinos de un barrio (que además son judíos, en 1944, con la Segunda Guerra Mundial al fondo). Jóvenes americanos, sanos, bien formados, caen en ambas batallas. Y el país y su sociedad deben recomponerse después del horror, el mundial y el vecinal. Roth nos muestra que el país se levantó de un tiempo sin vacunas ni dioses tambaleándose, pero volvió a caminar.

Y lo hizo en su última novela, antes de anunciar que no se sentía con fuerzas de lanzarse al trabajo que exige una nueva obra. Y resultó un libro consistente, sólido, meritorio, complejo, un adiós con oficio, que merece la pena leer, y que me alegro de haber encontrado en estos días.

Seguiremos leyendo

Felices lecturas

Sr. E

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