lunes, 31 de agosto de 2015

Cuervos, de John Connolly

Cuervos, de John Connolly
Ed. Tusquets (2.012)

Hace unas semanas tuve que hacer un viaje exprés a Valencia desde Madrid. Tenía por delante, entre la ida y la vuelta, unas cuatro horas de AVE para el mismo día, y no tenía empezado ningún libro que resultara cómodo para transportar o que me pareciera que tuviera la ligereza que una lectura para un tren (o para ir en el metro, o en bus o en avión, tanto da) creo que debe darnos. Tiré del último libro de la serie de Charlie Parker que había comprado y al que aún no había encontrado un hueco este verano. Llegaba así al décimo volumen de esta serie de novelas negras (en muchos sentidos). Considero que Connolly es un escritor de entretenimiento con un nivel medio bastante alto. Sus novelas no son dieces pero creo que ninguna de las que he leído hasta ahora está por debajo del siete (tal vez Los hombres de la guadaña, pero por lo que he leído hasta Connolly reniega en cierta medida de ella).

Mi última experiencia con Connolly no había sido satisfactoria. En junio me compré en la Feria del Libro el volumen de relatos Nocturnos, que teniendo buenos relatos me pareció que en general era un libro irregular y en el que se notaban demasiado los modelos que estaba siguiendo y que era un libro (como reconocía el autor en el prólogo) encargado. Por cierto, creo que Tusquets debería cejar en su intento de engañarnos a los lectores de Connolly colando en las ediciones de bolsillo, con numeración correlativa a la serie de Parker, libritos de Parker como Más allá del espejo, que en inglés es un relato más de Nocturnos o la novela Malvados, que no pertenece a la serie sino que tiene otros protagonistas, y que supongo que piensan que compraremos despistados pensando que se trata del siguiente volumen.

"Podía tratarse de una mentira con engaño o una mentira por omisión, pero la había. Me constaba, porque siempre hay una mentira". pg. 54

Los cuervos a los que se refiere el título de la novela aparecen al principio del libro acechando en grupo a sus presas. Los cuervos son animales inteligentes que se organizan en grupo para dejarse caer sobre sus víctimas, como los distintos depredadores que aparecen a lo largo de la novela. Su amenazadora presencia se repetirá en varios momentos de la trama.

Cuervos tiene lo que los lectores de Connolly estamos acostumbrados a encontrar: investigación policíaca con una fuerte dosis de literatura fantástica apoyada en fenómenos sobrenaturales. En el caso de Connolly, los dos polos sobre los que se mueven sus historias, el del suspense y el del fantástico sobrenatural, se mueven en el eje de la lucha del Bien contra el Mal. Siempre, por supuesto, apoyándonos en los hombros para nada bien definidos en esa lucha del protagonista, Charlie Parker. Los malos sí suelen estar habitados por el Mal absoluto. En algunos casos porque son demonios, ángeles caídos venidos a la tierra, en otros casos transmitiéndonos que los humanos sabemos ser tan malos como los demonios a los que les cargamos las culpas.

"Y me quedé dormido soñando con hombres sin rostro". pg. 92

El caso principal de este nuevo caso de Charlie Parker es el secuestro de una niña, Anna Kore, para cuya búsqueda contratan a Parker. El caso no le llega de forma directa, sino a través de un vecino de la niña al que han empezado a llegarle notas anónimas. Ese vecino se agobia ante la posibilidad de que quien quiera que sepa tanto de él intente cargarle la culpa del secuestro de la niña. Y, ¿por qué? Porque como en todas las historias de Parker, lo que se ha hecho mal en el pasado vuelve a la vida para pedir cuentas, y este hombre, cuando era un adolescente, participó en la violación y tortura de una niña negra. Después de haber cumplido su pena y haber salido en libertad con una nueva identidad y sin ningún vínculo con el pasado, alguien parece haber dado con él.

Parker se interesará por el caso e irá descubriendo nuevos flecos de los que tirar para ir comprendiendo el tapiz completo. La niña negra a la que torturaron empezará a aparecer en sus ensoñaciones, junto a su hija muerta. Como en todas las novelas de la serie, lo que hace que los libros puedan leerse de manera independiente, aunque tal vez acabe cansando a quien lea varios, se nos cuenta que Parker es un ser atormentado que perdió a su mujer y a su hija a manos de un asesino que se coló en su casa cuando él trabajaba en la policía y bebía demasiado. Parker conoció el infierno y empezó a trabajar como detective movido por el ansia de revancha, aunque ha ido controlando sus demonios interiores y ahora lo mueve en mayor grado un cierto sentido de responsabilidad en la lucha contra el mal que de venganza personal, pese a lo cual sigue teniendo un lado oscuro que a veces sale, y no deja de ser un personaje peligroso.

"Descendió un poco más, agachándose para abarcar con la mirada todo el sótano, y sintió pánico, y temor, y pérdida.
Pero, sobre todo, sintió cierto alivio.
Ella se había ido". pg. 200

Sin entrar en detalles que le adelanten los giros en la trama a quien se quiera acercar a la novela, sí se puede decir que un conflicto racial latente (a la niña negra la mataron dos adolescentes blancos movidos por el aburrimiento vital, uno de ellos además de una posición acomodada) está presente, así como una subtrama relacionada con la mafia de Boston, que será la que haga que dos de los personajes habituales de la serie, los amigos de Parker Louis y Ángel, tengan que intervenir. Como lector habitual de la serie, me parece que su aparición en este libro está bastante forzada y empiezan a caer en comportamientos estereotipados, propios de secundarios habituales de telecomedia, y quizá deberían tomarse un descanso y volver a ayudar a Parker cuando sea absolutamente imprescindible.

"Le costaba mantener en la cabeza las dos posibilidades contrapuestas: una de vida, la otra de muerte. Las probabilidades se decantaban del lado de la muerte, y de una tumba poco profunda en el bosque". pg. 324.

No es uno de los mejores libros de la serie de Parker, pero reitero que todas sus novelas tienen un buen nivel medio y son una buena elección, que seguiré repitiendo, cuando uno tiene unas horas de viaje por delante y pretende tener una historia que lo absorba durante ese tiempo. Lo mejor de la serie, a mi entender (los libros que ocupan el lugar 4, 5 y 6 en la serie: El camino blanco, El ángel negro y Los atormentados) ha quedado atrás, pero Cuervos tiene muy buenos momentos. Connolly sabe escribir y mantener la tensión, y administra sabiamente la receta que mezcla lo policíaco con lo sobrenatural como nadie (creo que los lectores habituales de su obra verían su sombra sobrevolando la celebrada primera temporada de la serie de TV True detective; me extraña, por cierto, que nadie haya visto aún la conveniencia de abordar una serie de televisión oscura con capítulos de 90 minutos para cada una de las novelas). El paisaje elegido, los mismos pueblos llenos de bosques de Maine en los que transcurren tantas historias de Stephen King y en los que Connolly pasa parte del año, suponen el fondo adecuado para estas historias, que se aprovechan perfectamente de su frío ambiental, la frondosidad de sus bosques, la tendencia a crear comunidades cerradas ideales para guardar los secretos de sus vecinos y la inquietante presencia de cuervos al acecho.

"Así que la noche dio paso a la mañana, y seguían las preguntas. Para algunas tenía respuesta, y para otras no. A veces me limitaba a mentir". pg. 351.

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Sr. E

viernes, 28 de agosto de 2015

A boy named Sue, de Johnny Cash

Cenando con unos amigos que esperan un hijo (o hija) surgió el tema de los posibles nombres, sobre el que todo el mundo se siente con derecho a opinar y dar consejo a los futuros papás.

Me acordé de esta canción de Johnny Cash, y creo que el único consejo posible es el que da en su último verso, anything but Sue.

Algunos periodistas musicales, cuando quieren hacer la pelota a un letrista pop, le dicen que lo suyo es poesía más que canciones. Yo creo que las buenas canciones entroncan más con el relato. Envidio profundamente a los pocos tíos que son capaces de contar una buena novela en formato de 3 minutos y con música. Johnny Cash tiene algunas.

La calidad del audio no es la mejor de las posibles, pero es la grabación en San Quentin y creo que merece la pena verla al menos una vez en la vida.

https://www.youtube.com/watch?v=WOHPuY88Ry4

lunes, 24 de agosto de 2015

Canción muda, de David Albahari

Canción muda, de David Albahari
Ed. Baile del Sol (2.009)

La editorial Baile del Sol, además de haber publicado mi libro de relatos Beber durante el embarazo y tener prevista la publicación de mi novela Mil dolores pequeños para 2016, cuenta con otros atractivos. Por ejemplo: una traducción nueva de El libro del desasosiego de Pessoa. O una colección de literatura africana llamada sencillamente África (Graceland, de Chris Abani, es imprescindible). O, en este caso, una colección centrada en la narrativa de los Balcanes, llamada Deleste. Los Balcanes y la Guerra de Yugoslavia son dos temas que me interesan especialmente y sobre los que procuro leer cuanto puedo. Y generalmente no es fácil acceder a literatura de ficción contemporánea de esos países, más allá de Ismail Kadaré o Dubrovka Ugresiç. Esporádicamente aparecen autores de los que podemos leer libros sueltos y luego no vuelven a traducirse (me gustó mucho Esquirlas, de Ismet Prcic, y he podido leer algo de Miljenko Jergovic). La primera obra de la colección Deleste a la que me he acercado es Canción muda, de David Albahari.


David Albahari nació en un país que ya no existe. Si una de las motivaciones para ponerse a escribir es recordar lo que de otro modo habría de olvidarse, Albahari tiene motivación de sobra para dedicarse a la escritura. Por seguir un poco más en la historia del olvido, pertenece a la minoritaria comunidad judía yugoslava. Sin ánimo de ser exhaustivo, recordamos de las crónicas de la guerra de Yugoslavia a los bosnios musulmanes, los católicos croatas y los ortodoxos serbios. Los judíos eran minoritarios en cualquiera de aquellas regiones, y como tal minoría tenían mal futuro. Albahari se fue a Canadá, pero antes ayudó a tramitar la salida de muchos judíos. Albahari lleva más de veinte años viviendo en Calgary, y parece que se siente cómodo en ese exilio. Es considerado por algunos el autor vivo más importante en lengua serbocroata.

- ¿Eres de Grecia? - pregunta John.
No – respondo –, yo soy de un país que ya no existe – el indio eleva despacio la mirada hacia mí.
- Por eso te pierdes tan fácilmente – me dice”. El indio de la plaza olímpica. pg. 154.

Canción muda es una selección de relatos de Albahari llevada a cabo por el propio autor en 2.009. En el momento de hacer esta selección tenía once libros de cuentos publicados. Once libros es una cifra que habla de una dedicación bastante constante al género. Selecciona veinte relatos de toda su obra. Albahari es un cuentista experimentado y se nota, tanto en el oficio como en los resultados, y también en la manera de presentarnos la selección de relatos a los lectores. Pese a provenir de distintos libros, con distintos ejes temáticos, los relatos van encajando y acaban formando un mundo completo, el de Albahari, en el que vemos a la vez una evolución, lógica, tanto en lo temático como en lo formal, y unas constantes narrativas.


Los relatos de Albahari han evolucionado, por lo que vemos a lo largo del libro, de un cierto clasicismo (siempre con comillas), que se nota sobre todo en los 3 – 4 primeros, a una manera de narrar que se enmarca claramente en las técnicas posmodernas: relatos fragmentados, juegos de autoficción, narradores que aparecen desde fuera de la historia para explicar lo que está sucediendo en ella, personajes reales que Albahari utiliza como personajes de ficción en sus narraciones. Los relatos no vienen fechados por lo que no podemos establecer paralelismos entre los saltos evolutivos en su escritura y los cambios en las circunstancias de su vida.

A veces la leyenda ya existe antes que el hombre, a veces después”. Canción muda. pg. 259.

Los primeros relatos son casi estampas familiares de una familia judía, cuyo padre es rabino, por distintos pueblos de Serbia. El narrador, trasunto de Albahari, hijo del rabino, va contando las pequeñas aventuras cotidianas del grupo de judíos en el que se van instalando en cada pueblo. Como gran parte de las narraciones que lleva a cabo un niño entre adultos, está cruzada por la fascinación que lo que no acaban de entender produce en ellos. Son relatos que no desentonarían en ninguna colección de cuentos de Saul Bellow, Isaac Bashevis Singer o Bernard Malamud. Bashevis Singer, aparece más adelante como una referencia del narrador del relato Hitler en Chicago, que en cierto modo revive un suceso (inventado) de la vida del Premio Nobel yiddish.

Los recuerdos son, por supuesto, engañosos, al margen de que únicamente ellos nos ayudan a sentir que realmente existimos”. Jerusalén, pg. 58

Los cuentos de Albahari van mudándose con el paso de las páginas del campo a la ciudad. Desaparecen los localismos y la presencia de la comunidad judía se difumina, aunque nunca se aleja del todo. El Albahari que va escribiendo en estos relatos vive fuera de su país de nacimiento, es un exiliado, conoce nuevos autores, sigue escribiendo. Los relatos de Albahari viajan por el centro de Europa, desde los Balcanes, hasta Alemania, y acaban llegando a Canadá, donde el autor reside. Sus personajes a veces leen, a veces escriben, y siempre están contándose historias unos a otros y buscando nuevas historias con las que alimentarse. Cada uno con sus circunstancias, todos están y se saben poco integrados. Eso les empuja a analizar todo con una cierta distancia, como si vieran la vida en vez de vivirla.

- Todos los escritores sois iguales – dijo mi mujer.
- ¿Quién es igual? - clamé -. Nómbrame a uno, nada más que a uno”. Lolita, Lolita. pg. 84

Entremezcladas con las narraciones, Albahari, por boca de sus personajes, reflexiona sobre la labor del narrador. Y sobre la crítica literaria. Albahari juega a la metaliteratura en el citado Hitler en Chicago, uno de los relatos que más destacaría, donde se coloca bajo la sombra de Bashevis Singer, y en Lolita, Lolita, donde basta acercarse al título para saber que Nabokov estará presente. Presenciamos el encuentro de un indio canadiense y un yugoslavo que ya no sabe demasiado bien lo que es en El indio de la plaza olímpica. Entendemos que tener que abandonar el país de nacimiento en circunstancias traumáticas no es fácil y que afecta a todo en Otro idioma.

No es posible, dijo aquel hombre, cambiar de lugar y que la persona se mantenga sin cambios, pero por ello mismo podemos, y así deberíamos hacer, controlar la magnitud del cambio”. Otro idioma. pg. 159

Y conociendo personajes excéntricos y visitando paisajes cambiantes vamos llegando al final del libro. Ahí nos encontramos con los tres relatos que creo que llegan a un nivel más alto, y en general el libro tiene un nivel medio muy alto. Con estos tres relatos creo que Albahari se codea con los mejores cuentistas del mundo (sean quienes sean). La basílica de Lyon espantará a quienes dicen que de la metaliteratura sólo pueden salir juegos fríos y sin alma, pero para quienes entren en sus páginas sin prejuicios, será un relato que se les quedará en la cabeza. El autor juega a trilero con los lectores, y sin que nos demos cuenta va construyendo, como los grandes constructores de catedrales, un relato ante nuestra mirada. Un relato en el que la distancia irónica que produce la autoconciencia de los personajes no impide que empaticemos con ellos y vayamos siendo absorbidos. El Papa nos mete en la mente del Papa de Roma, uno de los hombres más importantes del mundo y cuya vida interior no es, desde luego, uno de los temas más pisados por la literatura contemporánea. Por último, Canción muda, el relato que da título a la colección, reflexiona sobre la creación de los mitos populares, concretamente aquí alrededor de la existencia de una contracultura bajo la dictadura de Tito, a la que las menciones, cuanto más detalladas (a través de un juego con los pies de páginas, que van construyendo una subtrama en sí mismos) más cuestionada dejan, un relato además muy cercano a ciertos puntos de nuestra realidad, que comparte con la Yugoslavia de Tito a un dictador que murió en la cama, una cultura contestataria que se mitificó a posteriori y que probablemente estuvo mucho más acomodada de lo que luego pretendió hacer ver.

El Papa escribe poemas. Un periodista le pregunta: << En su caso ciertamente debe hablarse de inspiración divina, ¿verdad? >>. El Papa, que ha leído el Fausto, sabe a dónde conduce esa pregunta. Por eso calla”. El Papa. pg. 252.

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Sr. E.

martes, 18 de agosto de 2015

Recado de un muerto, de Rafael Balanzá

Recado de un muerto, de Rafael Balanzá
Ed. Siruela (2.014)

Aclaración inicial para suspicaces: Conozco a Rafael Balanzá, quien presentó mi libro Beber durante el embarazo en un entrañable acto que realizamos en la Librería Códex de Orihuela en junio de este año. Pero quiero dejar claro que mi admiración por su obra es previa al afecto personal, ya que yo ya había leído las tres novelas de Rafael antes de conocerlo personalmente. Me parecía y me parece uno de los narradores españoles actuales más sólidos. No creo que sea posible acercarse a la literatura y dar opiniones desde la objetividad (yo no leo objetivamente porque no soy una máquina; si se pudiera leer y evaluar lo leído de manera objetiva todos tendríamos claro quién es el mejor escritor de la historia), pero sí lo hago siempre desde mi honestidad como lector. En los últimos meses he releído estas tres novelas y mi opinión no ha cambiado respecto a su valía, solo se ha enriquecido con nuevos matices. Por eso recomiendo Recado de un muerto en esta reseña.

Con Recado de un muerto, Rafael Balanzá cerró el año pasado la por él mismo denominada trilogía anti – ejemplar (integrada además de por esta novela por Los asesinos lentos y La noche hambrienta). En esta novela vuelven a aparecer constantes de la escritura de Balanzá, como el extrañamiento ante el mundo de sus narradores – protagonistas, que tanto lo acerca a Kafka, un tono onírico que recorre todo y que se concreta en la tendencia a narrar sueños, así como las reflexiones filosóficas de cierta profundidad intercaladas en la trama. Igualmente, como escritor que vuelve a sus obsesiones, utiliza, como ya hizo en Los asesinos lentos, donde el relato El recurso del arpón aparecía prácticamente entero, un fragmento de uno de los relatos incluidos en Crímenes triviales, su primer libro, en este caso una escena con una maqueta de trenes en una juguetería.

Lo único verdadero y cierto es nuestra caída. Eso es lo que ha existido siempre. Nosotros tropezando es el centro de todo cuanto existe. El tropiezo es en verdad la única causa. Causa absoluta, incausada. Lo demás es puramente contingente. Todo, excepto nuestra caída”. pg. 36

En Recado de un muerto, Pablo, un camello y delincuente de poca monta, nos cuenta los últimos días que ha pasado. Días extraños, desde que el viernes por la mañana recibió un email escrito por su socio, al que encuentra muerto. Pablo y su socio, Ángel, planeaban dar un golpe en un prostíbulo de la zona. Los emails que va recibiendo de parte de Ángel (de quien quiera que lo haya suplantado) lo incitan a seguir adelante con el atraco si no quiere que lo acusen de su asesinato (porque lo único que parece seguro es que Ángel está muerto). Pablo decide ir adelante, con el apoyo de su mujer. Y con la ayuda de otro de sus viejos socios, deciden ir a por el botín. La novela se estructura en cuatro partes: viernes, sábado por la mañana, sábado por la tarde (cuando tienen que llevar a cabo el atraco) y domingo – lunes, cuando todo se resolverá. Pablo va transitando por esos cuatro días completando las estaciones de un vía crucis. Su mujer, su socio, su familia, todos parecen juzgarlo, y él también reflexiona sobre su vida y se juzga y condena. Pablo es, además de un pequeño delincuente, un aficionado a la ciencia y a la divulgación, y se siente engañado, además de por la vida, por esos sueños de grandeza que le ha prometido el conocimiento.

Mi enfado no es ni mucho menos infundado. ¿No soy yo, en cierto modo, una de las víctimas silenciosas de ese clan de tramposos que son los voceros del mito de la felicidad? La vida como diversión intrascendente. El mundo como inocuo parque de atracciones. ¿No explica esto muchos aspectos lamentables de mi propia biografía?” pg. 58

Desde que empezó a circular Los asesinos lentos, tras ganar su autor el Premio Café Gijón, las novelas de Balanzá han venido acompañadas de la etiqueta de thriller psicológico. Kafkiano y thriller psicológico son los dos calificativos detrás de los que se han escondido la mayoría de críticos para hablar de su obra. Hay una profunda lectura de Kafka detrás de su escritura, pero no creo que sea el escritor con más peso en ella. Y en cuanto a lo del thriller psicológico, no logro entender qué es exactamente. Busco en Google y encuentro referencias a películas como Origen de Nolan, Shutter Island de Scorsese, El resplandor de Kubrick, Seven de Fincher o incluso Una mente maravillosa. Algunas de esas películas me parecen claramente de un género definido que no se llama thriller psicológico, y otras no entiendo muy bien qué hacen junto a las demás. En Seven o Shutter Island sí veo rasgos comunes con la trilogía de Balanzá y particularmente con esta novela. Personajes que dudan de su cordura, otros personajes que han planeado sus trampas y sus venganzas hasta el último detalle … Pero hay más en las novelas. Propongo, ya que es gratis y divertido, cambiar la etiqueta de thriller psicológico, a la hora de referirnos a Recado de un muerto y en general a las tres novelas que forman esta trilogía antiejemplar, por la de novela de acción filosófica. La filosofía es un campo más amplio que el de la psicología, y los desafíos a los que nos enfrentamos sus lectores están más allá de la psicología de los personajes, pues también cuestiona su (y nuestro) encaje en el mundo.

Y en efecto, lo compruebo. El cadáver está allí. Todo está en orden. Es decir, todo está en desorden. El desorden grotesco de la muerte y el mal”. pg. 117

Balanzá es uno de los mejores autores de género negro e inmediaciones que hay en España. Entre otras cosas porque no aplica fórmulas de género, que se detectan a la primera lectura y limitan la riqueza de la obra llevándola por caminos trillados, sino que mira en lo más oscuro del ser humano y nos cuenta una historia que al principio puede parecer increíble pero que va encauzándose página a página en lo posible, absorbiendo nuestra atención. Creo que nadie empieza las novelas con la fuerza de Rafael Balanzá (quien tenga dudas que vuelva a leer el comienzo de Los asesinos lentos). Como bien dijo Julio Cortázar, en un cuento el autor se lo juega todo en el inicio, que debe atrapar al lector en nombre de la intensidad y concentración que el relato requiere como género. Parece que en la novela esa exigencia se relaja, pero Balanzá empieza sus novelas en ese mismo máximo de intensidad, como si también quisiera golpearnos, y luego mantiene esa narración desbocada, en la que las reflexiones del narrador nos dan la oportunidad de bajar el ritmo y coger aire.

Pero si mantienes los ojos lo bastante abiertos desde el principio nada te parecerá demasiado increíble como para que llegues a creerlo, porque nada puede ser mucho más extraño que el hecho de estar vivo”. pg. 11

La trama avanza en la realidad del libro y en la cabeza de Pablo, el narrador. Quizá Recado de un muerto es la novela más equilibrada estructuralmente de las escritas por Balanzá. Es tan importante la acción, a veces desenfrenada, cercana en sus descripciones a escenas cinematográficas, muy visual, como los pensamientos del narrador. Se habla mucho de Kafka pero creo que se olvida un poco a Dostoyevski y a autores existencialistas como Camus. Los personajes de Balanzá se enfrentan a un terror existencial, a un vacío más terrible que ninguna otra cosa. Al mal. Y no olvidemos que a veces el mal es tan estúpido como el resto de aspectos de la sociedad (trivial es un término que siempre aparece en sus narraciones, y una de las cosas que más desprecian sus narradores es la trivialidad; recordemos que la primera obra de Balanzá se llamaba Crímentes triviales). Sus personajes sienten vértigo. Hay una frase de Houellebecq que creo que recoge muy bien este espíritu: “ya es de día, se ha instalado aquí el terror”. Sumergirse en Recado de un muerto es volver a abrir la puerta del terror de cada día. Hay un vacío detrás del mundo seguro en el que creemos vivir que no puede darnos sino miedo. Este libro nos lo recuerda.

Es asombroso despertar dentro de una pesadilla y comprender que ya no podrás dejar de soñarla hasta el final. Y si sospechas que ese final será también el tuyo, entonces te ves abocado a una perversa, a una extraña paradoja”. pg. 156

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Sr. E

lunes, 10 de agosto de 2015

El escritor y sus fantasmas, de Ernesto Sábato

El escritor y sus fantasmas, de Ernesto Sábato
Ed. Austral (1963)

Leí El túnel de Ernesto Sábato durante algunas vacaciones escolares a los dieciséis años o así. Recuerdo que era una historia bastante truculenta, escrita con un estilo desnudo e impactante, un libro en el que te quedabas pensando después de cerrarlo. Ese libro formaba parte de una colección de libros que tenía mi padre, con una buena encuadernación marrón y una letra tirando a diminuta que no sé cómo era capaz de leer. En un par de años me leí (al menos los empecé) todos aquellos libros. Recuerdo, además de El túnel, El extranjero, de Camus, La familia de Pascual Duarte de Cela, La metamorfosis, de Kafka, Por quién doblan las campanas, de Hemingway, ó La balada del café triste de Carson McCullers.

No creo que entonces entendiera en toda su profundidad libros como El túnel o El extranjero, pero sí recuerdo que vi que ahí había bastante más. Una profundidad, una visión negativa de la existencia, una forma de estar en el mundo. Creo que la mejor campaña de fomento de la lectura es que los niños y los adolescentes tengan libros alrededor, en casa y en unas bibliotecas accesibles y con buenos fondos. Y quizá dejarnos de recetarles tantos libros y permitir que sean ellos los que sin jerarquía elijan sus lecturas y las vayan desentrañando a su ritmo. Hoy en día, con tanta información accesible en internet y tanto dinero metido en la narrativa juvenil eso se hace más difícil, lo sé, pero en la medida de lo posible creo que es lo deseable. Algunos de aquellos escritores me interesaron y me siguen interesando, sobre todo Kafka. A otros no he vuelto, o apenas, pero siempre he querido hacerlo, como Sábato y Camus. A Hemingway y Cela decidí no volver a acercarme, y de momento sigo en ello.

No he vuelto a leer El túnel, y hace unos meses compré Sobre héroes y tumbas pero sigue esperando en la estantería. Haciendo una visita a la librería Códex de Orihuela, rebuscando entre su fondo de armario, me topé con este El escritor y sus fantasmas, libro cuya existencia desconocía, y decidí llevármelo. Este verano estoy leyendo algo menos de ficción y un poco más de ensayo. En principio esta clase de libros, que podríamos llamar de poéticas personales, me resultan interesantes si el escritor me interesa. Hay una cierta contradicción, siempre, en hablar de las ideas de uno sobre la escritura y titularlo: El escritor. Sábato se eleva a abstracción del escritor y en ocasiones niega cualquier otra relación con la lectura y la escritura. Su camino es el camino. Por supuesto, para ahondar más en la contradicción, pese a ello, critica los consejos y valores absolutos relacionados con la escritura y la lectura. Se muestra dogmático para criticar a los dogmáticos. Pese a ello, el libro resulta muy interesante. 
 
La inmensa mayoría escribe porque busca fama y dinero, por distracción, porque meramente tienen facilidad, porque no resisten la vanidad de ver su nombre en letras de molde. Quedan entonces los pocos que cuentan: aquellos que sienten la necesidad oscura pero obsesiva de testimoniar su drama, su desdicha, su soledad”. pg. 98

Si nos llega dinero por nuestra obra, está bien. Pero escribir para ganar dinero es una abominación. Esa abominación se paga con el abominable producto que así se engendra”. pg. 99

El libro no tiene un orden claro. Son reflexiones que vienen debajo de un epígrafe que explica de lo que van a tratar. Algunas son casi aforismos, otras son reflexiones más densas de varias páginas. Como ideas que sobrevuelan toda la obra, Sábato desconfía de la literatura como juego, considera que es una labor de gran importancia. Cree en el escritor sufriente que expurga sus demonios a través de la escritura. Considera que el mundo es un lugar lleno de mal y que la literatura es una de las pocas cosas que pueden resarcirnos. Sábato es un escritor cercano al existencialismo, como muestra en su ficción. Algunos de los escritores por los que siente una mayor admiración y en cuya tradición se sitúa a sí mismo son Dostoyevski, Kafka o Camus. Hace lecturas interesantes de la narrativa rusa del XIX y de los cambios en la manera de escribir que trajeron consigo las primeras décadas del siglo XX. Abomina de los juegos técnicos sin otro fin que mostrarse como tales muestras de dominio de la técnica. Él mismo fue un escritor bastante experimental en Sobre héroes y tumbas y Abbadón el exterminador, pero porque consideraba que era la forma que el fondo de esas obras necesitaba, no por mero exhibicionismo, al que considera un problema de la narrativa experimental.

No hay temas grandes y temas insignificantes: hay escritores grandes y escritores insignificantes. La historia de un estudiante pobre que mata a una usurera, en manos de un cronista de diario, o en manos de uno de esos escritores que creen en el objetivismo del arte periodístico, no será más que una historia corriente de la gran ciudad. Hay miles de historias como ésas. En manos de Dostoyevski ya sabemos lo que es. Lo mismo con respecto a los personajes”. pg. 119

Sábato se coloca dentro de una tradición más europea que americana. Afirma, de hecho, que la lectura definitiva de esa tradición europea sólo podrá realizarse con la distancia geográfica suficiente que le da leerlos desde otro continente y otra realidad. Desconfía de los localismos y de las tradiciones folklóricas. No encuentra su propio lugar en el canon argentino, y la verdad es que no es un autor que encaje fácilmente al lado de un Borges, un Cortázar o un Bioy. También es cierto que desde España hablamos a veces de literatura argentina como si fuera en sí misma un género, y como cualquier narrativa tiene una realidad poliédrica en cuanto a temas y tratamientos.

El folklore tiene sus méritos propios, pero no puede ser tomado como fundamento necesario de un arte nacional. Ni Bach ni Kafka tienen raíz folklórica. Y, al revés, infinidad de productos surgidos del folklore demuestran que tampoco es suficiente para la creación de un arte grande”. pg. 64

Sábato vivió casi hasta los cien años y fue uno de esos eternos candidatos al Nobel (quizá si hubiera llegado a cumplir los cien años la Academia sueca se lo hubiera dado ese año, otros criterios peores motivan en ocasiones sus premios). Escribió tres novelas en un período de más de treinta años, y aparte de la ficción su producción fue ensayística. El boom no lo incluyó como un autor popular. Tenía fama de oscuro. Y por lo que se ve en este libro lo era en gran medida. Dice que los escritores no deben andar metidos en política, desconfía de la figura de lo que se llama intelectual, pero él tuvo alguna postura pública cuando menos polémica y aceptó cargos institucionales (a los que renunció a los pocos meses, quizá presa de un permanente espíritu de contradicción). El escritor y sus fantasmas nos sirve también para ver cómo fue su desencanto con el mundo científico (Sábato era un físico, y de los buenos, que renunció a su carrera cuando pensó que la ciencia no lo llevaría a un conocimiento más profundo del ser humano y se centró en la literatura). No estoy de acuerdo con una parte importante de su visión del mundo y la literatura (ni creo que fuera sano estarlo), pero sin duda son opiniones bien fundadas, que salen de la mano de alguien que dedicó muchas horas de su vida a leer, escribir y reflexionar sobre esa labor. Más de cincuenta años después de haberlo escrito sigue valiendo la pena leerlo con atención y discutir con él mientras se avanza en su lectura.

El pueblo de hoy no es esa fresca y virginal fuente de toda sabiduría y de toda belleza que imaginan ciertos estéticos del populismo, sino el alumnado de una pésima universidad, envenenado por el folletín de la historieta o la fotonovela, por un cine para oficinistas y una retórica para chicas semianalfabetas y cursis”. pg. 117

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Sr. E

lunes, 3 de agosto de 2015

El desierto de los tártaros, de Dino Buzzati

El desierto de los tártaros, de Dino Buzzati
Ed. Gadir y Alianza (bolsillo) 1940

Leí por primera vez El desierto de los tártaros en 2.006, cuando Gadir la reeditó por el centenario del nacimiento de su autor. Después lo había comprado en la edición de bolsillo de Alianza en dos ocasiones, pero esos libros habían salido de mis estanterías para ir a las de otro antes de que lo releyera. No suelo prestar libros, pero este es uno que creo que invita al apostolado, que cuando has leído te invita a buscarle nuevos lectores, aunque sea a costa de tu bolsillo. La semana pasada volví a comprarlo en una visita a la librería Diego Marín de Murcia y lo empecé según me monté en el cercanías, supongo que para que nadie pudiera pedírmelo prestado antes de volver a leerlo.


Desde que fue publicada por primera vez, El desierto de los tártaros se sitúa en la línea de las novelas kafkianas. Pero es bastante más que solo eso. El desierto de los tártaros es la obra más conocida de Dino Buzzati. Fue publicada por primera vez en 1940, en los principios de la segunda guerra mundial, en la que Buzzati, que fue durante toda su vida periodista, estuvo como corresponsal en la campaña de Addis Abeba. La influencia de Kafka, como tantas veces se ha dicho, es innegable. En El desierto de los tártaros, como en El proceso o El castillo, el protagonista espera. Tiene que esperar que pase el tiempo, que llegue su momento, que los tártaros lleguen, que haya cambios. Pero además de Kafka no puede obviarse la influencia que la situación política y militar del momento tuvo sobre la obra de Buzzati.

La verdad era el cansancio del viaje, la opresión de los tétricos muros, el sentirse completamente solo”. pg. 54

Giovanni Drogo es un joven teniente recién salido de la academia al que envían a un puesto fronterizo para que cumpla su primer destino. Llega fascinado a la fortaleza, y su primera impresión es de desilusión. Se encuentra con mandos, militares y empleados que han perdido las ganas. Todos, además, siempre le hablan de un futuro que inevitablemente llegará, en el que también él, Drogo, habrá perdido los sueños, si no se ha ido antes, lo que al principio parece su destino. Porque aquel es un mundo antiguo en el que los jóvenes no quieren quedarse. Giovanni Drogo está cerca de volverse al principio. Pero no lo hace, y el tiempo le va cayendo encima.

usted se calla y piensa que son todo cuentos – agregó casi suplicante –: Tenga cuidado, le digo, se dejará usted sugestionar, también usted acabará quedándose, basta con mirarle a los ojos”. pg. 66

La vida en la fortaleza está llena de normas sin demasiado sentido. Hay una amenaza difusa, la de los tártaros, que nadie recuerda que hayan estado allí nunca, pero nunca se sabe, parece transmitir todo ese sistema de seguridad y precauciones. Un puesto de frontera siempre es un puesto de frontera, le dicen a Drogo al principio. Será mejor no tentar a la suerte y continuar con las mismas costumbres. Los que fueron llegando a la fortaleza fueron resignándose a su suerte, y renunciaron a sus familias, sus ascensos en el escalafón militar, la gloria, sus ciudades. Poco a poco, de manera que parece inevitable, Giovanni Drogo se va contagiando de ese mismo espíritu y los años también pasan para él. Alejado de todos y de todo lo que había soñado en su juventud, cuando vuelve de visita a la ciudad no se siente entre los suyos. El sentimiento de alienación que transmite la obra está muy logrado. De tanto vivir entre normas absurdas, tan comunes en las dictaduras y en instituciones como el ejército, uno puede acabar inutilizado para llevar una vida normal. Drogo acaba volviendo a la fortaleza porque se ha convertido en la única realidad que puede dominar. El paso del tiempo es lento. No hay mucho que hacer, y el narrador parece estar viendo el sueño de cada uno de los personajes.

Era la hora de las esperanzas y él meditaba en heroicas historias que probablemente no se producirían nunca, pero que de todos modos servían para animar su vida. A veces se conformaba con mucho menos, renunciaba a ser él solo el héroe, renunciaba a la herida, renunciaba incluso al rey que le llamaba valiente”. pg. 102

El estilo es sencillo pero muy poético. Transmite una dejadez onírica. Dos relatos breves de Buzzati, Los siete mensajeros y Siete plantas, presentan una realidad similar, aunque quizá más ligero, menos amargo. Ambos fueron escritos con anterioridad a la novela, aunque aparecieran en libro (Los siete mensajeros y otros relatos) algunos años más tarde. Buzzati nos enfrenta a algunos fantasmas existenciales. La alienación o la necesidad de tomar decisiones, por ejemplo. Aunque melancólica y a ratos amarga, la obra de Buzzati es menos desesperada que la de Kafka. Drogo es un héroe que parece estar eligiendo, al contrario que un Josef K. al que todo le viene impuesto sin que pueda comprenderlo. En muchos momentos del libro parece que Drogo toma la opción más absurda entre las posibles, y que bajo la apariencia de libre elección está condicionado por el entorno, pero así es muchas veces la vida.

Unos alimentan esa esperanza con nueva fe cada mañana, otros la conservan oculta en lo más hondo, otros ni siquiera saben que la poseen, creyendo haberla perdido”. pg. 118

Suele citarse El desierto de los tártaros como un clásico menor. Marcando quizá la diferencia con novelas como El proceso, Moby Dick o Crimen y castigo, quitándole importancia, midiendo la valía de una obra muchas veces por su número de páginas. Se elija el nombre que se elija, es un libro que lleva más de setenta años fascinando a quienes lo leen. Una obra maestra que nos habla del paso del tiempo y de lo extraño de la realidad. Si algunos prefieren llamarlo clásico menor, supongo que habrá que dejar claro que lo es, signifique lo que signifique, en el mismo sentido en que lo son El gran Gatsby, La metamorfosis, La invención de MorelEl extranjero o Crónica de una muerte anunciada, por citar otros de esos llamados clásicos menores

Para todos los que aquel día estaban con él las probabilidades eran idénticas, él no tenía la menor ventaja, salvo quizá, la de poder morir fácilmente. Pero, en el fondo, los otros, ¿qué hicieron? Para los otros fue un día más o menos como todos los demás”. pg. 162

Más reseñas el próximo lunes.

Sr. E