Mi verano con
William T. Vollmann: Los pobres (Debate) y Para Gloria
(Muchnik Editores)
Este verano conseguí
a través de librerías de internet tres títulos de William T.
Vollmann. Leí su novelón Europa Central en primavera y
quería seguir avanzando con él. Lo primero que hay que decir es que
es difícil conseguir libros de Vollmann traducidos, solo son
accesibles los libros que ha editado últimamente Pálido fuego. Uno
de los libros que compré fue precisamente de estos, Historias del
arcoiris, una colección de relatos que aún estoy leyendo y a la
que dedicaré una entrada específica.
Los otros dos libros
son textos de 1991, en el caso de Para Gloria (una traducción
bastante mojigata del título original y mucho más adecuado, y
aunque no lo fuera, es el que eligió el autor: Putas para Gloria)
y de 2007, Los pobres. Otra dificultad es poder seguir una
lectura coherente de su obra, pues su última novela traducida, La
familia real, es de 2.000, la colección de relatos Historias
del arcoiris, el anterior libro en llegar, es de 1989, y así.
También ese cierto alejamiento de su figura nos permite leerlo sin
tener muy claro cuáles son sus libros canónicos, y eso tiene su
encanto, frente a tantas lecturas que comenzamos condicionados por
gigas de información sobre el autor y sus libros.
Los pobres se
anuncia como un libro de No – Ficción en una colección de la
editorial Debate que parece que no tuvo un gran éxito (el gran
momento de la No – Ficción ha llegado algunos años después) y
Para Gloria es un libro de ficción que comienza, como los
telefilms, que salvo los nombres, está basado en historias reales.
Vollmann, en Europa
Central, convertía en personajes literarios a los jerarcas y
propagandistas nazis y soviéticos. Como afirma James Ellroy para
justificar sus incursiones en la historia reciente americana desde la
forma de la novela, si un personaje público está muerto, él tiene
derecho a convertirlo en personaje literario. Aquí convierte en
personajes literarios a personas anónimas de los barrios bajos de
San Francisco (Para Gloria) y a pobres de todo el mundo (Los
pobres). La mirada de Vollmann dota de una poesía realista y
sucia (con permiso de Bukowski), aquellas realidades sobre las que
posa su atención. Es un prosista que en cada uno de los libros que
he leído (que son tres y medio, pues aún sigo con sus relatos)
adopta el estilo justo para lo que quiere contar en cada momento, con
la estructura y el toque de prosa preciso en cada realidad. Una gran
orquesta sinfónica toca con perfecta sincronía en Europa
Central. Una mirada que se vuelve neutra en ocasiones, aunque se
implica personalmente en otros, trata de mostrarnos la realidad de
todos los pobres del mundo en Los pobres. Un pobre
desgraciado, Jimmy, romántico y fatal, busca el amor de su vida por
el Tenderloin, el barrio de las prostitutas de San Francisco, y su
voz es febril y poética, en Para Gloria.
Centrándome un poco
en los libros, Para Gloria es una novela de menos de 200
páginas que no da tregua. Cada línea y cada párrafo sangran, y ya
lo avisa desde el principio el autor, antes de empezar a seguir la
aventura sin sentido de Jimmy.
Todos
sabemos la historia de la puta que, al encontrar en el caballo un
amigo cada vez menos de fiar, fuera mucho o poco lo que se inyectara
en el brazo, se acordó desesperada del dicho “meterse mierda”,
así que llenó la aguja con su propio excremento líquido y se lo
inyectó, lo que le produjo magníficos abscesos. Menos conocido es
el cuento del hombre que decidió suicidarse tragándose el
medicamento para el pie de atleta. Amante de Gloria, murió tras una
increíble agonía. Cuando recogieron una muestra de su orina, ésta
derritió el recipiente de plástico. Eso, puede decirse sin temor a
equivocarse, es desesperación. Más oscuro todavía, por ser
ficticio, es lo que viene a continuación. Sin embargo, todas las
historias de putas aquí contadas son reales.
No es para cualquier
paladar lector, claro. Jimmy conoció a la tal Gloria en aquellos
antros y debió marcarle, porque trata de reconstruirla en la memoria
de las demás putas. Va buscando rastros de su piel en las heridas de
los seres con los que se cruza. El libro, a modo de oración para
Gloria, acaba dibujando su perfil por los descartes que de su figura
hacen todas las demás, las que no son Gloria. Esas putas del título
que el editor en español decidió eliminar. Los capítulos son
cortos, poéticos, duros, descomunales, y van desde la reflexión
sobre Jimmy y sus traumas y secuelas, hasta cierta mirada sociológica
sobre el mundo de la prostitución, la droga, la violencia inmanente
a las relaciones humanas, pagadas o no, la pobreza como causa y
consecuencia en muchos casos.
La pobreza como
material común y como origen de los males es el leit motiv de Los
pobres, que se conecta en algunas de sus ideas con Para
Gloria. Vollmann no es, y por eso estos libros se leen tan bien,
un moralista. No juzga a las prostitutas como narrador ficcional en
Para Gloria, y en su amplio trabajo de campo periodístico
para Los pobres nunca juzga a un pobre, ni casi a la sociedad.
Solo señala cuestiones y duda, incluso y principalmente de sí
mismo. Una idea recurrente en Los pobres es esa en la que mira
hacia dentro y dice que al lado de todos esos pobres a los que está
conociendo él es, qué duda cabe, un rico. Y el lector, casi seguro,
también. Hay otros mucho más ricos, claro, y ni los muy ricos ni
los simplemente más ricos que los pobres hacen demasiado. Cada vez
que Vollmann ayuda a uno de esos pobres, se fustiga diciendo que lo
hizo, sobre todas las cosas, porque no le costaba demasiado hacerlo.
Y es incómodamente cierto que es la actitud general de quienes
ayudan, pero no es menos cierto que hay otros muchos que
sencillamente no ayudan.
Vollmann, por lo que
se lee en su biografía, es aficionado a viajar y escribir sobre el
terreno. Se habla de cómo acompañó a los muyahidines a principios
de los ochenta (en la campaña en la que Bin Laden empezó a tener
poder e influencia en la zona). Los pobres es un libro
viajado, en el que Vollmann viaja por distintos países del mundo
(sureste asiático, Rusia y otras repúblicas ex – soviéticas,
México, …) y describe algunas realidades. No lo hace nunca
pensando que está contando la realidad completa, compleja e
inabarcable. Lo hace reduciendo su mirada a casos concretos. Les
pregunta a los pobres por qué creen que son pobres, qué les hizo
ser pobres, qué diferencia a los pobres de los ricos y qué solución
hay al tema de la pobreza. Se detiene mucho en la autopercepción que
tienen de su pobreza o no, que es un asunto fundamental. Los pobres
con los que habla son en muchos casos fatalistas. Las cosas, para
ellos, son así, y no tienen perspectivas de cambiar.
En
ese caso, las personas con casi nada y las personas con casi todo
quizá vivan mejor que quienes padecen pobreza relativa: quienes
tienen suficiente para perder pero no bastante para ser felices.
Hay, por ponernos
teóricos, un pensamiento marxista subyacente en la idea de este
libro. Vollmann busca pobres de todo el mundo y muestra que la
realidad de esos pobres es muchas veces más cercana entre sí que la
de esos pobres con quienes no lo son en su mismo territorio (un tema
muy de actualidad con las contradicciones de la izquierda en las
últimas décadas en sus relaciones con el nacionalismo). Los pobres,
como en el siglo XIX, parecen alienados y ajenos a su realidad.
Vollmann nos evita el papelón de ver a alguien del primer mundo
explicándoles cuál es esa realidad y qué deberían hacer para
modificarla. Por distintas cuestiones religiosas, sociales, y propias
de la cultura de cada zona del mundo, algunos han decidido aceptar
que no van a cambiar.
Dado
que la esperanza es lo último que se pierde, ¿por qué no situarla
en primer lugar?
El
paciente de cáncer terminal que cree en las curas, ¿no está mejor?
El alma “sana” que mira adelante, al día de mañana, que es un
día más cerca de la tumba, el hombre que sabe que los americanos
harán algo, el indigente que se casa con prostitutas por dinero, los
esforzados y los adictos al opio por igual, los devotos de los
placebos y los estrategas capaces de resolver todas las dificultades
siempre que les sea dado dispensar más ayuda, mejor dirigida, ¿por
qué no aplaudirlos en vez de compadecerlos?
Yo
propongo que las falsas esperanzas son tan buenas como las
verdaderas, siempre que no causen daño, y que, de todas formas,
entre verdadero y falso muy rara vez podemos apreciar la diferencia.
El libro es honesto
y perturbador. Uno de los que más me han tocado en lo que llevamos
de 2017, y ya estamos en septiembre. Se acerca en su tono y
tratamiento al reportaje, pero la persona de Vollmann y su
personalidad están demasiado presentes como para confundirlo con un
ensayo sin más. Vollmann es un autor de recorrido, que nos brinda
una lectura (por lo que llevo comprobado) siempre potente, que nos
deja pensando. Los pobres, no lo he comentado, es un texto de
unas 300 páginas acompañado de otras 200 de fotografías y notas.
Cuando acabe con sus
cuentos y los digiera (porque vuelve a terrenos duros), volveré a
hablar de su obra. Mientras tanto, os recomiendo acercaros a alguno
de sus libros (mirad en las bibliotecas, a veces hay sorpresas, en
una de las que suelo visitar tienen La familia real, espero que
también caiga pronto).
Seguiremos leyendo
Felices lecturas
Sr. E
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