lunes, 18 de septiembre de 2017

Para Gloria y Los pobres, de William T. Vollmann

Mi verano con William T. Vollmann: Los pobres (Debate) y Para Gloria (Muchnik Editores)

Este verano conseguí a través de librerías de internet tres títulos de William T. Vollmann. Leí su novelón Europa Central en primavera y quería seguir avanzando con él. Lo primero que hay que decir es que es difícil conseguir libros de Vollmann traducidos, solo son accesibles los libros que ha editado últimamente Pálido fuego. Uno de los libros que compré fue precisamente de estos, Historias del arcoiris, una colección de relatos que aún estoy leyendo y a la que dedicaré una entrada específica.

Los otros dos libros son textos de 1991, en el caso de Para Gloria (una traducción bastante mojigata del título original y mucho más adecuado, y aunque no lo fuera, es el que eligió el autor: Putas para Gloria) y de 2007, Los pobres. Otra dificultad es poder seguir una lectura coherente de su obra, pues su última novela traducida, La familia real, es de 2.000, la colección de relatos Historias del arcoiris, el anterior libro en llegar, es de 1989, y así. También ese cierto alejamiento de su figura nos permite leerlo sin tener muy claro cuáles son sus libros canónicos, y eso tiene su encanto, frente a tantas lecturas que comenzamos condicionados por gigas de información sobre el autor y sus libros.

Los pobres se anuncia como un libro de No – Ficción en una colección de la editorial Debate que parece que no tuvo un gran éxito (el gran momento de la No – Ficción ha llegado algunos años después) y Para Gloria es un libro de ficción que comienza, como los telefilms, que salvo los nombres, está basado en historias reales.

Vollmann, en Europa Central, convertía en personajes literarios a los jerarcas y propagandistas nazis y soviéticos. Como afirma James Ellroy para justificar sus incursiones en la historia reciente americana desde la forma de la novela, si un personaje público está muerto, él tiene derecho a convertirlo en personaje literario. Aquí convierte en personajes literarios a personas anónimas de los barrios bajos de San Francisco (Para Gloria) y a pobres de todo el mundo (Los pobres). La mirada de Vollmann dota de una poesía realista y sucia (con permiso de Bukowski), aquellas realidades sobre las que posa su atención. Es un prosista que en cada uno de los libros que he leído (que son tres y medio, pues aún sigo con sus relatos) adopta el estilo justo para lo que quiere contar en cada momento, con la estructura y el toque de prosa preciso en cada realidad. Una gran orquesta sinfónica toca con perfecta sincronía en Europa Central. Una mirada que se vuelve neutra en ocasiones, aunque se implica personalmente en otros, trata de mostrarnos la realidad de todos los pobres del mundo en Los pobres. Un pobre desgraciado, Jimmy, romántico y fatal, busca el amor de su vida por el Tenderloin, el barrio de las prostitutas de San Francisco, y su voz es febril y poética, en Para Gloria.

Centrándome un poco en los libros, Para Gloria es una novela de menos de 200 páginas que no da tregua. Cada línea y cada párrafo sangran, y ya lo avisa desde el principio el autor, antes de empezar a seguir la aventura sin sentido de Jimmy.







Todos sabemos la historia de la puta que, al encontrar en el caballo un amigo cada vez menos de fiar, fuera mucho o poco lo que se inyectara en el brazo, se acordó desesperada del dicho “meterse mierda”, así que llenó la aguja con su propio excremento líquido y se lo inyectó, lo que le produjo magníficos abscesos. Menos conocido es el cuento del hombre que decidió suicidarse tragándose el medicamento para el pie de atleta. Amante de Gloria, murió tras una increíble agonía. Cuando recogieron una muestra de su orina, ésta derritió el recipiente de plástico. Eso, puede decirse sin temor a equivocarse, es desesperación. Más oscuro todavía, por ser ficticio, es lo que viene a continuación. Sin embargo, todas las historias de putas aquí contadas son reales.

No es para cualquier paladar lector, claro. Jimmy conoció a la tal Gloria en aquellos antros y debió marcarle, porque trata de reconstruirla en la memoria de las demás putas. Va buscando rastros de su piel en las heridas de los seres con los que se cruza. El libro, a modo de oración para Gloria, acaba dibujando su perfil por los descartes que de su figura hacen todas las demás, las que no son Gloria. Esas putas del título que el editor en español decidió eliminar. Los capítulos son cortos, poéticos, duros, descomunales, y van desde la reflexión sobre Jimmy y sus traumas y secuelas, hasta cierta mirada sociológica sobre el mundo de la prostitución, la droga, la violencia inmanente a las relaciones humanas, pagadas o no, la pobreza como causa y consecuencia en muchos casos.

La pobreza como material común y como origen de los males es el leit motiv de Los pobres, que se conecta en algunas de sus ideas con Para Gloria. Vollmann no es, y por eso estos libros se leen tan bien, un moralista. No juzga a las prostitutas como narrador ficcional en Para Gloria, y en su amplio trabajo de campo periodístico para Los pobres nunca juzga a un pobre, ni casi a la sociedad. Solo señala cuestiones y duda, incluso y principalmente de sí mismo. Una idea recurrente en Los pobres es esa en la que mira hacia dentro y dice que al lado de todos esos pobres a los que está conociendo él es, qué duda cabe, un rico. Y el lector, casi seguro, también. Hay otros mucho más ricos, claro, y ni los muy ricos ni los simplemente más ricos que los pobres hacen demasiado. Cada vez que Vollmann ayuda a uno de esos pobres, se fustiga diciendo que lo hizo, sobre todas las cosas, porque no le costaba demasiado hacerlo. Y es incómodamente cierto que es la actitud general de quienes ayudan, pero no es menos cierto que hay otros muchos que sencillamente no ayudan.

Vollmann, por lo que se lee en su biografía, es aficionado a viajar y escribir sobre el terreno. Se habla de cómo acompañó a los muyahidines a principios de los ochenta (en la campaña en la que Bin Laden empezó a tener poder e influencia en la zona). Los pobres es un libro viajado, en el que Vollmann viaja por distintos países del mundo (sureste asiático, Rusia y otras repúblicas ex – soviéticas, México, …) y describe algunas realidades. No lo hace nunca pensando que está contando la realidad completa, compleja e inabarcable. Lo hace reduciendo su mirada a casos concretos. Les pregunta a los pobres por qué creen que son pobres, qué les hizo ser pobres, qué diferencia a los pobres de los ricos y qué solución hay al tema de la pobreza. Se detiene mucho en la autopercepción que tienen de su pobreza o no, que es un asunto fundamental. Los pobres con los que habla son en muchos casos fatalistas. Las cosas, para ellos, son así, y no tienen perspectivas de cambiar.

En ese caso, las personas con casi nada y las personas con casi todo quizá vivan mejor que quienes padecen pobreza relativa: quienes tienen suficiente para perder pero no bastante para ser felices.

Hay, por ponernos teóricos, un pensamiento marxista subyacente en la idea de este libro. Vollmann busca pobres de todo el mundo y muestra que la realidad de esos pobres es muchas veces más cercana entre sí que la de esos pobres con quienes no lo son en su mismo territorio (un tema muy de actualidad con las contradicciones de la izquierda en las últimas décadas en sus relaciones con el nacionalismo). Los pobres, como en el siglo XIX, parecen alienados y ajenos a su realidad. Vollmann nos evita el papelón de ver a alguien del primer mundo explicándoles cuál es esa realidad y qué deberían hacer para modificarla. Por distintas cuestiones religiosas, sociales, y propias de la cultura de cada zona del mundo, algunos han decidido aceptar que no van a cambiar.

Dado que la esperanza es lo último que se pierde, ¿por qué no situarla en primer lugar?
El paciente de cáncer terminal que cree en las curas, ¿no está mejor? El alma “sana” que mira adelante, al día de mañana, que es un día más cerca de la tumba, el hombre que sabe que los americanos harán algo, el indigente que se casa con prostitutas por dinero, los esforzados y los adictos al opio por igual, los devotos de los placebos y los estrategas capaces de resolver todas las dificultades siempre que les sea dado dispensar más ayuda, mejor dirigida, ¿por qué no aplaudirlos en vez de compadecerlos?
Yo propongo que las falsas esperanzas son tan buenas como las verdaderas, siempre que no causen daño, y que, de todas formas, entre verdadero y falso muy rara vez podemos apreciar la diferencia.

El libro es honesto y perturbador. Uno de los que más me han tocado en lo que llevamos de 2017, y ya estamos en septiembre. Se acerca en su tono y tratamiento al reportaje, pero la persona de Vollmann y su personalidad están demasiado presentes como para confundirlo con un ensayo sin más. Vollmann es un autor de recorrido, que nos brinda una lectura (por lo que llevo comprobado) siempre potente, que nos deja pensando. Los pobres, no lo he comentado, es un texto de unas 300 páginas acompañado de otras 200 de fotografías y notas.

Cuando acabe con sus cuentos y los digiera (porque vuelve a terrenos duros), volveré a hablar de su obra. Mientras tanto, os recomiendo acercaros a alguno de sus libros (mirad en las bibliotecas, a veces hay sorpresas, en una de las que suelo visitar tienen La familia real, espero que también caiga pronto).

Seguiremos leyendo

Felices lecturas


Sr. E

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