Se acaba noviembre y ya me apetecía ordenar lecturas e ideas. Ha sido un mes productivo en cuanto a lecturas, bastante variadas y de muy alta calidad. Casi todos los libros a los que me he acercado han resultado interesantes, y en todos he aprendido algo. Raro es el mes (rara es la semana, prácticamente) en el que no empiezo un libro que abandono a las pocas páginas por sentir que no me va a apartar nada. Este mes eso apenas ha sucedido.
Destacando lo mejor del mes, acaban quedándome siete libros, variados: relato, ensayo político, novela clásica, ciencia ficción, españoles, americanos, rusos. Todos ellos recomendables.
Lecturas destacadas del mes


La
gallina ciega,
de Max Aub. Alba Editorial:
Max Aub fue un escritor de la generación del 27. Autor de relatos,
dramaturgo, con los años transcurridos ha quedado sobre todo en
novelista. Aub se fue al exilio después de la Guerra Civil (lo
llevaron a un campo de concentración francés, concretamente, tres
años después se fue al fin a México), y no volvió a España hasta
1969. Una breve visita, preparando un trabajo sobre Luis Buñuel. Max
Aub vuelve a España para pasar unas pocas semanas y se encuentra con
viejos amigos y viejos fantasmas. Durante esa visita escribe este
diario. Max Aub se extraña de que nadie le recuerde. Pregunta en
librerías, pregunta en universidades, a alguno le suena su nombre,
pero nadie lo lee. Así sigue. Max Aub hoy en día es, con suerte, un
nombre sobre el que se pasa en los cursos del instituto. Pero nadie
lo lee. Es imposible encontrar El
laberinto mágico en
una edición de bolsillo. Ni La
gallina ciega. Me
parece injusto. Porque La
gallina ciega me ha
parecido uno de los mejores libros a los que me he lanzado este año.
Lo he ido leyendo poco a poco, saboreándolo. Aub no parece un
escritor español de los que salen en los libros de texto. Lo digo
yo, que no suelo soportar los libros de esos autores. Es mucho más
moderno que los Cela y Delibes y semejantes que yo he probado. Es
mucho más moderno que muchos de los autores contemporáneos que
dominan el panorama editorial desde la irrupción de la llamada nueva
narrativa española. La
gallina ciega juzga
implacablemente la sociedad del último franquismo. Esa sociedad de
la que nacería la transición, hoy en día tan cuestionada. Max Aub
ya veía por dónde iban muchos de los movimientos en el mundillo
cultural y político. Gente que no había movido un dedo en treinta
años, que se había acomodado por ventajismo o cansancio, empezaba a
colocarse en la casilla de salida. Habría que leer mucho más este
libro para entender los últimos cuarenta años de historia. Y los
cuarenta anteriores. Porque algunos que vivieron los primeros veían
venir los segundos. Como Max Aub. Tantos años criticando el gusto
patrio por las películas y novelas ambientadas en la Guerra Civil,
con exceso de sentimentalismo y malos caricaturizables, y ahora estoy
pensando en lanzarme a leer los seis libros de El
laberinto mágico, porque
creo que estarán lejos de ese maniqueísmo cómodo.
Tengo que entrenar un poco para poder abarcarlos. Creo que me
gustarán.


tor que he leído con más
atención han sido Valis (si se puede considerar una novela) y
El hombre en el castillo). Supe que quería leerlo desde que
leí por primera vez su título, y han pasado al menos tres años
hasta que al final he podido llegar a él. Hace cosa de un mes vi que
al fin había salido una edición en bolsillo y me hice con ella.
Cuando se estrenó Origen, de Christopher Nolan, leí a
alguien que comentando la película decía: después de ver esta
película no podemos negar que uno de los artistas más influyentes
de los últimos cien años es Philip K. Dick. Y probablemente, por
ser su influencia indirecta y poco consciente, es mucho más
poderosa. Rodrigo Fresán y Roberto Bolaño insistían en que Dick es
uno de los mejores autores americanos del siglo XX, géneros aparte.
Y realmente tratar de encasillarlo como un autor de género es
quedarse muy corto. Aunque se le suela clasificar como autor de
ciencia ficción, y obviamente lo es, creo que es también, y quizá
por encima de todo, un autor existencialista. No a la manera de Camus
o Sábato, sino de una manera mucho más radical. Dick se plantea en
todo lo que he leído de él si el mundo en el que habitamos es tal,
o simplemente es un mundo en el que creemos habitar, como inocentes
seres engañados. En Fluyan mis lágrimas, dijo el policía,
el protagonista, un famoso cantante y presentador de televisión, de
repente, se ve expuesto a un mundo que parece idéntico al que
conocía pero en el que nadie parece reconocerlo, a él, que hasta
ayer era una celebridad. El contexto es de ciencia ficción, con
drogas controladas por el poder que permiten llegar a casi cualquier
sensación, un estado cuasi policial, algunas de los miedos
constantes de Dick. El protagonista es un experimento humano, una
evolución de seres artificiales que se cuestionan su existencia,
otra de sus constantes. La prosa se despliega en párrafos
enrevesados, fruto de una mente torturada por las drogas y la
paranoia, la que mejor puede meterse en la mente de personajes como
los que maneja. Hay hallazgos poéticos muy potentes y pasajes de
acción y reflexión que se van alternando. El protagonista debe
esconderse de un policía que a su vez vive lleno de secretos, y que
acaba culpándolo de un asesinato. La novela es como todas las obras
de Philip K. Dick una epopeya lisérgica. Me apetece volver a sus
mundos de pesadilla pronto, pero tampoco demasiado pronto,
seguramente aún me dedique a pensar en este libros unos meses antes
de leer otro.

Cambios
de última hora, de Elena Alonso Frayle, Ediciones Baile
del Sol: Elena Alonso Frayle y yo compartimos editorial, Baile
del Sol, y desde que me llamaron para anunciarme la concesión del
Premio Manuel Llano de Cuentos compartimos también esa muesca en el
revólver (ella lo ganó en 2.013). Compartimos, me parece, sobre
todo, el amor por los cuentos, y por los cuentos bien hechos. Al
margen de la calidad que uno alcance luego como autor, los que nos
dedicamos con verdadera entrega a la escritura, y particularmente a
la escritura de ese género maravilloso que son los relatos,
reconocemos enseguida a los autores que se acercan a ellos desde el
máximo respeto y dedicación. Y aquí hay una muy buena autora. Los
relatos recogidos en esta selección de Baile del Sol recogen relatos
premiados aquí y allá, porque Elena Alonso ha ganado en los últimos
años muchos de los premios señeros de relato en España (como el
Ignacio Aldecoa o el Juan Martín Sauras, por ejemplo, y según he
leído acaba de ganar el Gabriel Aresti de cuentos del ayuntamiento
de Bilbao, no sólo eso, sino que también ha ganado el 2º Premio,
algo que debe ser un caso casi único). Los relatos saben a
elaboración casera, pausada. Todo está muy bien pensado y encaja.
Tienen musicalidad y tienen encanto. Tienen todos un toque cercano al
fantástico, un corte tradicional que la emparenta con los Bioy
Casares, Merino, Fernández Cubas etc. No inventa nada pero todo está
construido con gusto. La búsqueda de otros mundos detrás del
llamado mundo normal, el misterio de las cosas de diario. Los relatos
toman motivos clásicos del fantástico que pueden rastrearse desde
Poe, nunca más de cinco o diez temas, y les da una mirada personal.
Me han gustado muchos relatos, pero recomiendo especialmente Felice
cuenta, que definiría, por si
alguien lo necesita, como una aventura metaliteraria entre hermanas.
Relecturas:

Abandonos:
El jilguero,
de Donna Tart, Editorial DeBolsillo: Me compré esta novela en la Feria del Libro del
último mes de junio. La cogí en agosto con la esperanza de que
fuera uno de esos libros gordos especialmente reconfortantes en
verano. Un bestseller
de calidad o como quisiéramos llamarlo. Lo he cogido y dejado muchas
veces, pero me rindo. He llegado a las 500 páginas. Y me ha parecido
vacío en todo momento. Las situaciones predecibles, los personajes
tópicos. Creo que ganó el Pullitzer. Seguro que hay quien dice que
está años luz por encima de los bestsellers al uso. Y seguro que lo
está. Pero eso es una cosa y otra que libros así vayan a llevarse
los Pullitzer o Booker del futuro.
Seguiré
con:
Cuentos
completos de J. G. Ballard. Estoy embarcado en ellos desde hace
meses. Me gustaría que no se terminaran nunca. El libro tiene 95
relatos. Mundos oscuros que me provocan deliciosas pesadillas. Burlas
perfectas del mundo del mañana, ese en el que nos despertamos cada
día. Miedos. Parafilias. Aún me quedan unos cuantos.
Servidumbre
humana, de William Somerset Maugham. Una novela que funciona
bien. Dickensiana. Niño huérfano que va creciendo. La compré
porque Levrero habla (y muy bien) de de ella en La novela luminosa. No me pide
leerla del tirón pero no me desagrada cogerla de vez en cuando,
arbitrariamente, por la mañana, y avanzar unos cuantos capítulos en
el metro.
Manhattan
Transfer, de John Dos Passos. Hago algo parecido a la anterior.
Debe hacer un año que la empecé. Entiendo su importancia histórica,
pero a día de hoy creo que cualquier autor contemporáneo (que
pretenda sonar a contemporáneo, no de esos que dicen: yo me encierro
en casa con Shakespeare, lo más moderno que he leído es Galdós,
nunca leo autores contemporáneos, aunque todos sepamos que es
mentira) tiene tan interiorizado este fragmentarismo (valga la
palabra) que no creo que haya que leerla tratando de aprender nada d
ella, sino simplemente como lo que es, una novela muy sólida, muy
bien escrita, con ritmo, con una trama al final tan dispersa que
puede ir y venir en metro sin que nos perdamos, porque nunca estamos
del todo dentro de ella, dicho sea con admiración, porque creo que
es el estado natural de esta obra.
Me
acercaré a:
Entre
los creyentes y Al
límite de la fe, de
V. S. Naipaul. He leído muy poco de Naipaul, y me apetece leer más.
Creo que es sin duda uno de los escasos novelistas realmente
importantes de su tiempo (junto a Coetzee y pocos más), y uno de
esos Premios Nobel de indiscutible valor literario. Me interesa ver
cómo se acerca a países islámicos pero no árabes, desde la mirada
del de fuera, o desde el que se acerca alejándose, o se aleja desde
cerca, o como sea exactamente lo que he entendido de momento de la
mirada de Naipaul sobre el mundo, el conflicto permanente entre estar
e irse, ser y aparentar, colonia y capital.
Curzio
Malaparte. Me lo han recomendado varias veces. Me lo han vendido como
un escritor con una prosa autoritaria y casi fascista. Eso sí, muy
brillante. Expresionista. Quiero leerlo. Tratando de obviar sus
posiciones políticas. Su fascismo primitivo al lado del mismo
Mussolini, quien acabó encarcelándolo. Su fin ideológico en el
maoísmo. Porque supongo que hay quien nace para fanático, y quien
nace para personaje de sí mismo. Y algunos para las dos cosas
juntas. Quiero probar sus páginas. He cogido en la biblioteca los
relatos de Sodoma y Gomorra, y compré en un mercadillo La
piel por 2 euros.
El
hombre rebelde, de Albert Camus. Este verano estuve leyéndolo un
poco. Me pareció denso, interesante, brillante. Quiero profundizar
más en este libro.
Jacques
Abeille. Me han recomendado a este autor francés. Brillante,
original, único, todos esos tópicos excesivos. Pero me fío de
quien me lo ha recomendado. Y la editorial con la que está en
España, Sexto Piso, toca de vez en cuando palos muy brillantes. El
último libro de un autor francés que me recomendaron fue Vestido
de novia, de Pierre Lemaitre, que me pareció muy decepcionante
(por no decir que me pareció una mierda), y no creo que vaya a ser
peor. La editorial lo compara con Julien Cracq (al que desconozco) e
incluso Tolkien, lo que me da bastante miedo porque siempre me ha
parecido el colmo de la erudición aburrida.
Espero que el nuevo formato del blog os resulte interesante a los que os acerquéis hasta él. Espero sobre todo llamar vuestra atención sobre algún libro que me ha interesado a mí.
Espero por último que diciembre traiga también buenos libros.
Hasta entonces.
Buenas lecturas
Sr. E