domingo, 30 de junio de 2024

Declaración trimestral: lecturas de abril a junio de 2024

Declaración trimestral: Lecturas de abril a junio de 2024


He cumplido con el propósito de volver a pasarme por aquí sin dejar pasar demasiado tiempo. Acaba el segundo trimestre del año y aprovecho para repasar lo leído y dejar algunas recomendaciones. Para quien ande buscando lecturas veraniegas le puede servir.

Me hace gracia que pensamos en lecturas veraniegas como mamotretos con poca exigencia. Novelas que se mojan al salir de la piscina o que se llenan de arena bajo la sombrilla en la playa. Pero la lectura y el verano dan para todo. O deberían. Y hay ediciones de bolsillo estupendas de clásicos y novelas ambiciosas que pueden ser igual de todoterreno para entrar y salir de mochilas, bolsas de tela y esconderse bajo toallas mientras nos damos un chapuzón. Tenemos que conseguir que se vea igual de normal estar leyendo Los ensayos de Montaigne, en alguna edición económica (y aunque no sea completa) que la enésima novela de detectives de ese mismo autor norteuropeo del que tanto hemos oído hablar.

Las lecturas de este trimestre han sido en general buenas. Las ha habido excelentes y las ha habido más normalitas. Intento que nunca las haya malas.

Os cuento algunas cosas.

Ensayo, entre lo matemático y lo filosófico: Nassim Nicholas Taleb. Que un libro ha trascendido de su público inicial se sabe cuando un tertuliano de radio cualquiera utiliza uno de sus conceptos como si supiera de qué está hablando. Es el caso de la idea de cisne negro que puso en circulación hace casi veinte años Nassim Nicholas Taleb, matemático americano de origen libanés. Resumiendo mucho, un cisne negro es un suceso altamente improbable, imposible de predecir por esa altísima improbabilidad pero que sin embargo se produce. Y al producirse, altera sustancialmente todo a su alrededor. Por ejemplificar: la pandemia del covid fue un cisne negro. Solo a posteriori vimos a tantos expertos decir cómo hubiera sido posible saber que algo así iba a suceder. En la práctica sabemos que la próxima pandemia nos pillará de nuevo por sorpresa (porque ahora solo visualizamos pandemias de virus aéreos, similares al covid), y si no es una pandemia será cualquier otro fenómeno. Taleb defiende, desde una visión muy personal, que encaja en una corriente del empirismo representada por Locke o Karl Popper, que los cisnes negros existen. No vamos a saber cuáles son, no podemos predecirlos en particular, pero sí sabemos y podemos predecir que cruzan la realidad. Y movernos en un mundo de modelos ideales, como si la humanidad obedeciera exclusivamente a leyes físicas (son muy interesantes sus diatribas contra los modelos económicos y en general toda clase de platonismos) y los cisnes negros no existieran, es simplemente absurdo. Por no decir estúpido. El cisne negro es un libro ágil, para cuya lectura no hacen falta conocimientos matemáticos, y Taleb expone con brillantez lo que quiere decir. Lo cual no implica que nos convenza siempre. Porque no siempre lo logrará. Y está bien que así sea, que podamos discutir con el autor y su libro. Después de El cisne negro leí Antifrágil, que es una continuación espiritual del primero, y aunque las ideas, por repetición, pierden fuerza, la escritura es igual de potente y hay imágenes y conceptos muy aprovechables.


Taleb me llevó a leer algo más de Karl Popper. Como alguien que estudió Físicas y que se interesó por su historia y su metodología y filosofía, había leído algo de él. Había leído un poco de Popper y al menos La historia de las revoluciones científicas de Thomas S. Kuhn, para tomar partido en esa diatriba sobre qué es y qué no es la ciencia y sobre todo la realidad que nos sitúa más cerca de uno o del otro. Estos meses leí Búsqueda sin término. Una autobiografía intelectual, de Karl Popper. Es un libro que nos lleva a la centroeuropa de principios del siglo XX con todo lo que eso significa. Tiene las memorias personales e intelectuales de Popper, quien comenzó trabajando como aprendiz, fue maestro de escuela primaria y desde aquella escuela fue escribiendo sus ideas y primeros libros. Tiene algo de El mundo de ayer, de Stefan Zweig, y tiene mucho de reconstrucción del pensamiento de alguien que se interesó por todas las grandes cuestiones del siglo XX.


Sin alejarnos mucho del antiguo Impero Austrohúngaro, llegué a Maniac, de Benjamín Labatut. Leí hace menos de dos años Un verdor terrible. Aquel me llenó más. Y creo que no soy el único lector al que le ha pasado. Es más poético, más concentrado, más potente. Pero Maniac es una lectura que vale la pena. Sobre todo para los decepcionados (que somos muchos) con la decepcionante película de Oppenheimer. En Maniac el protagonista, en paralelo con esa construcción del conocimiento que podía abrir las puertas del cielo como las del infierno, es John Von Neumann. No es el mejor libro para conocer a Von Neumann (ese quizá sea El dilema del prisionero: John Von Neumann, la teoría de juegos y la bomba, de William Poundstone), pero es un muy buen libro. Y es que Von Neumann es un gran personaje. Es el siglo XX. Un intelecto brillante (de los más brillantes del siglo XX, y esto lo decía Albert Einstein y casi cualquiera que coincidiera con él) y un tipo peligroso, capaz de poner en juego cualquier cosa con tal de experimentar un poco más. Un niño que disfruta destripando camiones de juguete, aunque pueda llevarse por delante a la humanidad.


Experimentos sociales y maltratos salen a montones en La llamada, de Leila Guerriero. No había leído nada de Guerriero (bueno, sí, algunas columnas en prensa, pero nada largo) y empiezo reconociendo mi pereza ante el libro. No ante él sino ante la unanimidad que lo señalaba como uno de los libros del año. Esos libros (vale igual para pelis, obras de teatro etc) que nacen unánimes me echan para atrás. Yo esperaría que fueran los lectores los que fueran señalando lo que les gusta. Sin meterme más en estrategias de marketing, terminé el libro diciéndole a todo el mundo que es uno de los libros del año. Y que difícilmente leeré algo mejor este 2024. Es la crónica de la militancia, tortura, malos tratos y vida posterior de Silvia Labayu. Chica bien, hija de familia de dinero, militante de montoneros, apresada durante más de un año, con unas condiciones particulares que hicieron que muchos de sus antiguos compañeros desconfiaran de ella. Leila Guerriero aprovecha muy bien al personaje de Labayu para construir una historia contraintuitiva. Las víctimas son los personajes principales del mundo que hemos construido. Y ella es víctima, se sabe y reclama ser víctima, pero no quiere ser y casi desprecia a quien es víctima profesional. En el libro aparecen mil temas interesantes. Machismo y la negación de lo que fueron violaciones, para empezar. Las sospechas. Los venenos. La capacidad de algunos para decir nos equivocamos y la incapacidad de otros para decirlo, porque sería reconocer que sus mejores años fueron desperdiciados. Silvia Labayu es un personaje de primera y con ese material Leila Guerriero hizo un libro de primera.


Hablaba de los libros que se van haciendo unánimes poco a poco frente a los que vienen con la unanimidad impuesta. He tardado un año en leer Yeguas exhaustas, de Bibiana Collado. Y fue llegando la unanimidad a su alrededor. Y por lo que al fin leí, bien merecida. El año pasado quise ir a la presentación en Madrid, pero una combinación de horarios laborales y familiares lo hizo imposible. Y dije, a la próxima. Y al final pues tuve que ir a una librería a comprarlo cuando ya pensé que no quería postergarlo más. Yeguas exhaustas es un artefacto extraño. Muy cansado y bien ajustado. Es una novela, o es al menos una narración, y tiene mucho de memoria (imagino que personal, aunque prestada al personaje de Beatriz) y de reflexiones. De género, muchas, y eso está bien pero lo tenemos en muchos otros libros, y sobre todo de clase, que falta muchas veces en esas reflexiones de género. Si hablamos de feminismo interseccional, aquí lo tenemos. De la terreta, de cercanía, de una huerta valenciana a la universidad, de quien vio a sus padres deslomarse y llegó a tener un doctorado y dijo, aquí hay trampa. Me valen de poco las lecturas de quien nos cuenta lo duro que le resultó ser mujer siendo millonaria. Entre millonarios es más difícil ser mujer que hombre, no lo pongo en duda. Pero vistas en un contexto amplio, no son dificultades reales, compartibles por las lectoras comunes. Aquí hay mucha vida común. Mucho día a día. Mucha toxicidad y muchísimo cansancio. Lenguaje cuidado y perfectamente ajustado, veneno medido. Un libro muy particular y muy interesante. Para club de lectura y debate. Quizá no estaría de más que para club de lectura y debate en institutos (que sé que se ha utilizado en institutos, pero que no está de más pedir que se use en más institutos).


Más familia y más memoria es lo que hay en Nada es verdad, de Veronica Raimo. Nada es verdad es un título intercambiable con Todo es verdad. Todo en este librito suena a honesto y verdadero. Y como sabemos, lo honesto y lo verdadero es, a efectos literarios, mucho más importante que lo cierto y lo verídico. Estas memorias familiares, estas historias de un padre obsesionado con trocear los pisos, una madre angustiada por la desaparición de sus hijos del mundo y dos hijos brillantes pero que acaban siendo escritores (en vez de desarrollar todo ese talento que les ha sido dado, para disgusto de quienes los rodean) son divertidas, tiernas, y a su manera llenas de amor. Un muy buen libro para leer a la orilla del mar. O eso me parece ahora mismo.


Una autora clásica de la que no había leído nada es Marguerite Duras. Y leí Los caballitos de Tarquinia y me pareció un libro perfecto. Precioso, bien medido. Nada más que decir. Seguiré leyendo a la autora.


He estado releyendo cuentos (Todos los besos del mundo) y ensayos y no ficción (Por qué escribo) de Félix Romeo. Félix Romeo se murió joven y dejó poco publicado. Pero siempre vale la pena volver a leerlo. Conseguí y leí el único de sus libros que no tenía y no había leído. Es Amarillo. Se suele decir que es un libro sobre el suicidio de un amigo de Romeo, que se tiró por la ventana del piso que compartían en Barcelona cuando los dos tenían veinticuatro años. Pero es realmente un libro sobre la idea del suicidio y lo desamparados que nos deja saber que existe esa puerta. Es un libro triste, cómo si no. Es un libro bien escrito. Hay fragmentos del amigo y fragmentos de Félix Romeo, que se desarma para intentar entender lo que no se entiende o se entiende de sobra. Está la inmensa sombra de Camus y Sísifo y está la sombra de Handke y aquel libro tan difícil de olvidar cuando se ha leído que es Desgracia impeorable. Y está la inmensa figura de Félix Romeo y está la idea de pérdida.


También he aprovechado estos meses para releer a Eduardo Halfon. Estuve, en paralelo a la Feria del Libro de Madrid, en la presentación de su última novela, Tarántula. Halfon siempre escribe bien y siempre es interesante, pero yo no he leído todavía esa novela. Así que, aunque supongo que será un buen libro, me parece aventurado recomendarla. Sí aprovecho para recomendar casi cualquiera de sus libros. Yo he estado releyendo (algunos completos, otros solo a trozos) Signor Hoffman, El boxeador polaco (¿tal vez su obra magna?), Biblioteca bizarra (su libro menor estupendo) y Clases de chapín. Tal vez Halfon, por temas y miradas, no parezca muy veraniego. Sea contraclimático. Pero tal vez, bien leídos y metabolizados, Biblioteca bizarra o Clases de chapín sean estupendas lecturas para viajes cortos o largos, porque ocupan poco, pesan poco y pueden leerse muchas veces sin que se agoten.


Después de años sin leerlo (no por nada, sino porque me di un atracón hace cinco o seis años) encontré en la biblioteca algo de Georges Perec que no había leído. Pensar / clasificar es otro libro para aprender a mirar el mundo de manera diferente. Perec es un autor para aprender a mirar el mundo de otro modo. Como pequeños sociólogos aficionados, como paseantes observadores. ¿Qué mejor para el verano que aprender a mirar de otro modo?


Nunca había leído a Joan Didion como ensayista. Como novelista, que era lo que había en la biblioteca, nunca ha acabado de convencerme. Pero conseguí, después de mucho tiempo, hacerme con una copia de Los que sueñan el sueño dorado. Y es verdad que tiene algo. Es una recopilación de escritos periodísticos y pequeños ensayos y lógicamente los hay brillantísimos y más normalitos, pero los buenos son muy buenos. Me sorprende, eso sí, que la mirada clasista y siempre juzgadora que tiene Didion no haya sido repensada y recalificada en las últimas décadas. Más bien al revés, parece que siguen llegando legiones de seguidoras a sus textos.


Y voy terminando. Si queríais pensar en libros veraniegos, gordos, narrativos, llenos de giros, algo a lo que pasar páginas desde la orilla del mar, también he leído algunas cosas en este trimestre que os podrían ayudar en ese fin. Van listados, sin más. Todos están bien construidos, con todos se te van las horas de lectura.

¿Puedes oírme?, de Elena Varvello.

El explorador, de Tana French.

El reloj de sol, de Shirley Jackson.

Y ayer mismo, en una silla plegable a la orilla del mar, terminé de leer Después, de Stephen King.

Lo dicho, hay buenos libros recogidos en estos apuntes.

A la vuelta del verano habrá algunos más.

Ha habido libros decepcionantes, pero no vale la pena hacer sangre. Me los guardo, no lea alguien esta entrada en diagonal, los pille y luego me culpe.


Seguiremos leyendo. Y comentándolo de vez en cuando.


Felices lecturas


Sr. E

sábado, 30 de marzo de 2024

Declaración trimestral: lecturas de enero a marzo de 2024

Declaración trimestral: Lecturas de enero a marzo de 2024


Voy a intentar darme un paseo por aquí aunque sea cada tres meses y reflexionar un poco sobre lo que he ido leyendo. Escribir y explicar me ayudan a entender mejor lo que leí, supongo que como a todos.

Han salido buenas lecturas, muy buenas en muchos casos, al pensar en este trimestre. Novela, ensayo, relato, libros de esos que no sabes muy bien dónde poner pero que sin duda son de los más interesantes que uno se puede encontrar.

Como se trata de ordenar mis ideas y de que quien se acerque por aquí apunte algún título recomendado, voy a evitar hacerme mala sangre (ya me la hice en el momento de la decepcionante lectura) y no hablaré mal de algunos libros fenómeno que no justifican ningún tipo de pirotecnia alrededor. Y no hablo de bestsellers con escasa calidad o de subproductos variados. A esos no suelo acercarme. O si me acerco sé lo que son y lo que se puede esperar. Hablo más bien de libros que críticos, reseñistas, comentadores en radios y en podcasts y el habitual largo etcétera recomiendan y que no tienen sustancia alguna. No hablemos de los gustos de cada cual. A mí no me gusta Antonio Lobo Antunes pero veo que es literatura de primera. Y me gustan escritores que no son los mejores prosistas del planeta. Deberíamos saber qué es un buen libro, qué es una buena novela, un relato bien construido o un ensayo que aporta algo. Creo que con cierto bagaje lector encima sabemos de sobra, leyendo un capítulo o un par de páginas cuándo un libro es banal. Decíamos que no veníamos a hacernos mala sangre.

Libros que terminé en enero pero venían casi del año pasado:

Me pasó con dos libros de Carrère. El estrecho de Bering es una buena lectura. No es un Carrère top pero se lee bien, y tiene interés por lo que cuenta, una historia de la ucronía y por lo tanto una historia de lo que no ha sucedido. Y es interesante porque Carrère parece que está tomando notas y escribiendo para sí mismo y nos va preguntando qué hubiera pasado si... enlazándolo con decenas de obras y situaciones históricas. El otro libro de Carrère que cambió conmigo de año fue V13. Son las crónicas del juicio por el atentado de la sala Bataclan de París, en noviembre de 2015. Confieso que llegué a él desde la pereza. Me parecía que sería un refrito de aprovechamiento de la editorial. Ya que Carrère había estado escribiendo para la prensa sobre el juicio, lo empaquetamos, encuadernamos y vendemos. Lo estuve viendo semanas en la biblioteca y me resistía. Y en un momento bajé la guardia y lo cogí y es un libro de primera. Son crónicas periodísticas del juicio pero todas juntas tienen una coherencia y una hondura que te va haciendo un nudo en la garganta. Seguramente fue el primer gran libro que he leído este año.


Algo divulgativo: Disfruté como un enano, algunas semanas después, de Historia de las especies invasoras, de Ángel Luis León. Mi formación académica es científica pero la Biología es una de las disciplinas de las que menos sé en el mundo. Posiblemente mi último curso reglado en Biología fue 3º de la ESO y nunca he sentido mucho interés por leer sobre ella. He leído mucho más, alejado de mi formación, sobre historia, sobre sociología, sobre cine y artes. Me encantan, eso sí, los libros de curiosidades. Y este lo es. Empieza con los hipopótamos del zoológico de Pablo Escobar, convertidos en reyes del entorno desde que se escaparon, y desde ahí va hacia arriba. Noto, cuando leo divulgación y ensayo, en general y con lo que tiene de injusta la generalización, una diferencia evidente entre el ensayo y la divulgación que viene del ámbito anglosajón y una tradición más centroeuropea y francesa, que marca más el molde en España. La diferencia se manifiesta en la calidad narrativa. En la intención de llevarte por el tema con imágenes potentes y un ritmo bien llevado. Cuando leo divulgación espero algo así. Y aquí está. Es un libro estupendo, supongo que poco conocido, y muy disfrutable para cualquiera con curiosidad. Edad de 10 a 99 años, como se suele decir.

En una línea parecida, brillante, entretenido y capaz de conducirme por el mundo de la biología, aquí especializándose en la genética y no en la zoología, Tiene la sonrisa de su madre: poder, deformación y potencial de la herencia, de Carl Zimmer es otro libro estupendo. Divertido, lleno de conocimiento y relacionando la herencia genética con todos los ámbitos en los que la herencia, desde lo más material a lo más espiritual, puede aparecer.

He leído estos meses un libro que no conocía de Carson McCullers, Reloj sin manecillas, y solo puedo decir que todo lo que se lee de Carson McCullers vale la pena. Es una novela delicada, brillante. Fue el último libro que Carson McCullers escribió y el tema central podríamos decir que es la muerte. Un farmacéutico de un pequeño pueblo sureño se enfrenta al diagnóstico de una enfermedad mortal y debe aprender a convivir con ello. Su visión del mundo cambiará (cómo no va a hacerlo) y me recordó a la película (estupenda), Living, de hace un par de años, remake de Vivir de Kurosawa.


Un gran descubrimiento: Llegué a su nombre por una recomendación vista en redes sociales, no recuerdo exactamente dónde. Algo bueno tienen también las redes, no se lo neguemos. Leí y apunté el nombre de André Dubus y viendo que lo editaba Gallo Nero y lo bonitas que eran las portadas fui a la biblioteca a por algo. Leí Vuelos separados, que fue la primera colección de relatos publicada por el autor, en 1975. Y fui a comprarla para poder releerla a no mucho tardar y subrayar y apuntar sobre ella. Hay al menos dos relatos ahí dentro a los que el calificativo de obra maestra no les queda grande. Y después pude leer Adulterio y puedo decir lo mismo. Estoy esperando la creo que inminente publicación de Encontrar una chica en América para volver a entrar en ese mundo de historias de parejas que se rompen, de tristezas íntimas y de decepciones y miedos. La obra de André Dubus, esos relatos tan estupendos, me llevaron a plantearme por qué unos autores americanos nos llegan y nos los venden como los grandes autores de su generación y otros nos acaban llegando casi cincuenta años después y son escritores de primera. Me gusta Carver, o me gustó Carver, pero me pregunto qué tenía Carver para que nos bombardearan con él y para que fuera la entrada a un canon en el que empezamos muchos a leer a finales de los noventa y primeros dosmiles y no tenían Tobias Wolff o Lorrie Moore o André Dubus o Deborah Eisenberg. Y ya sé que Lorrie Moore es muy conocida, pero no como Carver, y Tobias Wolff tuvo unas cuantas obras en España, y hasta sus cuentos completos, pero sin comparación con lo que había alrededor de Carver hace veinticinco años.


Algunos clásicos: He leído algunos clásicos. Y los he disfrutado. He vuelto a leer La casa lúgubre (anteriormente titulada como Casa desolada) y confirmo que me parece el mejor libro de Dickens. He leído, y nunca lo había hecho, Madame Bovary. Me encantó. Es absurdo que yo diga eso, ya lo sé, porque al final los clásicos son los que deben. Disfruté también la breve lectura de la edición con El crimen de la Calle Fuencarral y El crimen del cura Galeote, de Pérez Galdós. Algún día terminaré de leer, que lo cojo y suelto por temporadas, Las ilusiones perdidas, de Balzac.


Disfruté mucho, aunque: De Lake Success, de Gary Stheyngart. Lo leí con ansia. Lo devoré, como se suele decir. Es una novela muy bien armada. Una obra pop nihilista sobre yonquis del éxito y el dinero que descubren que la vida no va siempre cuesta abajo, esencialmente. El aunque, los peros, los tengo por ahí. Creo que no es para cualquiera. Pero creía que no era para mí. Lo cogí en la biblioteca sin tener muy claro por qué y lo disfruté. Pero dejo la advertencia de que no a todo el mundo le convencerá.


Libros anfibios: Tengo apuntados tres libros que me gustaron mucho, cada uno por sus motivos, y que creo que no pueden ser más distintos entre sí. Los últimos días de Roger Federer, de Geoff Dyer, toma a Federer como excusa e hilo conductor y escribe sobre el final. El final por la muerte, el final por el abandono, el final por el olvido, el final por la rendición. Es un libro corto, poético, con capítulos más cortos. Se lee a sorbitos, si puede ser al sol de invierno, con un té cargadito o un buen café en la mano. Buscaré más libros del autor, que parece tener intereses muy variados y obras sobre temas diversos. No creo que vaya a leer algo mejor este año que Las cosas que llevaban los hombres que lucharon, de Tim O´Brien. Es novela pero no es ficción pura. Tampoco es memoria ni crónica. Es un poco de todo y es una experiencia de lectura brutal sobre lo que tener 20 años y pasarte dieciocho meses en Vietnam puede suponer. ¿Cómo se vuelve de algo así? ¿Se vuelve? ¿Es posible? ¿Qué pasa con los fantasmas de los que no vuelven? Todo eso está en el libro, y la lectura tira tanto de ti como la sensación de que deberías dejar de mirar, porque resulta una experiencia violenta. En presencia de Battiato, de Eduardo Laporte, es un libro pequeño y muy bonito. Habla, no hay sorpresa, de Franco Battiato. Y habla sobre todo de lo importante que el arte puede ser en la vida de una persona. El arte, aquí la música de Battiato, acompaña, consuela, enseña, nos lleva a pensar en nuevos caminos. Soy battiatiano tardío. Llegué a él después de su muerte. Por un amigo que representa lo mismo que gente como Laporte, que se vio tan afectado y ante un vacío tan grande que tuvo que sentarse y escribir un libro. Olé por el editor que decidió ir adelante con la idea, añado.


Los viejos amigos: Quienes paseáis de vez en cuando por el blog sabéis que no me gusta decir que este es el mejor libro del mundo y callarme que es de mi amigo. Me parece poco honrado. No soy objetivo con mis amigos porque son mis amigos. Cualquiera lo entiende. Tengo la suerte, con todo, de tener pocos amigos escritores (eso ya es una suerte, cualquier escritor con muchos amigos escritores os lo podría confirmar) y de que sean muy buenos. Baste decir que no tendré más de cuatro escritores en mi agenda del móvil y dos de ellos han sido ganadores del Premio Café Gijón. Hablamos de escritores de primera, miembros de ese selecto club. Los dos han sacado libro en este trimestre.

Miguel Ángel González llegó a finales de enero con Perder el equilibrio. No es su primera novela, pero es quizá la primera de sus novelas que va a llegar a un público más grande. De momento ya está nominada al premio a la mejor novela negra del Festival Valencia Negra de este año. Perder el equilibrio es una historia de venganza. Jonás ha perdido mucho más que una pierna. Ha perdido una vida y quiere que alguien pague por ello. Y urde un plan que iremos descubriendo capítulo a capítulo, entre viajes a otros lugares y vueltas al pasado y el futuro. Seca y poética, se adapta perfectamente al molde de la novela negra pero lo enriquece. Chandler también escribía novela negra. James M. Cain. Este libro de Miguel Ángel se acerca más a Cain que a Chandler. Por si os suena menos, aprovecho para recordar que Cain es un autor enorme. La novela tiene poesía y bajeza. Vuelos transatlánticos y un plan que se va acercando a su resolución. Humor negro. Un muy buen libro.

Rafael Balanzá eligió el 29 de febrero, y apuesto a que no fue casual, para que saliera su nueva novela después de seis años. Muerte de atlante es un libro que a primera vista podría parecer también una novela negra. Pero creo que le encaja mejor la etiqueta de thriller. Balanzá se resiste siempre a los moldes y los subvierte desde dentro. Hay narración pura y thriller. Hay de hecho una historia super concentrada, doce tensas horas en el interior de un buque dedicado a la investigación en el que aparece el cadáver de una de sus tripulantes. No será, e intento no destripar demasiado, el único. No hay que averiguar quién ha sido. Lo sabemos. Hay que asistir a lo mejor y a lo peor, sobre todo a lo peor, de la condición humana. Los libros de Rafael Balanzá suelen ser profundamente humanos, y sirven para recordarnos lo peor de la especie. Algo que puede considerarse accidental pone en marcha la trama. Y hay que sobrevivir.


Lo que me dejo: apuntes sobre una serie de ensayos que estoy leyendo y que están modificando algunas de mis ideas sobre el mundo y la manera de estar en él, por grandilocuente que suene. Intentaré dedicarles un post cuando los acabe de pensar. Y la mala sangre que quería evitar al pensar en algunas lecturas fallidas, no por fallidas sino por celebradas en su insustancialidad. Hay un título, ahora vuelvo a verlo, que quizá necesite un ajuste de cuentas, pese a todo.

Seguiremos leyendo. Y comentándolo de vez en cuando.

Felices lecturas

Sr. E